Prohibido para mayores de 13 años

Prohibido para mayores de 13 años

por - Críticas
16 Jul, 2012 08:44 | comentarios

Por Diego Lerer El jueves leía en un medio de la industria estadounidense las predicciones de taquilla para el estreno allí de LA ERA DE HIELO 4, que llegó a la Argentina un par de semanas antes. Hablaban de unos 40 millones de dólares, aproximadamente, para todo el fin de semana (terminó haciendo 46, superando […]

Por Diego Lerer

El jueves leía en un medio de la industria estadounidense las predicciones de taquilla para el estreno allí de LA ERA DE HIELO 4, que llegó a la Argentina un par de semanas antes. Hablaban de unos 40 millones de dólares, aproximadamente, para todo el fin de semana (terminó haciendo 46, superando las expectativas). Allá mismo, una semana antes, EL SORPRENDENTE HOMBRE ARAÑA había recaudado en un fin de semana largo… unos 137 millones.

En la Argentina el asunto fue prácticamente inverso. Aún en su segunda semana, LA ERA DE HIELO 4 duplicaba -o casi triplicaba- el estreno de EL HOMBRE ARAÑA y al día de hoy uno puede calcular que mientras la primera película superará los 3 millones de espectadores (cifra a la que llegan muy pocos filmes), la segunda rondará el millón. En los Estados Unidos seguramente será inversa la taquilla, con el superhéroe más que duplicando al filme animado.

Uno podría decir que se trata de un fenómeno específico y aislado, que elijo una película de animación muy exitosa frente a un filme de superhéroes que no funcionó del todo bien aquí. No es así: a lo largo de los años -y cada vez más en los últimos 3, 4-, las películas de animación para chicos superan por lejos en taquilla a los llamados «tanques» para un público más adolescente y ni hablar del adulto: de EL CABALLERO OSCURO a IRON MAN a X-MEN, lo que sea. La única película de ese «subgénero» que logró colarse en las «alturas» de filmes de animación como LA ERA DE HIELO 4, TOY STORY 3 y SHREK PARA SIEMPRE fue LOS VENGADORES, que fue un éxito descomunal en todo el mundo. Imagino que, salvo que sea una bomba taquillera descomunal, ni EL CABALLERO OSCURO ASCIENDE llegará a los valores de esos filmes: apunta a un público más adulto que LOS VENGADORES sin ir más lejos.

Y hasta los filmes que apuntan a un público intermedio entre el infantil y el joven, como la saga de HARRY POTTER, tienen en la Argentina menos convocatoria que, digamos, MADAGASCAR 3. Y ni hablar de sagas como CREPUSCULO o LOS JUEGOS DEL HAMBRE, que están muy lejos aún de las películas de animación «promedio» como, digamos, MI VILLANO FAVORITO. Y si se miran los Top 10 anuales de la Argentina en relación a otros países, se verá que la abrumadora mayoría (7, 8 películas) son para chicos, mientras que no sucede lo mismo en todos lados.

Pero de lo que realmente me interesaba hablar acá no es de estadística, sino tratar de entender porqué sucede eso y cuáles son las características del mercado de cine nacional que lo hace tan favorable a los filmes de animación, en una proporción tan inversa a los Estados Unidos y también bastante diferente a Europa, al punto que -salvo excepciones- los récords de estreno aquí siempre los marcan esos filmes y no los de acción, aventuras o superhéroes, como sucede en otros lados.

En principio, habría una explicación básica: ante los precios no demasiado accesibles del cine y el bajo promedio de concurrencia que hay en el país (se calcula que se venden unas 50 millones de entradas en un país con 45 millones de habitantes, así que es muy fácil calcular cual es el promedio de veces que cada argentino va al cine: sí, una vez y algo por año), la «salida con los chicos» sigue siendo uno de los componentes sociales ineludibles de las clases sociales que siguen yendo al cine. En países con mayor promedio de concurrencia, los chicos son un componente más de esa mezcla de generaciones que concurre al cine.

