Diario del Festival de Berlín – Parte 4

Diario del Festival de Berlín – Parte 4

por - Críticas
15 Feb, 2012 04:34 | comentarios

¿Los malacostumbré a una entrega diaria, no? Mil disculpas por la demora. En realidad, las entregas diarias eran lo inusual -en general tiendo a actualizar desde festivales cada dos días-, pero supongo que el jet lag de las primeras jornadas me dejaban sin sueño hasta altísimas horas de la noche y por eso podía escribir […]

¿Los malacostumbré a una entrega diaria, no? Mil disculpas por la demora. En realidad, las entregas diarias eran lo inusual -en general tiendo a actualizar desde festivales cada dos días-, pero supongo que el jet lag de las primeras jornadas me dejaban sin sueño hasta altísimas horas de la noche y por eso podía escribir tanto y tan seguido. Ahora me cambió el ritmo (calculo que superé, un poco, el jet lag, y mantenerme lejos de la computadora a esa hora ayuda) y eso me complicó poder escribir tan seguido. Pero aquí vamos, que supongo que a algunos les debe interesar saber algo más de TABU, de Miguel Gomes, y los otros filmes que pasaron por la Berlinale. Bah, al menos los que yo vi…

Arrancando cronológicamente, el lunes comencé con JAYNE MANSFIELD’S CAR, la película de Billy Bob Thornton que es más una curiosidad que otra cosa. Es una de esas películas excesivas, teatrales, con personajes de Alabama en 1969, en el momento en el que el enfrentamiento generacional (por la guerra de Vietnam) se hace más que evidente. Hay un padre, un viejo cascarrabias con una casa enorme, obsesionado por los accidentes automovilísticos y que tiene una complicada relación con sus cuatro hijos desde que su esposa lo dejó, muchos años atrás, para vivir con un británico. Los hijos incluyen a un también excéntrico, ex piloto en la Segunda Guerra y obsesivo con los autos (el propio Thornton), otro ex combatiente pero que se volvió hippie veterano y que sale de fiesta con su hijo de 17 años (Kevin Bacon), otro hombre supuestamente respetable y una mujer, digamos, algo promiscua.

Un llamado telefónico desde Gran Bretaña despierta la trama: su ex mujer ha muerto y el deseo de ella es ser enterrada en Alabama. Para eso vienen desde allá el nuevo marido de la mujer (John Hurt, con quien el personaje de Duvall jamás habló y siempre odió por llevarse a su esposa), con sus dos hijos. El filme contará el encuentro de todos ellos, las situaciones que surgen del choque cultural entre ingleses y americanos, los problemas familiares que saldrán a la luz, los engaños y hasta una escena en la que veremos a Duvall habiéndose tomado un ácido y gritando en el medio del agua casi como en APOCALIPSIS NOW.

Digamos que la película es un cambalache, que tiene algunos momentos graciosos aquí y allá pero que se revela como un psicodrama barato y antiguo en el que cada actor tiene su «escena», su «conflicto», su «trauma» y su «revelación». Viéndola, tenía la sensación de que era una adaptación de alguna pieza teatral de la época, pero luego confirmé que no, que es todo material original escrito por Thornton y, lo que es más tremendo, basado bastante en su familia.

La película siguiente fue la sueca AVALON, de Alex Petersen, prueba de que una película se puede ir rápido al carajo cuando pinta para ser algo interesante. Digamos que uno tiene la impresión, después de tanto tiempo en este trabajo, que cuando una película arranca tan arriba como arranca ésta, las cosas no pueden desbarrancar tanto ni tan rápido. Hay una sensación de que el realizador tiene en claro lo que está haciendo, que lo está contando muy bien y uno empieza a «entregarse» al relato, sabiendo que, si bien las cosas pueden perder fuerza, es difícil que sea una caída tan brutal.

Si alguna duda me quedaba de que no hay que confiar del todo en eso de «estoy en buenas manos» fue AVALON. El filme empieza como un relato nervioso de dos hombres que están por poner una disco en un lugar paradisíaco de Bastad, Suecia, donde se juega el torneo de tenis (de hecho, lo pasan por TV y está jugando Gisela Dulko…). El lugar se llama Avalon, claro. Cuando el filme parece ir por el lado de la exploración de la vida de uno de estos hombres, ya veterano, que quiere darse una nueva oportunidad abriendo un lugar así, sucede un accidente mortal (mata a un obrero que trabajaba en la construcción del local, un extranjero aparentemente indocumentado) y, luego de ver qué hacen con el cadáver, la película y el personaje se desintegran.

Uno podría decir que ambos van de la mano, que el mareo del personaje y el de la película de allí en adelante (es decir, de los 25/30 minutos hasta el final) son congruentes y narrativamente lógicos. Tal vez sea cierto, pero la sensación que queda es de un caos narrativo en el que la película no sabe adónde ir y en la que el director parece tan atontado como los personajes, yendo de situación en situación como un zombie (o hiper excitado, las dos opciones) y ninguna subtrama se continúa y entran personajes que parecen importantes para desaparecer al minuto siguiente. Y así… hasta el final. Sólo dura 75 minutos y si pienso que los primeros 25 no están tan mal, los siguientes 50 deben estar entre lo más decepcionante que vi en mucho tiempo.

