Una cruzada para abolir la crítica

Una cruzada para abolir la crítica

por - Críticas
30 Abr, 2011 04:52 | comentarios

El cineasta argentino Diego Rafecas acaba de proponer -no se sabe hasta qué punto es en serio o se trata de un arranque de furia a partir de las malas críticas recibidas por su más reciente película, CRUZADAS- que llevará al Congreso una Ley para «abolir la crítica cinematográfica». Explica, en un largo texto/manifiesto publicado […]

El cineasta argentino Diego Rafecas acaba de proponer -no se sabe hasta qué punto es en serio o se trata de un arranque de furia a partir de las malas críticas recibidas por su más reciente película, CRUZADAS- que llevará al Congreso una Ley para «abolir la crítica cinematográfica». Explica, en un largo texto/manifiesto publicado en Facebook, que la crítica de cine es una actividad parasitaria, hecha por gente que no tiene idea alguna del cine («que jamás hicieron un corto»), que es un «trabajo engañoso, impune y cobarde», algo hecho por gente «con imposibilidad de desarrollar sus destrezas, de escasa inteligencia práctica, que de hecho no pudo realizarse en el mundo de las profesiones por miedos e incapacidades varias», y agregando detalles personales específicos del tipo: «(son) seres de los mas aburridos, de lo menos intrépidos, de los mas fobicos, hipocondriacos y maniáticamente cobardes».

Podría citar muchas de las frases agresivas, hirientes e injuriosas, mucho más agresivas, hirientes e injuriosas que las que el mismo Rafecas recibe por sus películas (y por las que está abocado a llevar a juicios penales a los críticos de cine en base a esos mismos conceptos), pero sería inútil. Son descalificadoras y parten de un desconocimiento absoluto de la tarea crítica, de la preparación previa y la seriedad que le ponemos a nuestra tarea muchos de los que nos dedicamos a esto. No creo que Rafecas conozca a ningún crítico, no creo que jamás se haya sentado a debatir con uno (de hecho, podría ser más interesante que invite a discutir a los críticos a los que agrede y amenaza) y me cuesta entender porqué piensa que «todos los críticos de cine» tienen algo contra él.

No vi ninguna película de Diego Rafecas. Ni UN BUDA, ni RODNEY, ni PACO, ni CRUZADAS, por lo que no voy a emitir ningún comentario crítico sobre ellas. Soy testigo, sí, que todas ellas han recibido críticas bastante negativas de parte de una gran cantidad de críticos, de distintas edades, estilos y generaciones, que no tienen afinidad entre sí, que no comparten siquiera gustos cinematográficos. Me llama la atención que esa uniformidad de criterios a lo largo de cuatro películas no lo haya hecho pensar, o reflexionar, acerca de si su cine es tan bueno como él y sus colaboradores/amigos/familiares creen que es.

De cualquier manera, no estoy reclamando que Rafecas haga una autocrítica. No es ése el sentido de este texto. Puede hacerlo o no, es un problema suyo. Lo que me interesa aquí es plantear lo problemático y, si se quiere, inconstitucional, que resulta proponer una Ley que prohiba la crítica cinematográfica. Parece hasta broma la propuesta. Colocar el análisis cinematográfico en el territorio de las injurias y calumnias, cercenar el derecho de quien sea (crítico, periodista, columnista, lector, espectador, etc, etc) a opinar, analizar, debatir y criticar una expresión artística parece una «boutade», una expresión retrógrada digna de la Edad Media.

Resulta triste que un cineasta que se considera «injuriado» por críticas negativas (pero bastante medidas y cuidadosas) respecto a sus películas se exprese sobre los críticos como «gente con tendencia a la maldad esquizofrénica», de «soberbia desmedida», para quienes «el entendimiento cinematográfico es, dada su ignorancia en la experiencia cinematográfica, una manifestación de inseguridad, de debilidad, en definitiva de miedo»… y podría buscar otros calificativos sueltos por ahí como «chupamedias», «corruptos», «mitómanos», «nazis y cavernícolas», «fundadores del Club de los Cobardes», etc, etc. Esos mismos comentarios, de hecho, tomando en cuenta que sí son claramente personales y no están relacionados a ninguna obra artística podrían ser llevados a los Tribunales con los que él tanto amenaza a los críticos. Aunque imagino que ningún crítico que se tome en serio a sí mismo se le ocurriría hacer una cosa así.