Aquí, en cambio, tengo la impresión de que para los chicos/adolescentes de más de 14, 15 años, la salida al cine ha perdido peso o ha sido mucho más perjudicada por la piratería. Cualquier padre sabe que, más allá de entretenimiento familiar hogareño, a los niños pequeños se los lleva al cine como actividad social, como salida familiar, como recreación. El público de las películas de superhéroes, en cambio, no sólo se ha vuelto más «hogareño» (digamos, más bien, online), sino que tiene al cine enmarcado dentro de otras opciones: videojuegos, películas pirateadas o bajadas de internet, series y, claro, otro tipo de salidas con amigos.

Esa especie de crisis, de elección acotada del gasto cinematográfico (una salida al cine en fin de semana implica para cuatro personas unos 250 pesos sólo en entradas y algún combo comestible: no cuento si se va a comer ni gastos de traslado) hace que la infantil sea la primera opción y, en muchos casos, la única posible. Ante esa situación, parece obvio que MADAGASCAR 3 será una opción preferible a EL SORPRENDENTE HOMBRE ARAÑA.

Pero uno podría pensar que esto mismo sucede en todos lados. Argentina no es el único país que tiene o vive este tipo de situación, digamos, demográfica, cultural, social y económica. Lo que me sigue pareciendo, en cierto sentido, un misterio, es porqué eso sucede aquí con mucho más fuerza que en otros lugares. ¿Cuáles son los parámetros culturales o los hábitos sociales por los cuales cifras como las de LA ERA DE HIELO 4 y EL HOMBRE ARAÑA son inversamente proporcionales?

Uno podría recoger datos específicos para encontrar explicaciones: la cultura de masas en los Estados Unidos está mucho más dirigida a un público adolescente y el marketing los ataca a ellos de una manera más virulenta que a los pequeños. Uno podría escudarse en el hecho de que los superhéroes tienen en ese país una tradición cultural -los cómics, básicamente- mucho más fuerte que acá. El peso propio de nombres como THOR, CAPITAN AMERICA y hasta IRON MAN es mucho más fuerte en EE.UU. que en el resto del mundo. Acaso BATMAN y EL HOMBRE ARAÑA sean más «universales», pero aún así no compiten con CARS 2 o, a juzgar por sus primeras cifras, VALIENTE. La cultura «nerd/fanboy» (sin ánimo de ofender a nadie, es sólo una tipificación/simplificación) no es tan masiva, enorme y culturalmente fuerte aquí como lo es en los Estados Unidos. Sólo vean la repercusión que allí tiene Comic-Con y se darán cuenta de lo que hablo…

Además, una de las cosas más curiosas no es la enorme taquilla, la larga vida comercial y el dinero que recaudan luego en otros formatos los filmes para chicos (ahí sí, imagino que la piratería complica también a los más chicos: en la compra de DVDs), sino que hasta superan cómodamente a las películas de superhéroes en los jueves en los que debutan, en los que se supone que los niños van al colegio y no van al cine a la noche, mientras que los adolescentes tienen un mayor rango, digamos, de horarios de entretenimiento. Aquí no hay colas la noche anterior para ver la primera función de LOS VENGADORES, pero sí parece haberlas para la función del mediodía de LA ERA DE HIELO 4. ¿Será que la ansiedad de estar al día, de ser los chicos «cool» del colegio que ya vieron la película, dejó de ser patrimonio de los chicos de 15 y ahora lo es entre los de 8, 9 años?

Exceptuando a los filmes de James Cameron, AVATAR y TITANIC, que son los más exitosos de la historia en todo el mundo, las listas muestran la disparidad de importancia entre filmes de animación y películas para adolescentes aquí y en otros países. Ni siquiera menciono en este post a las películas «para adultos». Eso, ya se sabe, va en camino a la desaparición.

PD. Mientras escribía esta nota salió una columna de Marcelo Stiletano en La Nación (se puede leer aquí), con la que estoy de acuerdo en muchas cosas -las cfiras de estas semanas son, es cierto, contundentes-, pero disiento en otras. En principio, porque no queda del todo reflejada esta disparidad de éxito entre el cine infantil y el resto del cine. Y, a la vez, considero que el éxito de ELEFANTE BLANCO y A ROMA CON AMOR debería enmarcarse en el fracaso de casi todos los demás filmes para adultos (ver EL CHICO DE LA BICICLETA, lanzada en video en 5 salas) o los que, cada vez más, ni siquiera llegan a las salas. Es un éxito, digamos, un poco tramposo.