Festival de General Pico: 12 críticas y recomendaciones

Festival de General Pico: 12 críticas y recomendaciones

por - Críticas, Festivales
01 Jun, 2018 05:03 | Sin comentarios

Entre el 1 y el 7 de junio tiene lugar en la localidad pampeana de General Pico la cuarta edición del muy buen festival de cine que organizan allí, que este año tendrá varios estrenos nacionales, como «La omisión», de Sebastián Schjaer (foto). Acá van críticas de doce películas que se verán en su distintas secciones.

Entre el 1 y el 7 de junio tiene lugar en la localidad pampeana de General Pico la cuarta edición del muy buen festival que organizan allí. El evento cuenta con una competencia nacional (en la que podrán verse como estrenos en la Argentina películas como LA OMISION y EL MOTOARREBATADOR, de recientes pasos por Berlín y Cannes) además de muchos otros muy buenos títulos, muchos de los cuales se vieron recientemente en BAFICI. Además hay una muy buena muestra de títulos internacionales de estreno reciente y competencias locales, de guiones y de work in progress (de la que soy uno de los jurados) en este evento que se desarrolla en dos salas de la ciudad: el Cine & Teatro Pico y el Cine Gran Pampa.

Acá van críticas de doce películas (todas ellas, recomendables) que se verán en varias secciones. Las que aparecen en blanco son películas que aún no vi. Más info sobre el festival, aquí.

 

Competencia Nacional de Largometraje

CASA PROPIA, de Rosendo Ruiz (8)

La película del realizador cordobés es un objeto sorprendente, tan fascinante como complejo desde lo formal y temático. Una película que por momentos apuesta al realismo/naturalismo más estricto y, por otros, se juega por ciertos vuelos formales que la llevan hacia otros territorios. Desde lo puramente cinematográfico se podría decir que es un experimento notable de algo que podríamos denominar, a falta de una mejor expresión, “neo-retro”. Es una película que toma decisiones de puesta en escena atrevidas, muchas de las cuales parecen como apropiaciones posmodernas de gestos estéticos del pasado, de películas de los años ’60 o ’70. Algo que queda claro en el uso de la música, del zoom, de ciertos paneos circulares, de curiosas composiciones de cuadro que incluyen gente mirando a cámara, llamativos fundidos encadenados e intrincados planos secuencia.

Esos arriesgados desafíos formales acompañan a una historia igualmente compleja, la de un hombre de unos 40 años, profesor de Literatura en una escuela, que vive con su madre (tan enferma como intensa), que tiene una pareja (una mujer separada, con hijos) no del todo estable y que trata de irse a vivir solo pero no logra hacerlo. El filme lo retrata en todas su facetas: cuida a su madre pero está harto de ella, quiere a su pareja pero la engaña constantemente, le gusta la docencia pero es receloso de sus alumnos o amigos cuando estos triunfan, y tiene una difícil relación con su hermana, quien no se ocupa de la madre como él quisiera. Todo esto contado –en términos estrictamente de guión– de la forma más realista posible, con muy buenas actuaciones de todo el elenco, en especial del protagonista, encarnado por Gustavo Almada.

La zona compleja de la película es cómo se planta frente a su protagonista. Es un hombre por momentos amable y simpático mientras que en algunas ocasiones se comporta como un verdadero monstruo. Y la película toma su punto de vista de tal manera que por momentos es difícil despegar una cosa de la otra, dando la impresión que, o bien comparte sus modos de actuar o bien culpa a su madre por sus muchas veces terribles comportamientos y acciones. Lo que a algunos espectadores quizás incomodará (Ruiz no parece hacerle concesiones a la corrección política) a otros les parecerá un baño de honestidad brutal. Y dependerá de eso, en buena medida, como cada uno se enfrente a esta película desafiante, incómoda y fascinante.

 

CONTRAPELOTA, de Diego Crespo

 

ESTO NO ES UN GOLPE, de Sergio Wolf (8)

El nuevo documental del director de EL COLOR QUE CAYO DEL CIELO analiza en detalle un fin de semana clave en la historia argentina reciente: el alzamiento “carapintada” que tuvo lugar en la Semana Santa de 1987. A través de material de archivo y testimonios actuales, Wolf trata de reconstruir casi un minuto a minuto de esos días en los que un comando militar encabezado por Aldo Rico se alzó contra el entonces presidente Raúl Alfonsín reclamando una amnistía, alzamiento que desde el gobierno fue considerado un intento de golpe de estado. Toda esta compleja serie de idas y vueltas y negociaciones hoy se recuerdan con aquello de “Felices Pascuas, la casa está en orden“, la frase de Alfonsín al regresar de la negociación en Campo de Mayo, y desde su narración Wolf trata de entender qué había por debajo de esas palabras.