Lo dice claramente y en un tono violento: «Saquémonos los parásitos de encima. Comienzo hoy mismo a gestar un proyecto de ley para abolir la critica o para tener el espacio por ley  para “hablar de ellos” exactamente en las mismas condiciones que hablen de nosotros, previamente a ser publicado. Esto será perfectamente comprobable el día que se compruebe su ilegitimidad, y deje de existir la crítica en los diarios.»

No tiene sentido hacer aquí una historia de la crítica de cine (y de las artes en general) ni hablar de los aportes que se han hecho a descubrir grandes gemas del cine, tesoros ocultos, a celebrar lo celebrable, a echar luz sobre lo ignoto y, sí, también, a enojarse, criticar y argumentar en contra de los filmes que se consideran malos, flojos, de dudosa o nula calidad artística. Claro que siempre hay errores históricos (quien sabe, tal vez el cine de Rafecas lo sea y en una década se lo revalorice) y películas que son vistas de manera diferente por distintos críticos y distintas generaciones. La idea de abolir la crítica -o de abolir cualquier forma de expresión- resulta insólita e inaceptable, y llama la atención la cantidad de «adherentes» que el manifiesto de Rafecas tiene en internet, adherentes que parecen ni siquiera preocuparles lo que implica el «proyecto» del realizador.

Y no hablamos acá de «libertad de expresión» en el sentido en que se usa en las guerras mediáticas. Aquí no hay jugadas políticas, no hay enfrentamientos de poder, ni económicos, ni nada que se le parezca. Uno podría entender el fastidio de un cineasta cuando cree que algún crítico en particular se ensaña con su obra cuando todos los demás la celebran. Pero cuando la crítica es unánime en contra de un filme es un poco extraño que esa unanimidad no haga reflexionar, mínimamente, al cineasta acerca de su trabajo.

Y lo peor de todo es, claro, la amenaza, la amedrentación, «te espero en Tribunales», el patoterismo, la agresión, la saña, la furia. Si Rafecas está molesto por el maltrato que recibieron sus películas debe haber muchas formas de lidiar con eso, pero el de intentar meter miedo en los críticos de cine («si escribís mal sobre mí te mando una carta documento») es directamente una amenaza personal, más tomando en cuenta que probablemente ningún crítico de cine que no esté sostenido por una empresa pueda siquiera afrontar las costas de algo parecido a un juicio.

No vi las películas de Rafecas ni pienso recomendarle qué hacer en términos cinematográficos. Sí, claro, vivo de cerca los acontecimientos que rodearon al estreno de CRUZADAS. Me amarga, me entristece, me deprime. Y me enoja también, claro, ya que uno lleva más de 25 años relacionado con el cine, estudiando, viendo, analizando, filmando (o no, es secundario) y pensando sobre el hecho estético más tiempo del que es sanamente recomendable. Como mucha otra gente que seguramente ama y sabe de cine tanto o más que muchos realizadores, productores o técnicos. Personas cuyos conocimientos han sido aportes vitales a entender el cine, su historia, su grandeza y sus problemas también.

No es una defensa corporativa, es un llamado a la reflexión. La amenaza, el amedrentamiento, la agresión no conducen a ningún lado. Rafecas, quien se ha definido en alguna entrevista como «budista», debería saberlo. Seguramente sabe quien decía que «la reflexión es el camino hacia la inmortalidad (nirvana); la falta de reflexión, el camino hacia la muerte.» O que «el odio no disminuye con odio. El odio disminuye con amor». Sería bueno empezar a utilizar lo aprendido.