Diario del Festival de Berlín – Parte 6

Diario del Festival de Berlín – Parte 6

por - Críticas
19 Feb, 2012 05:30 | comentarios

Ya de regreso a Buenos Aires, me toca completar las películas que vi en la Berlinale hasta totalizar 27 en 7 días (fue más corto que otros este festival). Hacerlo es, en la mayoría de los casos, una especie de compromiso asumido con el lector, ya que ninguna me atrajo demasiado, van de flojas a […]

Ya de regreso a Buenos Aires, me toca completar las películas que vi en la Berlinale hasta totalizar 27 en 7 días (fue más corto que otros este festival). Hacerlo es, en la mayoría de los casos, una especie de compromiso asumido con el lector, ya que ninguna me atrajo demasiado, van de flojas a pasables, y no creo que ninguna vaya a quedar en la historia. Digo, al menos no quedarán en mi historia personal, ya que algunas de ellas ganaron importantes premios en Berlín y, tal vez, la gente las recuerde, al menos un tiempo, pese a todo.

Empecemos por una película que ganó dos premios y que a mí me interesó poco y nada. Se trata de A ROYAL AFFAIR, un drama de época danés, producido por Zentropa, que prueba que los otrora «subversivos» cineastas del Dogma ’95 ahora pueden hacer una convencional película de época sobre cortes del siglo XVIII como cualquier británico que se precie. Esto es: una película correcta, prolija, anodina, perfectamente decorada para la boda y con muy poca densidad emocional. Tal vez la película -centrada en la joven princesa inglesa que llega a la corte danesa para casarse con el rey, que resulta ser un imbécil, y termina enganchada con el cada vez más poderoso doctor- tenga éxito de público en diversos países, pero en un festival de cine debería funcionar como relleno, como descanso, como pausa si se quiere para algunos críticos quejosos que piden cada tanto «una película normal». La de Nikoaj Arcel es eso: una película normal. Bah, seamos honestos, ni siquiera llega a ser normal del todo.


JUST THE WIND
, del húngaro Bence Fliegauf (ahora se hace llamar así, es el mismo de DEALER), te va tirando de a poco con todo en el miserabilismo y la explotación morbosa posible en una película cada vez más excecrable que ganó el Gran Premio del Jurado. Por suerte, tiene la dignidad de poner un cartel al principio del filme en el que avisa que muchos gitanos rumanos fueron asesinados entre 2008 y 2009 en Hungría, así nos preparamos, como en un largo cadalso, para todo lo que viene después. El filme arranca relativamente bien, contando una especie de minuto a minuto de una madre y sus dos hijos a lo largo de un día de trabajo, estudio y vagancia en el lugar bastante denso en el que viven -una zona boscosa y abandonada en las afueras de Budapest- y con la amenaza ya anunciada de que hay gente peligrosa matando gitanos por ahí.

Cada paso que dan los va llevando inevitablemente a las zonas más oscuras y cada pequeño rayo de luz en sus vidas es la marca de lo que se perderán. La escena en la que la Policía recorre la casa de unos gitanos asesinados para plantear cual es su mirada (hay que matar a los gitanos sucios y vagos, pero son unos tarados los que matan a los gitanos trabajadores, porque nos hacen quedar mal) termina casi reflejándose en la mirada del director, que muestra a familias que -a diferencia de la protagónica- está en un estado de completo abandono, casi poniendo al espectador a pensar como el policía. «¿Podrían matar a ellos, no, en lugar de esta gente trabajadora, con ideas, que quiere irse a Canadá?» No, señor, el mundo es un lugar horrible en el que las peores cosas le pasan a los «buenos» y cada paso que dan parece enterrarlos cada vez más. Los últimos 20 minutos son inmirables, indignos de hasta un Iñárritu, digamos…

La alemana MERCY, de Mathias Glasner (FREE WILL) es larga, tediosa y su idea central es de un libro de autoayuda malo. Una pareja alemana que no se lleva nada bien se va al norte de Noruega, arriba del Círculo Polar, donde es de noche por meses (¿la cachan la idea?) y luego les pasa algo terrible (ella, como en LA MUJER SIN CABEZA, atropella «algo» en la ruta, se escapa y empieza a obsesionarse con que mató a alguien) y, finalmente, cuando empieza el «midnight sun»(cuando es de día las 24 horas), las cosas se resolverán felizmente, porque la luz saldrá y porque lo mejor que podés hacer para resolver tus problemas de pareja es atropellar a alguien y matarlo. Con eso, desaparecen todos los problemas de convivencia conjugal. Glasner te lo garantiza.

