Festivales: crítica de «Outrage Coda», de Takeshi Kitano

Festivales: crítica de «Outrage Coda», de Takeshi Kitano

por - cine, Críticas, Festivales
04 Nov, 2017 01:54 | Sin comentarios

En el cierre de su trilogía de yakuzas, el realizador de «Zatoichi» vuelve a encarnar a Otomo, el ahora veterano gángster casi retirado que se ve forzado a volver a la acción a liquidar algunas cuentas pendientes. Una entretenida película de género a la que el carisma y el talento del actor/director eleva especialmente en su segunda mitad.

La presencia en la pantalla de Takeshi Kitano es tan inescapable, tan única, que una película con la imposible trama que tiene OUTRAGE CODA no puede sostenerse de otra manera que sabiendo que en algún momento llegará él para aclarar el panorama. Es que las líneas narrativas que incluyen peleas entre bandas de yakuza japonesas, japonesas y coreanas, entre bandas de yakuza con la policía y las internas que las bandas tienen entre sí son tan imposibles de seguir –aún viendo los dos filmes anteriores– que lo que queda en esta propuesta es entregarse a sus manos y esperar que de esa marea indescifrable de engaños y mentiras surja él, en la piel de Otomo, para aclarar los tantos. Y los aclara de una manera espectacular.

Describir la trama de la película es imposible ya que su complejidad es tal que ni siquiera importa si se vieron o no las películas previas. Como síntesis habría que empezar diciendo que Otomo, el gangster que personifica Kitano, está casi retirado y medio escondido en plan bajo perfil en la isla coreana Jeju, trabajando para el mafioso coreano Chang. Hasta allí se llega el yakuza japonés Hanada, que maltrata a dos prostitutas que trabajan para Chang. Es Otomo el que se encarga de ponerlo en su lugar (y en una hilarante deuda cada vez más millonaria) y ahí se inicia una cadena de enfrentamientos entre bandas ya que Hanada trabaja para la familia Hanabishi, antigua rival de Otomo.

A la vez los Hanabishi viven sus propias peleas internas, con trampas sobre trampas entre sus líderes para hacer caer al jefe Namura, un empresario sin pasado carcelario al que ninguno respeta del todo. En las enrevesadas y tensas discusiones y engaños entre estos yakuza (en las que aparecerán los peligrosos y permanentemente nombrados Nishino y Nakata, sus dos potenciales reemplazantes) se irá casi media película. La familia Sanno –protagonista de la primera parte de la saga– hoy tiene un papel secundario, pero también sus miembros meten las narices donde no deben. Y la policía investiga, aunque los límites los ponen los propios gangsters, tanto japoneses como coreanos.

Claro que todas esas internas pasarán a segundo plano cuando Otomo regrese a Japón para poner, a su violenta manera, las cosas en orden. O lo más en orden posible.Cada aparición de Kitano –que empieza, promediando el filme, a dominar la narrativa– acaba con el ajedrez de los capos, eligiendo la acción en lugar del viejo arte del artilugio engañoso tan caro a las estructuras de poder del hampa japonesa desde tiempos inmemoriales. Cuando Otomo llega armado con su cada vez más diezmada banda, OUTRAGE CODA crece y devuelve con beneficios la paciencia del espectador. Es que aun sin hacer nada, parado con las manos en los bolsillos, caminando lentamente o pegando algún grito, Kitano actor se lleva puesta la película a puro carisma. Y, claro, también como director se guarda para él las mejores secuencias de acción. Secas y brutales, como siempre, pero a la vez ingeniosas y divertidas.

Estas últimas partes de la trilogía OUTRAGE pueden no estar a la altura de la original ni de las mejores obras de Kitano (que, para mí, siguen siendo casi todas las películas que hizo en los ’90) pero vuelven a dejar en claro que las variantes del mismo personaje que el director interpreta en sus filmes de tono «policial» siguen funcionando a la perfección. Y que si bien hoy el realizador ha «ablandadado» algo la radicalidad de su lenguaje cinematográfico de antaño, sigue manejándose con códigos propios que están bastante alejados de los requerimientos del cine de acción contemporáneo, ya que en lugar de inundar sus filmes de violencia y efectos digitales, sigue dándose el gusto de entregarlos en cuentagotas, lo que los hace más efectivos.

En el cierre de la saga –y en varios momentos de la película– Kitano deja en claro no solo que su trilogía termina acá sino que da la impresión que todo lo que tenía para decir sobre el género también. La violencia acumulada es tanta que ya no hay lugar adónde ir.