Sin duda todos saldrán del filme hablando de la tensa entrevista que Wolf le hace a Rico, pero el filme también tiene otros momentos, personajes y testimonios muy poderosos, tanto de ex carapintadas como de funcionarios del gobierno radical (Jesús Rodríguez, Leopoldo Moreau y otros) y el edecán militar, que estuvo presente en la reunión clave que tuvo lugar en Campo de Mayo. Pero el documental es mucho más que la suma de sus entrevistas. El material de archivo es riquísimo, lo mismo que las escenas filmadas hoy en los lugares en los que transcurrieron los hechos. Entre ellas se destaca un recorrido por el tristemente célebre y ya en desuso helipuerto de la Casa Rosada.

Como en todos sus filmes, la inquisitiva voz del realizador va tejiendo un hilo narrativo, una problemática a descifrar. Y es esa voz la que suma preguntas que, treinta años después, los argentinos se siguen haciendo. Y la que también ensaya algunas posibles respuestas que seguramente serán debatidas por los especialistas, ya que los testimonios no coinciden y Alfonsín ya no puede dar su versión. ¿Qué pasó realmente en esos días, en esas negociaciones, en esa reunión? ¿Qué hay detrás del “Felices Pascuas” aquel? Para saberlo, analizarlo y debatirlo deberán ver esta extraordinaria película que combina documental, relato de suspenso y algo parecido al western en una suerte de RASHOMON con la reciente historia argentina como misterio a resolver.

 

EL MOTOARREBATADOR, de Agustín Toscano (8)

Primera película “en solitario” de uno de los directores de LOS DUEÑOS, este filme de pura cepa tucumana (con algún que otro toque uruguayo delante y detrás de cámaras) apuesta por una línea un tanto más seca estéticamente que la de aquel filme pero con igual espacio para la ambigüedad a la hora de trabajar las relaciones humanas entre personajes de distintos universos.

En EL MOTOARREBATADOR la trama se dispara cuando Miguel y un colega en esto de robar a desprevenidos desde una moto en movimiento le “hacen” la cartera a una mujer que acaba de salir de un cajero automático con dinero. La señora se resiste más de lo pensado y terminan arrastrándola varios metros por la calle hasta dejarla inconsciente en la calle. Miguel se queda mal con lo que pasó y, sin poder sacarse el asunto de la cabeza, decide averiguar qué sucedió con esta mujer.

Miguel, que tiene una vida complicada que incluye una ex mujer con la que se lleva mal, un padre con el que tampoco tiene muy buena relación y un hijo al que ve un par de veces por semana –y excluye cualquier cosa parecida a un trabajo fijo en una ciudad signada por la crisis– encuentra a la mujer internada en un hospital y con una “conveniente” (para él) pérdida de memoria. Es así que el muchacho se hace pasar por un conocido de la señora y ella, que no recuerda ni su propio nombre, termina creyéndole y de algún modo adoptándolo como el único “familiar” que la ayuda en esa circunstancia. Esa relación no correrá necesariamente por los caminos esperables ya que más allá del posible suspenso en relación a que la mujer descubra su verdadera identidad también hay otros asuntos y dudas que complican el panorama.

Toscano trata de incluir esta historia en una reflexión un poco más amplia –y quizás un tanto confusa o no bien explorada– sobre la violencia social en Tucumán, con escenas de paros policiales y saqueos a negocios que intentan dejar en claro el clima de tensión social y económica que se vive allí. A Miguel lo presionan para seguir robando, por un lado, y por otro es la clase de tipo que sabe que está haciendo algo que no debería e intenta parar. Pero el problema es que no termina de lograr salir de las trampas en las que él mismo se mete: es la clase de tipo que da un paso para adelante y dos para atrás. La mujer, en tanto, quizás llamada Elena, tiene también lo suyo o eso se deja entrever. Nadie en ese juego es tan inocente como parece. O, al menos, ninguno pone todas las cartas sobre la mesa nunca.

EL MOTOARREBATADOR tiene algo, en su estética y formato narrativo, que recuerda al cine social de los Dardenne, que siempre enmarcan sus dramas humanos en relatos de caracter policial, con un suspenso clásico de falsas identidades jugando como motor de una historia que intenta ir más allá de eso. En una Tucumán sin ningún plano turístico ni por asomo –podría ser el Gran Buenos Aires si no fuera por los acentos y por algunas zonas boscosas que la rodean– Toscano termina contando un cuento acerca de las segundas oportunidades en la vida que, como sucede con esos furtivos desvíos que los propios chorros suelen verse obligados a tomar, no siempre van por el camino esperado ni el mejor pavimentado. Ya lo decía un tal Bresson en una escena de PICKPOCKET: “Qué extraños caminos tuve que tomar para llegar hasta tí”.