El que, a esta altura, te garantiza algo parecido a una tortura cinematográfica es el cineasta antes conocido como Alex de la Iglesia. Calculo que su paso por la Academia de Cine le habrá producido algún tipo de daño cerebral profundo porque de otra manera no se explica el bajón enorme de su carrera. Si bien ya hace rato que no hacía grandes películas (¿desde LA COMUNIDAD, que tampoco es la gran cosa?), con LA CHISPA DE LA VIDA llega a un nivel de berretada inesperado, porque la película está mal en cosas que uno da por sentado que el realizador puede hacer bien: cierto sentido del ritmo, actuaciones intensas. Acá ni siquiera está eso. El resto es un tontera que quiere denunciar las miserias de las cadenas televisivas y de la gente que le entrega su vida a ellas (en este caso a partir de un accidente freak que le ocurre a un hombre sin trabajo en un lugar público que, parece, no sólo convoca a los medios de todo el mundo sino que hace que los diarios se editen a las 11 de la noche cuando la supuesta «gran noticia» está en pleno desarrollo), que termina explotando esas mismas miserias que supone denunciar. No sé, la odiosa película de los payasos era insoportable, pero al menos era personal y tenía sangre. Esta, ni eso, es tan calculada como el accidente del José Mota este…

Y, por favor, no pongan más títulares de diarios con punto final. No existen, nadie lo hace, presten atención un segundo nada más.

A los que se hicieron ANTON CORBIJN: INSIDE OUT hay que agradecerles haber salido de los caminos previsibles de la biografía «by the numbers» de una figura exitosa, en la que conocemos toda su obra y sus amigos famosos dicen lo genial que es. No, la película es chiquita, íntima, personal, intenta conocer a Corbijn y transmitir su arte, su personalidad y su trabajo. El tema es que el artista, cineasta, fotógrafo, es una figura un poco parca y elusiva, por lo que la película no consigue llegar muy lejos con esa apuesta. Digo, en la charla le preguntan cosas personales y él decide no contestarlas. Corbijn pone o acepta que un equipo de gente haga un documental sobre él y después no dice mucho… Dios, estos holandeses!

De cualquier manera, lo pasé bien, fue una de las películas que más me interesó ver en esos últimos días de decadencia post TABU, de la Berlinale, y si bien me dejó con la sensación de quedarse corto en la propuesta, sólo verlo trabajar, sacar fotos, a Anton y ver luego los resultados, es un pasatiempo mucho más agradable que cinco minutos con cualquier personaje de Alex de la Iglesia.

La película bizarra del festival quedó para el final. Para ser honesto, FLYING SWORDS OF DRAGON GATE, no es una película bizarra ni mucho menos. Es una superproducción china en 3D dirigida nada menos que por Tsui Hark, protagonizada por Jet Li, e inspirada en un clásico del wuxia de Hong Kong como es DRAGON GATE INN. No sólo eso, lleva recaudados unos 100 millones de dólares en China, por lo que se ubica entre las tres películas más taquilleras de la historia de ese país. Pero de cualquier manera, es una bizarreada…

Quiero decir, hay muy pocos filmes de artes marciales de época (wuxia) en 3D y Tsui pone toda la carne al asador. Así como era en el 2D, el cine de acción asiático usa el 3D como no se atrevería el cine occidental: tirándote la pava con agua caliente en la cara, al punto de por momentos pasarse de efectista y agotar. Pasa eso, por un lado, y hay otros dos problemas: el nivel del 3D no es lo suficiente bueno como para que no se note la cantidad de animación digital que el filme tiene, tornando las peleas excesivamente improbables, aún con los parámetros del género. Y, por otro lado, los plots excesivamente complejos de este tipo de filmes, se tornan especialmente pesados en 3D, con personajes en permanente «estado de exposición de trama», como en EL ORIGEN, en el que antes de pasar a la deseada siguiente secuencia de acción hay que explicar durante 20 minutos qué cuernos está pasando, cuando en este caso es muy poco claro y a nadie le importa demasiado.

Si uno tolera esa especie de «lectura del manual de instrucciones», las locas secuencias de peleas son bastante impresionantes. Si bien nunca nos creemos que alguien puede salir lastimado (como en los filmes de Jackie Chan), la libertad de imaginación que el 3D y los CGI le dan a estos directores permiten que saquen sus ideas más locas e improbables y crear secuencias por momentos delirantemente fabulosas. Sí, hay unos 30/40 minutos de diversión asegurada, sólo que la película dura más de dos horas.

Y así se terminó el festival. Ahora falta un post con mi opinión sobre los premios, el puntaje de las películas que vi y adiós Berlinale, hasta el 2013, tal vez…