Y así llegamos a TABU, de Miguel Gomes, una película tan increíble de ver como difícil de describir y explicar el placer que genera. Empecemos por la historia o estructura narrativa. El filme tiene un prólogo, una especie de cuento/fábula que introduce en tema y forma a lo que va ser la película: una combinación de lo fantástico, lo surreal, lo cómico y lo emotivo. Es la historia (relatada por el propio Gomes desde la voz en off) de un explorador del continente africano, muy angustiado por la muerte de su mujer y perseguido literalmente por su fantasma, que termina tirándose a los cocodrilos y acaso, sólo acaso, reencarnando en uno de ellos. En blanco y negro y el clásico formato cuadrado del cine clásico y la televisión (1:33/1), el corto juega con el choque entre la voz sincera y seca del relator y los sucesos algo absurdos que se van narrando, pero sin llegar nunca a la parodia, una zona que el filme logra evitar en todo momento.

La película viene a Lisboa y a un tiempo que parece ser el presente, aunque mantiene el formato y el blanco y negro. Esta parte de la historia tiene tres personajes: Aurora, una vieja bastante cascarrabias y paranoica, que tiene una relación muy curiosa con su mucama caboverdiana, Santa, quien vive con ella y la cuida, pero a la que maltrata cada vez que puede. Aurora tiene un bizarro sueño con monos peludos (sí, no pregunten) y, siguiendo ese sueño, pierde todo el dinero en el casino de Estoril (dinero que le da su hija, que la mantiene pero nunca la visita). Y la que está ahí también para sostenerla es Pilar, su vecina, una mujer algo solitaria y con aspecto de «buen samaritano» que tolera los comportamientos cada vez más paranoicos de Aurora.

Esa primera parte del filme, titulada «Paraíso perdido», se centrará en estos tres personajes a lo largo de unos días: los intentos de Pilar de salir con un «amigo», su participación en causas sociales y su relación con la «extraña pareja» de su mismo edificio. Aurora se volverá cada vez más demandante, mientras la estoica Pilar intenta leer Robinson Crusoe y soportar los embates de la vieja, que cree que la tiene embrujada.

El final de esa sección (que no revelaremos) dará paso a la siguiente, que transcurre mucho tiempo antes (promediando los años ’60, según parece, aunque el combo temporal será difícil de seguir del todo a partir de referencias culturales bastante descabelladas que irán apareciendo) y que muesta a Aurora, joven y bella, una gran cazadora que vive en una casona en la ladera del Monte Tabú, en Africa, recién casada con su marido. El filme será, como en el prólogo, narrado por una voz en off (en este caso de Gian Luca Ventura, un hombre de origen italiano que tendrá su parte importante en la historia) y desaparecerán los diálogos. Esto es: habrá sonidos ambiente, se escuchará tanto música incidental como música tocada en el lugar (Gian Luca y su amigo Mario tienen una banda que, digamos, tiene éxitos con covers de temas de The Ronettes como «Be My Baby» o «Baby I Love You»), pero no los oímos hablar. Sí, un poco como THE ARTIST, pero esto es totalmente otra cosa…

La historia de esta parte (que se titula «Paraíso», invirtiendo el orden del TABU de Murnau, y rodada en Mozambique) involucrará, principalmente, a Aurora y a Gian Luca, que tendrán un affaire amoroso allí, mientras el marido de ella viaja, y con los peligros que la situación conlleva por otras cuestiones que tampoco revelaremos. Esto, sumado a cocodrilos que se escapan, éxitos pop cantados en castellano, portugués y por… The Ramones, además de otras variopintas situaciones, harán el aporte visual al que hay que agregarle una pata fundamental que es el relato y la lectura de cartas que, mayormente, se escuchan en la voz de Gian Luca y que, como las del explorador del principio, tienen un tono romántico, nostálgico y bastante triste.

La película, y particularmente estas partes, me hicieron acordar mucho a HISTORIAS EXTRAORDINARIAS, de Mariano Llinás, en la manera en la que texto e imagen se complementan, en cómo la voz va llevando al espectador a atravesar situaciones cada vez más absurdas y enrarecidas sin perder jamás la honestidad, la sinceridad emocional en el relato. Hay algo en el choque ese que funcionaba bien allí y lo hace también acá: el texto poético pero realista (especialmente en su tono) otorga a los delirantes hechos que se narran una suerte de plataforma sensible, una conexión emotiva, que hace que ninguno de los dos se dispare por su lado del todo. Por más bizarras que puedan ser las situaciones, se sienten como reales y esencialmente tristes y hasta conmovedoras.

Eso, en parte, la convierte en una gran película. Claro que no es todo ya que las imágenes creadas por Gomes (y el director de fotografía Rui Pocas, que hizo AQUEL QUERIDO MES DE AGOSTO y MORIR COMO UN HOMBRE, nada menos) son de una gracia y un lirismo a la altura de los maestros del cine mudo con los que la película conversa/dialoga. Pero resulta difícil desarmar del todo a una película como TABU. Hay algo en ella que es mágico -especialmente la segunda parte, que tapa un poco a la primera-, que envuelve al espectador en una especie de recuerdo africano colonial pero en un mundo paralelo, en el que todo es «bigger and weirder than life» y donde el sentido del romance y de la aventura son los motores esenciales.

Hablando con Sergio Wolf -al que le encantó la película, que estará en el BAFICI, con presencia de Gomes, quien también será jurado-, me comentaba su idea del juego de palabras del nombre de nuestro personaje italiano (búsquenlo, está arriba y es bastante evidente) y cómo, en cierto sentido, ese espíritu cinéfilo y aventurero, dan marco y llevan a volar a esta película maravillosa, de lo mejor que se vio en años en la Berlinale, y más todavía en la competencia oficial.

Iba a seguir con una cuarta película del día, pero veo que me entusiasmé escribiendo de Gomes y ahora es imposible seguir con los cinco filmes, entre pasables y mediocres, que me toca reseñar a continuación. Eso puede esperar hasta mañana…