 

EL SILENCIO ES UN CUERPO QUE CAE, de Agustina Comedi (9)

Son tantas las grietas, las puertas (y ventanas) que se abren en este documental que al terminar uno tiene la sensación que ameritaba ser convertido en una serie o en una película el doble o triple de larga. Es que la opera prima de la cordobesa Comedi trabaja sobre demasiados temas fuertes, inquietantes, personales y emotivos que da la impresión que cada uno de ellos podría desarrollarse mucho más. Pero no es cuestión de quejarse por lo que falta sino celebrar lo que hay: EL SILENCIO ES UN CUERPO QUE CAE es una de las mejores películas de este BAFICI y una que ameritaba un lugar más visible en el festival, uno que diera pie a muchos más debates y discusiones que esta película generará. O debería hacerlo.

En principio se trata de un diario familiar. O, de alguna manera, de dos. Uno, de la directora, rememorando a su padre. El otro, de su propio padre, quien mientras vivió grabó muchísimo material en VHS (y algo en Súper 8 o eso parece) y dejó allí un esquivo retrato de su propia vida. Esquivo porque uno no tarda en saber que Jaime, el padre de la realizadora, fue gay y en un momento de su vida (a los 40 años) decidió casarse con una mujer, tener hijos y seguir manteniendo oculta/secreta su homosexualidad. Y sus videos, la mayoría de esta “nueva etapa”, requieren de algún modo ser leídos en esa clave, con ese fundamental dato. Y que murió joven. Muy joven.

Para no spoilear lo que son una serie de sorpresas no daré muchos detalles de las continuas, duras y por lo general bastante tristes revelaciones sobre la historia de Jaime, que fue militante de izquierda en los ’70 y, al momento de morir, ostentaba una muy sólida posición económica, o al menos eso permite pensar la cantidad de viajes por el mundo que hacía en familia . Solo me parece importante destacar que la película transforma esa historia que en principio parece muy particular y propia en una exploración de algunos episodios quizás no del todo debatidos del pasado argentino de los ’70 a lo ’90.

La película abre muchas preguntas y no busca (ni lo intenta) cerrar todas. Hay una película sobre la homofobia de la militancia de izquierda en los ’70. Hay otra, tal vez más previsible, sobre las “vidas secretas” de muchos hombres de familia en el interior del país (y no solo ahí) a partir de la hipocresía de sociedades conservadoras y tradicionalistas. Hay una tercera en la que entra el sida y los cambios de vida que generó a partir de mediados de los ’80. Otra sobre los ’90 y el menemismo que casi ni se toca pero se advierte en los viajes familiares. Y otra, más sutil si se quiere, sobre el registro audiovisual que devela costados personales aún cuando aquel que filma pretenda ocultarlos. La mirada no miente y se posa donde se posa, donde la lleva el deseo y no siempre la burocracia de ese registro.

Usando entrevistas muy bien ensambladas con el material de archivo y una voz en off que cuenta y que reflexiona sobre esas otras historias que hay detrás de lo que aparece en primer plano, la película es también un sensible homenaje de la directora a su padre, un hombre que atravesó una época compleja y con un alto grado de hipocresía que, pese a lo que parece, sigue existiendo sin demasiadas diferencias hasta la actualidad.

 

MIRÓ, LAS HUELLAS DEL OLVIDO, de Franca González

 

TEATRO DE GUERRA, de Lola Arias (8)

Cine y teatro. Documental y ficción. Terapia y ensayo. Todas esas cosas, juntas, pueden considerarse como parte de la opera prima en cine de la reconocida artista, dramaturga y escritora. La película, que forma parte de un proyecto en gira que también se pone en escena como teatro y fue instalación, consistió en juntar en un mismo lugar y durante un tiempo a ex combatientes de Malvinas argentinos e ingleses (tres por “bando”) y hacerles volver a actuar algunas de las situaciones más duras, difíciles o traumáticas que vivieron allí. A eso, que hacen en conjunto los ex soldados de ambos bandos, hay que sumarle una mirada de Arias a las dificultades del proceso en sí y la convivencia de todos ellos, como si por momentos fuera un detrás de escena de un documental performático que se parece mucho a la ficción.

