TV: «Vinyl» (Temporada 1)

TV: «Vinyl» (Temporada 1)

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02 May, 2016 08:33 | comentarios

En los papeles, VINYL sonaba como una propuesta irresistible, no podía fallar: la combinación de un veterano de dos grandes obras de la televisión contemporánea como Terence Winter (guionista de LOS SOPRANO y creador y show-runner de BOARDWALK EMPIRE), con Martin Scorsese y Mick Jagger (que no necesitan presentación) como productores ejecutivos en un show sobre […]

Vinyl-Key-Art-FINALEn los papeles, VINYL sonaba como una propuesta irresistible, no podía fallar: la combinación de un veterano de dos grandes obras de la televisión contemporánea como Terence Winter (guionista de LOS SOPRANO y creador y show-runner de BOARDWALK EMPIRE), con Martin Scorsese y Mick Jagger (que no necesitan presentación) como productores ejecutivos en un show sobre la industria del rock en la Nueva York de los ’70. La fórmula parecía infalible, solo había que poner en marcha la maquinaria y empezar a juntar premios y ovaciones por doquier.

Pero algo falló, algo no salió como se esperaba. Es difícil articular exactamente qué es lo que salió mal, pero lo cierto es que VINYL casi nunca se aproximó a lo que pensamos que podía ser. Son muchos los errores, muchos los problemas, y más allá de algunos muy buenos momentos y música notable, la primera temporada de la serie puede considerarse un claro fracaso en casi todos sus aspectos. La idea acá, con la menor cantidad de spoilers posible, es tratar de entender porqué no funciona.

vinyl-review_article_story_largeEl planteo quedó claro de entrada en el episodio doble piloto que dirigió el propio Scorsese. El universo de VINYL –para los conocedores del mundo scorseseano– es clarísimo en su linaje: una trama digna de BUENOS MUCHACHOS con algunos toques de CASINO EL LOBO DE WALL STREET, un mundo (la Nueva York de los ’70) muy cercano al de TAXI DRIVER y un tema que se toca con el de EL ULTIMO VALS y otros documentales sobre bandas y solistas de rock que dirigió el neoyorquino. En síntesis: la idea era tratar la industria de rock como otro de esos caóticos universos de negocios oscuros que Scorsese ya exploró, donde los detalles del funcionamiento van revelando una cercanía demasiado peligrosa con las mafias, el poder, la policía y el crimen organizado.

El protagonista, Richie Finestra, es un hombre metido en el enervante e intenso torbellino de la industria musical, un mundo de negocios turbios, alcohol y drogas. Tiene, además, permanentes problemas matrimoniales, líos con las mafias y la ley lo sigue de cerca por motivos que se irán develando muy rápidamente. Si a esto le sumamos que el protagonista es italoamericano y el resto de su «banda» está compuesta por otros outsiders no hay nada fuera de lugar. Es todo demasiado perfecto. Casi de manual.

vinyl4Y ahí es donde, entiendo, empiezan los problemas. VINYL está pensada –por Winter, Scorsese y compañía– como una suert de summa, de grandes éxitos, de grandilocuente saga que invoca el nombre, los temas, el universo y la forma de narrar del director pero nunca parece ganárselo por derecho propio. Es como una impostación, como el trabajo de un talentoso y millonario imitador que se ha propuesto hacer un show en su homenaje. E, inclusive el propio Scorsese, ya que el piloto dirigido por él no escapa a este problema. Y el problema central es el guión: un catálogo de lugares comunes y clichés del rock neoyorquino en los ’70 que por momentos parece escrito con Wikipedia y una serie de libros de historia del rock como guías.

A Finestra (un excesivo Bobby Cannavale) lo conocemos en 1973 cuando es ya un célebre ejecutivo de un sello discográfico independiente a punto de vender su compañía al conglomerado alemán Polygram. Está casado con una bella fotógrafa (Olivia Wilde) con la que tiene problemas todo el tiempo y rápidamente se topa con dos grandes novedades en su vida: se enreda en una (innecesaria y poco creíble) situación policial por la que termina involucrándose en un asesinato y, en medio de una intensa noche de drogas y alcohol, cree ver el futuro del rock en un concierto de New York Dolls mientras el mundo alrededor suyo empieza, literalmente, a caerse a pedazos. Por eso, entre otras cosas, decide no vender su sello y seguir apostando por una independencia que le trae más complicaciones que beneficios.

vinyl-620x412Así leido puede no sonar mal, pero el tono de la serie es tan ampuloso y grandilocuente, la mayoría de sus personajes tan desagradables de entrada, y los cruces con figuras del rock y momentos claves de su historia son tan permanentes que por momentos parecen paródicos. Por más que uno pueda entender que en la Manhattan de los ’70 esta cercanía era posible, el approach a la FORREST GUMP de VINYL, el de estar siempre en el lugar correcto y en el momento justo en el que «algo importante pasó», es irritante y poco creíble.

