Cannes 2012: Daniels, Ruiz, Wakamatsu, Leon, Im Sangsoo

Cannes 2012: Daniels, Ruiz, Wakamatsu, Leon, Im Sangsoo

por - Críticas
02 Jun, 2012 10:03 | Sin comentarios

Hora de continuar desgranando los títulos que faltan de Cannes. Pasaron apenas 6 días desde que terminó, pero ya tengo la sensación de que fueron semanas. Esa, insisto, es una de las cosas que más me preocupan de los festivales de cine: el choque cada vez más intenso que hay entre la inmediatez, el consumo, […]

Hora de continuar desgranando los títulos que faltan de Cannes. Pasaron apenas 6 días desde que terminó, pero ya tengo la sensación de que fueron semanas. Esa, insisto, es una de las cosas que más me preocupan de los festivales de cine: el choque cada vez más intenso que hay entre la inmediatez, el consumo, la gula y el tipo de cine que se ve, que requiere de tiempo y decantación para ser procesado y analizado como se debe. Cada vez más tengo la sensación de que un festival como Cannes es un test: uno ve la película, la testea, chequea más o menos cómo está para después sentarse y volver a verla antes de escribir seriamente sobre ella. Por eso, en un punto, estas «minicriticas» funcionan como un primer acercamiento a esos filmes. Hay que volver a verlos y analizarlos en su momento…

Sigamos, a nuestro habitual ritmo de cinco películas por post, desentrañando Cannes 2012.

THE PAPERBOY, de Lee Daniels. Apenas terminada la proyección, abucheada, de la película en Cannes, ya se encontraban en Twitter comentarios agresivos de todo tipo sobre la película, la mayoría de ellos burlones. Uno, sin embargo, me llamó la atención. Se preguntaba si Daniels no iba a camino a convertirse en uno de esos malos cineastas que uno ama, o que a uno lo divierten, por lo camp, sobrecargado, bizarro, de su cine. Es que si uno toma el plot de THE PAPERBOY es el de una novela negra, clase B, con mucho de sexo, violenta y agresiva, casi sin concesiones. Pero Daniels hace de eso un pastiche bastante absurdo, con Zac Efron semidesnudo toda la película, una Nicole Kidman desatada, y hasta John Cusack dando rienda suelta a lo que le saliera. Ese grotesco, sin embargo, me entretuvo más que otros thrillers que ofrecen el mismo tipo de estructura narrativa, pero que se lo toman en serio. Quiero decir: la película es, literalmente, cualquier cosa, de lo peorcito que vi en Cannes. Pero entre aburrirme con un policial convencional, prefiero entretenerme con uno absurdo, esperando a ver si a Zac Efron se lo come un cocodrilo o algo así… Y recordarlo con una sonrisa.

LA NOCHE DE ENFRENTE, de Raúl Ruiz. Admito que, como fue la última película que vi en Cannes, algo desfalleciente, me costó seguir el ritmo de este filme póstumo de Ruiz. Por momentos lo encontré un poco enamorado de sus propias ocurrencias -visuales y verbales- y por otros me parecía ingenioso, jugado, muy original desde su puesta en escena cadenciosa, de esos planos larguísimos y móviles que le son tan propios, de la forma en la que de alguna manera no hacía otra cosa que hablar de su propia muerte en cada fotograma. Como Resnais, un veterano Ruiz filmó con mucha maqueta de fondo y muchos juegos narrativos paralelos. Da la impresión, ya lo dije antes, que a cierta edad los cineastas se liberan, en una especie de «hago lo que se me da la gana» que tiene resultados, a veces, geniales (Rohmer hizo lo mismo, Wakamatsu algo similar). Aquí, por momentos es genio puro, por otro regodeo en ese genio. En todo momento, puro Ruiz.

11:25 THE DAY MISHIMA CHOSE HIS OWN FATE, de Koji Wakamatsu. Un cineasta de izquierda como Wakamatsu contando los últimos años de vida del escritor Yukio Mishima, época en la que se puso, digamos, fascista (militarista, tradicionalista, antirevolucionario), prometía el encuentro con algo extraño, extravagante, fuera de lo común. Y el filme lo es… al no serlo. Wakamatsu narra linealmente, con mínimos elementos (dos o tres locaciones, no más de 10 actores), la radicalización política de Mishima que llegará a una suerte de fallido «golpe de estado» y el consecuente suicidio al darse cuenta que el pueblo no apoya su reclamo y el de los cuatro fanáticos que lo seguían, literalmente, a muerte. Minimalista, sin ironías ni nada parecido, recorriendo casi metódicamente los hechos que llevaron al escritor a esa situación, Wakamatsu cuenta la historia de una manera directa y casi teatral por momentos dejando que el espectador descubra, reconozca, el grado de absurdo al que llega la situación. O no. En un punto, también reconociéndose en una persona que pelea por una causa absurda, perdida, sin importarle casi nada más.

GIMME THE LOOT, de Adam Leon. Cine independiente neoyorquino minimalista y hecho con pocos recursos, la película de Loot es un «detour» en la vida de dos jóvenes del Bronx (chico y chica, los de la foto) que hacen graffittis y planean «bombear» una manzana gigante que sale cuando se conectan «home runs» en el estadio de los Mets. Pero esa es la excusa argumental que sirve para mostrar el día en la vida de estos chicos, sus choques con una chica de la burguesía neoyorquina a la que él le vende droga, luego conquista y ella más tarde rechaza, concluyendo en un bastante patético intento de robo a su casa. Las agresiones que sufre ella tratando de conseguir dinero es otra línea narrativa que se juntará con la otra. Al final, en esas simpáticas microaventuras, se arma una historia de amistad entre un hombre y una mujer (¿de amor?) que se sostienen el uno al otro en el marco de una ciudad que, sutilmente o no tanto, los margina.

THE TASTE OF MONEY, de Im Sangsoo. No me explico qué hacía esta mezcla de melodrama, thriller y comedia coreana en la competencia. No por la mezcla de géneros -que es algo habitual en el cine de allí- sino por su mínimo interés y su banal trama. Otro filme de Im Sangsoo sobre las vidas bizarras de multimillonarios que son como telenovelas inflamadas en la que sí, nos enteramos que lavan dinero, engañan a sus mujeres, maltratan a sus empleados y cosas por el estilo… Nada que no se vea en la novela mexicana del momento. Al ver casi anualmente un filme de gran producción coreana en Cannes (Hong no cuenta) me pregunto si no es algún tipo de acuerdo con las grandes compañías de ese país, o un deseo de promover ese tipo de cine que se pretende «grande y de autor» a la vez. Esta película, por lo menos, no es un buen ejemplo de ese combo.