San Sebastián: crítica de «Three Billboards Outside Ebbing, Missouri», de Michael McDonagh

San Sebastián: crítica de «Three Billboards Outside Ebbing, Missouri», de Michael McDonagh

por - cine, Críticas, Festivales
25 Sep, 2017 06:01 | comentarios

Humor negro, drama y violencia se combinan muy hábilmente en la nueva película del realizador de «In Bruges», protagonizada por unos excelentes Francés McDormand, Woody Harrelson y Sam Rockwell.

El universo y los personajes a los que invita a entrar la nueva película del director de IN BRUGES son, en principio, fascinantes, ya que, si bien responden a ciertas tipologías establecidas del sur norteamericano, a la vez son lo suficientemente ricos y particulares como para generar mucha curiosidad y una extraña forma de empatía. McDonagh tiene el talento para volver casi queribles a seres que por distintos motivos uno consideraría normalmente despreciables, sea por su personalidad, sus comentarios raciales o políticos, o por cientos de otros detalles. Pero nada es blanco y negro en su universo y THREE BILLBOARDS… es una película muy graciosa y dramática a la vez, sobre esos distintos tonos de grises.

De entrada queda claro que el relato se constituirá en base a una serie de choques de tono y contradicciones permanentes. Frances McDormand encarna, como solo ella puede hacerlo, a Mildred Hayes, una mujer agresiva y mala onda. Pronto sabremos sus motivos: nueve meses atrás su hija fue violada y asesinada y no parece haber pistas ni ya más investigación policial sobre el caso. En un costado de una ruta medio abandonada desde la llegada de la autopista se topa con tres enormes carteles publicitarios que hace años no se usan y decide utilizarlos como modo de protesta ante la policía local criticando su falta de accionar. Su acusación es personal y ataca directamente al jefe de la fuerza en Ebbing, Missouri, el Chief Willoughby, encarnado por Woody Harrelson.

El tema es que, si bien la mayoría de los policías de la ciudad son bastante impresentables, el jefe Willoughby no sólo parece ser un hombre noble y responsable sino que tiene cancer y le quedan pocos meses de vida. La va a ver a ella para decirle que no se trata de desidia sino que no hay pista alguna, pero ella –tan dolida como enojada– no da el brazo a torcer ya que espera que el pequeño escándalo local que están causando esos avisos logre que se reactive la investigación. Pero lo que generarán será más y más caos, revelaciones, hechos violentos, muertes y otras yerbas en una comunidad que, a partir de esos avisos, empezará a sacar «sus trapitos al sol» como nunca antes.

La trama incluye policías violentos y racistas (Sam Rockwell), enanos enamoradizos (Peter Tyrion Lannister Dinklage), ex maridos, hijos, esposas viejas y nuevas, madres violentas, publicistas en apuros y otros personajes de una ciudad que entrará literalmente en combustión. Toda esta negrura estará tamizada por un tono humorístico ejecutado con muy buen timing por el extraordinario elenco. A cada situación potencialmente violenta, dramática o emocional la seguirá un gag o una respuesta cómica. Y así avanzará el relato, poniéndose cada vez más duro, sangriento y gracioso a la vez.

McDonagh es un especialista en humor negro y bien se podría decir que ese es el género que enmarca a su película, en una zona habitada por los hermanos Coen, con una temática casi tarantinesca y un universo propio al de novelas policiales de Elmore Leonard o el viejo Jim Thompson, con un nihilista toque irlandés. El problema del filme, el que no le permite en mi opinión alcanzar la grandeza o la calidad a la que parece aspirar, es que su sistema se vuelve demasiado mecánico y hasta previsible una vez que promedia el relato. El constante cambio tonal, la reiterada salida humorística (preferentemente, puteadas muy bien utilizadas) y la necesidad de una y otra vez poner a los personajes en situaciones exageradamente ambiguas tornan al filme demasiado «sobrescrito»: se le notan los hilos todo el tiempo, al punto que uno parecería poder leer el guión escrito sobre la pantalla.

Eso no quita que la película no tenga grandes momentos o que no sea muy divertida o se acerque a tocar temas complejos y de alcances, si se quiere, hasta filosóficos, pero McDonagh casi nunca se permite penetrar la cáscara emocional de esos personajes ya que prefiere siempre cortarla mediante el ingenio y el chiste. Es cierto que tampoco los personajes se permiten demasiada introspección, pero sus actitudes parecen demasiado manipuladas por un guión que los hace actuar y hablar de maneras un tanto caprichosas. Por momentos hay algo demasiado cercano a esa canchera superioridad del cine de los hermanos Coen en el tono y eso le hace perder los puntos que la película gana cuando se atreve a acercarse más en profundidad a las difíciles y conflictivas emociones que atraviesan sus personajes. Y es una lástima que eso suceda porque, como decía al principio, el universo y los personajes del filme son tan ricos que merecían ser tomados un poco más en serio y con menos guiños de guionista cool. Así cómo está, THREE BILLBOARDS es una por momentos muy buena película que, por exceso de condescendencia, dejó pasar la oportunidad de ser una obra maestra.