Diario de Valdivia 1: «small roads», caminos de ida y vuelta

Diario de Valdivia 1: «small roads», caminos de ida y vuelta

por - Críticas
03 Oct, 2012 09:44 | comentarios

Viendo SMALL ROADS, la última exploración geográfica de James Benning, en el Festival de Valdivia, experimenté una situación curiosa. En el filme, que consiste en 47 planos de distintas duraciones en los que se muestran pequeñas rutas desparramadas a lo largo de los Estados Unidos, se ven varias rutas pequeñas que, en muchos casos, recorren […]

Viendo SMALL ROADS, la última exploración geográfica de James Benning, en el Festival de Valdivia, experimenté una situación curiosa. En el filme, que consiste en 47 planos de distintas duraciones en los que se muestran pequeñas rutas desparramadas a lo largo de los Estados Unidos, se ven varias rutas pequeñas que, en muchos casos, recorren escenarios muy parecidos a los de las afueras de esta ciudad del sur chileno. Caminos que atraviesan bosques de árboles altísimos con nubes que los cubren y con algún solitario auto cruzando a través del plano. Muy parecidos, de hecho, al recorrido que hice viniendo desde el aeropuerto de Valdivia a la ciudad propiamente dicha.

Mientras veía esos planos (no todos son así, pero hay bastantes, a los que hay que sumarles otros con montañas nevadas a lo lejos, algo que también es común aquí) pensaba en la gente sentada en el cine, muchos de ellos estudiantes universitarios. Como es usual en las películas de Benning, muchos espectadores se retiraban en algún momento, y yo no podía dejar de pensar que al salir del lugar tal vez alguno recorrería alguna ruta similar.

Esa paradójica relación entre un cine que intenta acercarse a una representación bastante ajustada del mundo real y, bueno, el mundo real, todavía resuena en mi cabeza. Una parte mía se fastidiaba por el hecho de verlos dejar la sala mientras que, por otro lado, pensaba que tenía más sentido sentarse a admirar esos paisajes en su habitat natural más que capturados -de manera bella, elegante, sutil, encantadora- por la cámara de Benning.

Esto no intenta desmerecer al filme. De hecho, ni siquiera es una crítica de SMALL ROADS (una película que, casi, no necesita crítica: es lo que uno sabe que será un filme de Benning con planos fijos de 47 rutas), sino un intento todavía confuso de pensar la relación entre el cine y el mundo real. Yendo un poco más acá, en el hecho de tener un festival de cine en un lugar como Valdivia.

Es claro que para los que venimos de urbes enormes y grises como Buenos Aires, el esplendor visual de esta ciudad y lo que lo rodea (bosques, lagos, bellísimos árboles y montañas) invita más a recorrerla que a ver cine. Y, yendo aún más lejos, te lleva a preguntarte sobre la necesidad de la experiencia cinematográfica en todo sentido. La reflexión obvia es la siguiente: ¿qué hacemos todos aquí sentados cuando podríamos estar disfrutando de estas mismas cosas en su estado natural?

Pero no vivo acá y como seguramente podría atestiguar mi amigo y colega Roger Koza -que sí vive en un lugar bastante más parecido a éste que a Buenos Aires-, la apreciación de la naturaleza no debería quitar la posibilidad o la necesidad de disfrutar de expresiones como el cine, aún el que se centra en esa misma naturaleza. Tal vez sólo a nosotros -los que habitamos universos de departamentos, edificios, avenidas, micros, bondis, colectivos, metros, taxis, autos, bocinas, ruidos y demás- nos llama la atención, ya que imaginamos que, aquí, cualquier actividad a cielo abierto parece mejor que meterse en una sala de cine.

Seguramente no lo sea. Como queda claro hasta en la propia publicidad del festival, en Valdivia llueve muchísimo (es genial cómo la ciudad asume la lluvia casi como un atractivo turístico más) y probablemente el cine sea un excelente refugio para esas situaciones. Viendo las rutas boscosas, nubladas y lluviosas de SMALL ROADS, de Benning, sin embargo, era imposible no pensar en estar virtualizando, tercerizando una experiencia «documental», transformando el mundo real en una experiencia bella, sí, pero en dos dimensiones y sin los otros beneficios que, aseguran, tendría el contacto menos mediatizado con la naturaleza.

En cierta forma, SMALL ROADS es una película autorreferente y, en más de un sentido, sirve para reflejar la experiencia de viajar a un festival de cine: salir de un mundo para ir a otro mundo en el que se nos muestra otro mundo. Una doble mediatización de la experiencia. En este caso, aún más raro porque ese mundo que se observa en la pantalla es muy parecido al que se ve fuera de la sala. Si el cine nos devuelve un reflejo de lo real, nada más extravagante y extraño que ver SMALL ROADS aquí, donde mirar por la ventana y mirar la pantalla son casi la misma cosa.

Nota: una de las fotos no es de la película, sino de Valdivia. Apuesto que no es sencillo adivinar cuál.