Y a esto hay que sumarle algo, para mí, clave: como la reciente THE NEWSROOM, VINYL tiene el problema de revisar la historia desde una perspectiva analítica posterior. Es decir: vivencian el «presente» de la trama habiendo leído los libros sobre esa época, por lo que siempre nuestro antihéroe sabe qué bandas son cool y cuáles son grasas, cuáles serán exitosas y qué otras fracasarán, y así… Y yo estoy seguro que en 1973 nadie despreciaba la mayoría de las bandas que VINYL desprecia (las de rock progresivo y sinfónico, ciertos cantautores melódicos) y eran esos grupos los que hacían funcionar a la industria, por más que quede cool mencionar a los Ramones, a los Dolls o a Lou Reed.

Así, entre cameos de famosos (Bowie, Lennon, Marley, Patti Smith, Led Zeppelin, Jethro Tull, Andy Warhol y podría seguir hasta mañana), se desarrolla esta historia que encuentra al frenético Finestra –que toma cocaína como si un camión con acoplado entrara por su nariz y con la cámara tomándolo en forma cenital– cada vez más complicado por el crimen en cuestión, con la policía que lo busca por eso, los problemas específicos de las bandas que maneja (en especial, The Nasty Bits, cuyo cantante es James Jagger) y las que tiene con sus socios, su hastiada esposa, las deudas de su sello, la necesidad de usar dinero de mafiosos, y el scorseseano beso de la muerte: la oferta de transformarse en soplón del FBI.

VINYL-Series-1Pero –más allá de algunos breves flashbacks– nunca conocimos a Finestra antes y eso es un problema serio. La mayor parte de las películas de Scorsese sobre personajes que entran en espirales de este tipo suelen arrancar mostrando una versión idealizada e inocente de ese mundo, una que al protagonista –y a nosotros, espectadores– nos resulta atractiva y fascinante, que nos invita a entrar. En VINYL entramos cuando el universo ya está resquebrajado, cuando todo parece caerse a pedazos, y ese primer encanto nunca aparece. Es la crónica de un caos de principio a fin, y ese viaje narrativo y emocional de los personajes no se produce nunca: están mal y empeoran, parece que pueden zafar y vuelven a caer.

Es curioso que teniendo el tiempo que te da una serie de largo aliento para avanzar de a poco hayan optado por poner cuarta velocidad de entrada: la historia y el mundo ameritaban para entrar en él lentamente, saboreándolo, para llegar al caos para final de la temporada. No hay evolución ni de los personajes ni del tempo narrativo ni de la propia forma a lo largo de la temporada. En las películas de Scorsese se va llegando al montaje intenso y virulento de a poco, aquí nada cambia nunca. Y eso la vuelve reiterativa, circular, lo único que nos da curiosidad es ver qué famoso aparecerá y en qué circunstancias, algo que debería ser secundario.

vinyl3Alguien escribió con mucha razón que VINYL es una serie que cree ser punk pero que es, claramente, rock clásico y hasta prog-rock. No solo en las elecciones musicales (hay una línea narrativa de homenaje a los primeros héroes del rock, con numeritos musicales ad hoc que intenta unir ambas puntas) sino en la forma de estar narrada. La economía narrativa y de recursos del punk, su minimalismo, jamás aparece y la serie no es otra cosa que un enorme, gigante y reiterativo solo de guitarra más propio del rock de estadios al que esas bandas se opusieron que a la música nueva (punk, glam, funk) que dice celebrar. No es tan extraño, después de todo. En sus documentales y en la musicalización de sus películas, Scorsese siempre estuvo más cerca del rock clásico (Bob Dylan, Rolling Stones, The Band, Phil Spector, Eric Clapton, George Harrison, etc) que de los movimientos que empezaban a surgir en 1973 como el punk o la música disco. Y VINYL avanza como una serie escrita y filmada por una generación de baby boomers que no encajan del todo bien en el espíritu de la época, aunque pretendan estarlo.

Esto no quiere decir que no haya buenos momentos, buena música y algunas situaciones valiosas a lo largo de las diez primeras horas de VINYL, pero en relación con las expectativas generadas no queda otra cosa que concluir que se trata de una decepción. No veo del todo mal el alejamiento de Winter de su rol de show-runner para la segunda temporada. Es claro que estaba viendo la serie desde su amor scorseseano-sopraniano y no por lo que el show debía ser. Es de esperar que, jugando un poco a la manera de las nuevas estrellas que vinieron a revolucionar el sonido del rock de los ’70 en la ficción de la serie, que la figura del un tanto más joven Scott Z. Burns (un asiduo colaborador de Steven Soderbergh) le aporte un aire fresco a esta problemática, pero todavía salvable, serie de HBO.