Los cineastas del fin del mundo

Los cineastas del fin del mundo

por - Críticas
26 Sep, 2011 08:36 | comentarios

No me resulta del todo casual que, casi coincidentemente, cinco películas de importantes directores traten, de alguna u otra manera, con el fin del mundo, algún caos cósmico o situaciones similares. Me refiero a MELANCHOLIA, de Lars von Trier; 4:44 LAST DAY ON EARTH, de Abel Ferrara, y en cierta medida THE TURIN HORSE, de […]

No me resulta del todo casual que, casi coincidentemente, cinco películas de importantes directores traten, de alguna u otra manera, con el fin del mundo, algún caos cósmico o situaciones similares. Me refiero a MELANCHOLIA, de Lars von Trier; 4:44 LAST DAY ON EARTH, de Abel Ferrara, y en cierta medida THE TURIN HORSE, de Bela Tarr, EL ARBOL DE LA VIDA, de Terrence Malick y FAUSTO, de Alexander Sokurov.

ATENCION: algún sutil spoiler se puede escapar del texto, pero bastante indirecto.

Digamos que la más «forzada» aquí sería la de Malick, ya que más que hablar del fin del mundo, hace referencia a lo que podría ser el comienzo, una suerte de «big bang» universal que terminó dando vida a… Sean Penn. Pero, de cualquier manera, creo que entra en esta tendencia porque pone a un director de «peso» a analizar cuestiones cósmicas que van más allá de lo que podríamos «realismo» cotidiano. Claro que cada uno lo hace a su manera, muy diferente.

Debo aclarar que no vi MELANCHOLIA, por lo que me reservo la opinión. Pero en ese filme Lars von Trier tiene al fin del mundo como una amenaza inminente que abruma la vida de los protagonistas. Lo mismo sucede en la película de Ferrara (que sí vi) y que cuenta 24 horas en la vida de una pareja, y algunas personas más, cuando se sabe que a la hora del título del filme el mundo dejará de existir. En el caso de Bela Tarr, ese «final» es algo más críptico y no dicho, pero el encierro de dos personas que van perdiendo todo contacto con el mundo y luego van siendo acechados por una tormenta hasta parecer quedar en la nada misma, bien parece hacer referencia a la misma situación.

Y sin revelar nada de ese filme ni de los otros, podemos decir que el de Malick también imagina un «after-life» que tiene más en común con el final de LOST en elcual -sea onírico o no- aparece la idea de lo sobrenatural. Aquí no hay un fin del mundo «real», claro, pero sí una idea algo mística respecto al universo. Y si me estiro un poco podría incluir acá también a FAUSTO, de Alexander Sokurov, una película que incluye su paso por «el más allá»… literalmente, con Cielos, Infiernos, Diablos y otras yerbas.

¿Qué habrá detrás de esa coincidencia? ¿El temido 2012 con sus profecías mayas?

Yo creo que no, que la coincidencia se debe a otra cosa. Por un lado, creo que la crisis económica mundial despertó en muchos artistas la idea de pensar en cierta «finalización» de una forma de vida. Con eso, claro, vienen las consecuencias reales: tal vez no haya más dinero para hacer películas, asíque no vendría mal hacer una que parezca «despedida». Un «statement», como le dicen…

Y, siguiendo en ese tono, vuelvo a una idea que desarrollé en algún otro post. Tengo la impresión de que el cine de autor, como los «tanques», necesitan de «ideas fuerza», de esos ganchos («describala en 25 palabras o menos») que hacen que una película se destaque, también, en el atiborrado universo de los títulos de cine arte.

Una película de Malick (Ferrara, Von Trier, Tarr, quien sea) sobre el fin del mundo o el origen del mundo o «la vida misma» tiran más que películas sobre una familia texana, una pareja neoyorquina, una boda con Kristen Dunst o dos personas encerradas en una casa. De hecho, sacándoles la «excusa argumental» apocalíptica, todas podrían ser descriptas de esa manera.

El «disparador» argumental, en algunos casos, hasta podría desaparecer y poco cambiaría. Pero la idea de que el mundo acabará (o algo parecido) como una amenaza que acecha a la película y a los personajes, sirve no sólo para abrir el juego dramáticamente (un plano de un hombre mirando a la ventana durante 5 minutos no tiene el mismo peso ni carga dramática si el espectador sabe o supone o le dicen que se viene el Apocalípsis mismo), sino para darle hasta un peso «autoral» que de otra manera la película podría no tener.

Tal, por ejemplo, el caso de la de Ferrara. O la de Malick, cuya «seriedad» no alcanzaría tales niveles de delirio mediático sin las secuencias sobre el origen de la Tierra (que, si se mira la película, bien podrían desaparecer y casi nada cambiaría). Y ni hablar del «peso» de FAUSTO que, también, sin Goethe por delante, casi podría ser la crónica de una conversación y serie de desafíos filosóficos entre dos tipos que caminan.

De Bergman y sus juegos ajedrecísticos con la Muerte (escena que, en mi opinión, le da una fama a una película del sueco que está lejos de ser una de sus mejores) hasta ahora, da la impresión de que plantear temas de esa naturaleza llevan a las películas a otra dimensión de análisis en la que entramos todos los críticos, incluyéndome, incluyendo este texto.

Y, en el fondo, no es una variante muy lejana a la que se usa, digamos, en TRANSFORMERS, HARRY POTTER o cualquier «tanque taquillero» más convencional: la lucha ante una amenaza definitiva del «fin de los tiempos». Sólo que, claro, más psicológica y sin tantos monstruos o mutantes (aunque algunos hay…)

En mi opinión, y si bien entiendo los imperativos comerciales que pueden llevar a un cineasta de nombre a hacer una película sobre «el Todo» (vean, en cambio, lo poco que se habla de las nuevas películas de Kaurismaki o los Dardenne, que hablan de «algo» o de «lo mismo de siempre»), la decisión termina siendo un peso que consume a las películas, que las aprisiona y -mejores o peores sean los resultados- las agobia.

Y encima, en el fondo, es innecesario. Todas las películas son sobre el fin del mundo.