Series: crítica de «Game of Thrones» (Temporada 7, Episodio 3)

Series: crítica de «Game of Thrones» (Temporada 7, Episodio 3)

por - Críticas, Series
03 Ago, 2017 02:32 | comentarios

Con un ritmo acelerado en función de la brevedad de la temporada y la cercanía del final, la serie entregó un capítulo de grandes encuentros, importantes batallas, giros dramáticos inesperados y la muerte de personajes clave. ¿El único problema? Una acumulación apresurada de acontecimientos que casi no permitió detenerse a saborear esos tan esperados momentos.

La nueva temporada de GAME OF THRONES dejó claro, a partir del segundo episodio, que estamos ante una novedosa dinámica para la serie. Una que no está ligada a la dicotomía «libros vs. no libros» sino a una nueva: la extensión de siete episodios en lugar de los tradicionales diez. De algún modo esas dos dinámicas se unen perfectamente para crear un formato televisivo mucho más clásico y tradicional que el que la serie mantuvo, en mi opinión, durante cinco temporadas y media. Desde entonces, con la mira puesta en el desenlace y con solo 17 episodios por delante (los últimos cuatro, plagados de acción, de la sexta temporada, y los 13 de las siguientes), la serie no solo abandonó la complejidad dramática de las primeras temporadas pero también el tempo medido, controlado y de lento avance argumental de aquellos años mozos.

Hoy, GAME OF THRONES es una serie más clásicamente televisiva y mucho menos literaria, más lineal y propulsiva, más pensada como producto puramente audiovisual que esa extraña mezcla entre respeto al texto original y necesidad de atrapar suscriptores que tenía la saga años atrás. Si antes sus showrunners respetaban casi al pie de la letra la «Biblia» del autor y la volvían picante mediante shocks de violencia, sexo y sorpresa (a veces todo junto), hoy la única «biblia» a considerar es la del ritmo narrativo, la acción y el suspenso. Y los siete episodios hacen que el reloj corra más rápido. Si a eso se le suman que muchos personajes han sido eliminados y las rivalidades son más simples y claras, lo que estamos viendo es otra serie.

Lo que sucedió en el tercer episodio parece una versión fast-forward de una temporada completa de las primeras. Seamos sinceros: todo lo que sucedió el domingo habría tomado al menos 5 o 6 episodios en los años más severos de GAME OF THRONES. En el episodio de esta semana (SPOILERS DE AQUI EN ADELANTE) se produjeron situaciones clave como el esperadísimo encuentro de Daenerys y Jon, el reencuentro de Sansa y Bram, la toma con batallas incluidas de dos míticos castillos que mil veces se habían nombrado pero jamás mostrado (Casterly Rock y Highgarden), el ascenso al Top 5 en los charts de popularidad de Euron Greyjoy (al menos en King’s Landing, al menos por ahora), la muerte de un personaje clave como Olenna Tyrell y la resolución, de parte de ella, de una de las intrigas que la serie había guardado durante tres temporadas bajo varias llaves: ¿quién fue responsable de la muerte de Joffrey Lannister? Y hubo más, pero digamos que estas fueron las centrales.

Es cierto que eso lo convirtió en un episodio atrapante en cuanto a avances narrativos, pero a la vez le impidió profundizar en cada uno de esos momentos con la excepción, acaso, del encuentro entre «el fuego y el hielo» (sí, un personaje lo dice en voz alta, ¡ay!) que tuvo su desarrollo y sus complicaciones pero que, aparentemente y de la manera menos pensada, parecen ir en camino de resolverse. Fue un episodio de absoluto fan service, de esos que permiten tachar en el cuadernito de deseos unos cuantos casilleros y avanzar hacia la próxima lista de pedidos. Ya saben que no falta mucho para que Arya llegue a Winterfell después de una larga gira, sin ir más lejos. Vayan preparando el tuit.

Los únicos que todavía están haciendo precalentamiento (es una manera de decir, obvio) son los White Walkers, The Army of the Dead y otros zombies amigos. Son, como parece tenerlo en claro el bueno de Snow, Jon Snow, las figuritas difíciles con las que tendrán que toparse tarde o temprano, pero todo parece indicar que esta temporada se dedicará, como él mismo lo dijo, a resolver el «juego de niños» que es la pelea entre los humanos y la temporada que viene será, definitivamente, dedicada al invierno y sus criaturas en todo su esplendor. Si los muchachos de hielo estarán luchando contra dragones o contra el buscado «dragonglass» no se sabe, ya que con lo mal que la está pasando Daenerys y su seleccionado de soldados –que parece más perdido que el equipo brasileño en el primer tiempo del 7 a 1 contra Alemania del último Mundial–, quizás el trío más hot desde la MSN no llegue vivito y coleando (sí, lo sé, perdón) al final del partido. Si el Barcelona no pudo retenerlos a todos, quizás tampoco pueda la rubia de los quince títulos honoríficos.

El episodio tuvo sus grandes momentos (el cierre de Oleanna, Top 10), sus chistes para la hinchada (redoble de tambores para Ser Davos en plan Indiana Jones y guiño de guionista para el diálogo entre Tyrion y Jon mirando el mar), sus batallas apresuradas y confusas (¿eso era Casterly Rock?), sus reencuentros misteriosos (Bran debe estar fumando algo pesado) y un discurso de Littlefinger a mitad de camino entre la filosofía budista y la sanata a lo Christopher Nolan en INCEPTION que sonó, curiosamente, intrigante y no tan previsible como lo que suele salir de la maliciosa boca del muchacho con el carnet 001 del Club de Villanos de la Tele.

Así que hay que aceptar de ahora en más esta versión full speed de GAME OF THRONES. De ahora en adelante, ya lo sabemos (o ya alguien se lo hackeó a HBO), todo será golpe por golpe, revelación tras revelación, encuentros tras desencuentros. El final se acerca, amigos, y la sutileza quedó –en su mayor parte– en el pasado, en esos tiempos en el que muchos de los protagonistas caminaban del Punto A al Punto B durante una temporada entera. Quedan diez episodios, diez indiecitos, diez horitas y monedas. Es hora del «fuego», del «hielo» y de chocar las copas semana a semana hasta que se acabe la bebida. Ya saben, después del cuarto trago, ya da lo mismo la calidad del producto. Lo que importa es que siga haciendo subir la adrenalina. Y hacia allí vamos…