Con algunos puntos de contacto con las películas de Joshua Oppenheimer –quien hacía similares reenactments de momentos duros de la historia política de Indonesia pero en ese caso de parte de criminales de alto rango– o los similares experimentos de Rithy Pahn, aquí lo que se trata de poner en juego es la experiencia de los soldados, todos ellos parte de un sistema que los llevó a estar ahí y no les dio opciones. Por momentos las historias son conmovedoras, en otros se vuelven curiosamente graciosas (un soldado gurka es todo un personaje). Hay escenas de camaradería entre unos y otros, pero en ciertos momentos hay también sospechas y suspicacias.

El experimento tiene sin dudas un costado terapéutico para los intérpretes y, seguramente, para quienes tengan una relación personal fuerte con el siempre controversial tema de las Malvinas. El filme trata de no tomar partido –aunque algunos de los ex soldados ingleses piensen lo contrario– y se propone como una manera de acercar miradas y experiencias traumáticas que, más allá de los colores de los uniformes y de las banderas, no son tan diferentes.

 

LA OMISIÓN, de Sebastián Schjaer (8)

La primera película de Schjaer, que participó de la última edición del Festival de Berlín, narra la historia de una pareja que viaja a Tierra del Fuego con el objetivo de ahorrar dinero para luego utilizar en otros planes, que conoceremos con el correr de los minutos. Cada uno, sin embargo, parece manejarse por separado y en distintas ciudades (ella en Ushuaia y él en Río Grande). La película sigue fundamentalmente a Paula (Sofía Brito) quien tiene varios trabajos pero siempre tiene que lidiar para que le paguen lo que le deben. Si a eso se le suma el frío y tener que dejar siempre al cuidado de alguien a su pequeña niña, su situación no es cómoda.

En uno de esos trabajos (acompañando a turistas) conoce a Manuel (Lisandro Rodríguez), un fotógrafo, con el que inicia una historia que se mantiene indefinida entre lo contractual, lo sexual y lo romántico. En tanto, el reencuentro con su pareja, Diego (Pablo Sigal), la hace dudar respecto a los planes que tiene con él para el futuro y que implican una serie de viajes y aventuras.

El filme es un retrato de Paula, una chica que va para adelante como puede o como le sale y que no está dispuesta a que las complicaciones o las circunstancias la detengan. Tampoco es que le sobre coraje: tiene miedo, duda y no sabe bien cómo resolverá sus problemas, pero es de las personas que parecen tratar de resolver sus asuntos mediante el movimiento. Y la película, en ese sentido, es fiel a esa condición inquieta de su protagonista, con la cámara siguiéndola en los parques, lugares de trabajo y las calles de una helada, bonita pero no siempre hospitalaria provincia.

Las comparaciones con los Dardenne o con otra película patagónica reciente como TEMPORADA DE CAZA con la que comparte cierto estilo y estética (curioso es que aquella película dirigida por una mujer cuente una historia muy masculina mientras que aquí suceda exactamente lo opuesto) son adecuadas, pero a la vez Schjaer –que viene de hacer varios premiados cortos– impone su propia mirada y tempo a su historia, narrativamente más impresionista y menos clásica, como dominada por las propias contradicciones de su protagonista. Como ella, LA OMISION avanza a veces de manera un tanto caótica, casi dejándose llevar por las circunstancias, pero siempre con la vista puesta en ese elusivo destino, en ese futuro posible, cualquiera que finalmente sea.

 

Proyecciones Especiales

INVISIBLE, de Pablo Giorgelli Ver crítica aquí

EL SEÑOR DE LOS DINOSAURIOS, de Luciano Zito

EL INTENSO, de Paula Gurini y Raúl Girotti

TALLER DE DOCUMENTAL (A cargo de Franca González desarrollado por el Ministerio de Desarrollo Social:*»Vientos del Recuerdo»; *»Antigua Red Social»; *»La vida del puente».

Corto realizado a través del Programa «Ser Parte» (Desarrollado en conjunto entre la Dirección General de Juventud (Ministerio de Desarrollo Social) y la Asociación Italiana XX de Septiembre)

 

Muestra Internacional

THE FLORIDA PROJECT, de Sean Baker. Ver crítica aquí

VERANO 1993, de Carla Simon. Ver crítica aquí

EL DÍA DESPUÉS, de Hong Sang Soo. Ver crítica aquí

LLAMAME POR TU NOMBRE, de Luca Guadagnino. Ver crítica aquí

 

Muestra Italiana

LA CIAMBRA, de Jonas Carpignano. Ver crítica aquí