Series: crítica de «Sharp Objects» (Episodios 1-3)

Series: crítica de «Sharp Objects» (Episodios 1-3)

por - Críticas, Estrenos, Series
27 Jul, 2018 05:35 | comentarios

La nueva miniserie (o serie, nunca se sabe) de HBO tiene a Amy Adams como una periodista alcohólica y traumada que viaja a su pueblo natal a investigar y reportar sobre el crimen de dos adolescentes. Su regreso trae de vuelta todos esos fantasmas literales de su pasado y agrega otros nuevos en una serie cuyo resultado no está a la altura de sus ambiciones.

SHARP OBJECTS es una serie fastidiosa. Tiene todos los elementos aplicables al producto prestigioso, además del horario central de HBO, y los utiliza como si los pusiera en una alcancía donde las cosas deberían multiplicarse por acumulación u ósmosis. ¿Actrices prestigiosas? Adentro. ¿Novelista famosa? También. ¿Caso policial con chicas muertas? Vamos. ¿Complejidad psicológica que la transforma en algo más que una simple serie de suspenso? Obvio. ¿Un director fijo en todos sus episodios? Por supuesto. ¿Un estilo supuestamente refinado y elegante que la vuelve cinematográfica? Ni se imaginan. Todo esos elementos parecen restarse entre sí, como si al poner unos en contacto con los otros el producto fuera decreciendo y decreciendo en interés, volviéndose más estudiado, falso, pretencioso, por momentos insoportable.

La serie creada por Marti Noxon a partir de una novela de Gillian Flynn (PERDIDA) tiene como director de todos sus capítulos al canadiense Jean-Marc Vallée (BIG LITTLE LIES) y un elenco no muy extenso de celebridades pero con dos que son clave: Amy Adams, en lo que es su primer trabajo en televisión en más de una década (antes que se hiciera verdaderamente famosa) y la gran Patricia Clarkson, que interpreta a su madre. La trama y el color local tienen algunos puntos de contacto más con TRUE DETECTIVE que con la anterior serie de Vallée, pero tamizado por el estilo excesivo, barroco, sobrepasado del realizador de DALLAS BUYERS CLUB.

A primera vista es un policial con una periodista como investigadora. En Wind Gap, el pequeño pueblo de Missouri en el que Camille (Adams) nació y en el que sigue viviendo su familia, se han cometido dos asesinatos de adolescentes que están irresueltos. Camille, que trabaja para un diario de St. Louis (la capital de ese estado), recibe el encargo de su jefe de viajar allí y escribir historias con color local sobre los casos en cuestión. El entiende que, siendo Camille de ahí, podrá sacarle el jugo y dar detalles del lugar que otros no podrían. Pero en realidad hay motivos ulteriores que se descubren rápidamente.

Camille es alcohólica, complicada, tiene muchas lastimaduras autogeneradas en su cuerpo con los «objetos filosos» que sirven de metáfora para el título y que tienen que ver con su pasado difícil en ese pueblo. Al regresar allí, la mujer tiene que operar, en paralelo, con la investigación en el presente y con otra, en ese oscuro pasado, que se presenta en forma de varios traumas que no ha podido o sabido resolver hasta el momento. Al conocer a su madre (Clarkson) y acceder a otras costumbres de la pequeña ciudad uno podrá empezar a suponer que, detrás de la fachada de amabilidad sureña, hay historias pesadísimas.

Ese «southern gothic» se muestra de entrada, sin sutileza alguna, mediante un sistema que Vallée usa a lo largo de la serie y que consiste en yuxtaponer –tanto mediante la edición veloz como mezclando flashbacks y presente en la misma escena a la manera de apariciones inexplicables y/o fantasmagóricas– la historia de Camille y su actualidad. En Wind Gap vamos descubriendo otros personajes intrigantes como el jefe de la policía local (Matt Craven), el detective sexy con el que rápidamente hay química (Chris Messina), la pícara medio hermana de la protagonista (Eliza Scanlon), vecinas peculiares (la eterna Elizabeth Perkins), algunos potenciales sospechosos y los literales cadáveres que Camille carga en su subconsciente y que la han transformado en la alcohólica autodestructiva que es hoy. Y, claro, esa madre de fábula de terror.

Como escribía antes, los elementos están para el habitual policial de prestigio de cada temporada de HBO pero lo que no surge de ahí es algún tipo de verdad que no esté mediatizada por la obviedad de los procedimientos. Todo pretende ser, digamos, «refinado», pero finalmente es obvio de una obviedad redundante. Las acciones y conflictos de los personajes parecen extraidos de algún compilado de figuras narrativas clásicas del policial de pueblo chico, pero en vez de estar tratados de manera directa o hasta cruda están revestidos de una capa de «prestigio» que los vuelven obvios y banales. Y si bien las actuaciones de los protagonistas principales son buenas y tratan de imponer una carga dramática donde el guion solo ofrece caricaturas, bordean también ese exceso compositivo actoral que suele ser más premiable que creíble.

Pero todo esto podría ser más o menos tolerable de no toparse con las «marcas de estilo» de Vallée. Si la trama de PERDIDA no era el colmo de la originalidad, al menos la puesta en escena seca y efectiva de David Fincher le daba un aura de densidad y peligrosidad. Acá, Vallée hace todo lo opuesto: maximiza cada encuentro, cada emocion, cada escena, cada yuxtaposición supuestamente reveladora. Para que veamos lo alcohólica que es Camille nos las muestra una veintena de veces en solo tres episodios bebiendo hasta el agua de los pozos. Lo mismo con la falsedad de la madre y la peligrosa picardía de la hermanastra, por no mencionar a los otros personajes. Si a eso le sumamos una musicalización reiterativa (como en BIG LITTLE LIES, a Vallée le gusta poner sus canciones favoritas en las series y en este caso la ficha de la rockola cayó en Led Zeppelin) y un montón de efectismos casi de película de terror, estamos ante un producto que bajo una pátina de prestigio esconde una larga serie de discutibles decisiones artísticas.

Tengo la impresión que esta es otra de esas series que no son lo suficientemente criticadas por su temática de empoderamiento femenino, por tener a tres mujeres como protagonistas y una novelista en la que la serie se basa. Pero sería injusto con las series y películas que sí trabajan estos temas de manera noble y honesta ser condescendiente con productos mediocres como éste. En BIG LITTLE LIES, que podría ser considerada pariente en lo temático, Vallée lograba que su estilo mañoso y barroco se fusionara mejor con una trama que tenía mucho más de melodrama casi telenovelesco. No era una gran serie pero funcionaba en sus propios términos. Acá, claramente, no es la persona indicada para el trabajo. Y si bien es muy probable que la serie habría sido igualmente fallida con cualquier otro director, su estilo no hace más que empeorar lo que la trama tiene por ahora para ofrecer.