Estrenos: crítica de «La vida misma», de Dan Fogelman

Estrenos: crítica de «La vida misma», de Dan Fogelman

por - cine, Estrenos
06 Dic, 2018 11:40 | comentarios

La nueva película del creador de la exitosa serie televisiva «This is Us» es un melodrama «cósmico» de varias historias interconectadas que desperdicia a un muy buen elenco en una absurda serie de anécdotas trágicas cuyo tema es, bueno, el título lo dice…

Todo guionista tiene un momento eureka en su vida en el que cree haber descubierto algún secreto de su profesión que nadie conoce. En general está ligado a la concepción general de la escritura en relación con, digámoslo como lo dice el film de Dan Fogelman, «la vida misma». ¿Qué es escribir una historia sino torcer, forzar el destino de personajes para hacerlos cuadrar dentro de un sistema? ¿Cómo se puede escribir una película en la que «la vida misma» tome las riendas? Y, yendo un poco más lejos (preferentemente de madrugada y con varios consumos adentro): ¿Qué es «la vida misma»? ¿En qué horario atiende? ¿Hace descuentos a guionistas?

Si todo esto suena similar a charlas de veinteañeros fumados es porque lo es. Después de todo, librado a su imaginación y a un estudio que quizás le haya dado rienda suelta tras su éxito televisivo con THIS IS US, Fogelman llegó a ese punto en el que todas las puertas parecen abrírsele mentalmente. «Voy a hablar sobre el significado de la experiencia humana», habrá dicho. «Voy a explicar cómo en la vida todo conecta con todo, la teoría del caos, la relación entre historia y narración, la pasión y el dolor, la vida y la muerte, cuántos pelos tiene la barba de Antonio Banderas». Nadie supo pararlo a tiempo y aquí está LA VIDA MISMA, el engendro generado por esa mente febril, incontenible y tremendamente banal.

Es una película con varias historias que se conectan entre sí de maneras supuestamente impensadas y que, según la teoría que los protagonistas dicen una y otra vez en voz alta, están controladas por un «narrador poco confiable» que es esa «vida misma» que nos lleva por donde quiere. A juzgar por el film, la vida misma en cuestión tiene bastante claro por dónde nos quiere llevar y nos manipula de una manera tal que da la impresión que el azar no existe. En otras palabras: la propia película anula su tesis. Es puro guión, puro giro dramático conveniente, pura estructura narrativa. Nada ni nadie existe fuera de ella.

Lo que empieza, hasta promisoriamente, como un juego a lo Charlie Kaufmann acerca de qué es real y qué no en lo que estamos viendo, con un relator (Samuel L. Jackson) entrando en la propia película para narrarla, pronto se transforma en un melodrama tradicional solo alterado por esa pátina auto-reflexiva. Tanto la narradora (Jackson abandona el barco pronto, por suerte para él) como los personajes comentan la acción mientras la vemos. Y la acción consiste en el sufrimiento de un hombre (Oscar Isaac) en crisis tras haberse separado de la mujer (Olivia Wilde) que amó toda la vida y con la que se había casado y esperaba un hijo. El hombre –visiblemente destrozado, con barba descuidada y ojos saltones para probarlo– va narrando partes de su vida junto a ella a su terapeuta (Annette Bening) y pronto sabremos que él es un narrador poco confiable también. Sus historias ocultan verdades más oscuras.

El segmento termina mal, muy mal, y tras un breve encuentro con la que será la hija de esa pareja (Olivia Cooke), a la que vemos crecer rodeada de más tragedias hasta convertirse, obviamente, en cantante de una banda punk que lanza objetos a su audiencia, la película pega un giro radical a España para entrar en otro melodrama, menos enrevesado pero más aburrido que el anterior, en el que Antonio Banderas, Laia Costa y la versión española del Mickey Rourke post-cirugías estéticas, juegan una suerte de incomprensible triángulo amoroso que incluye historias sobre de aceites de oliva y silbidos raros. Pronto sabremos cómo eso se conecta con lo anterior. Pero los episodios siguen y las conexiones se repiten en el futuro porque la vida misma, el narrador, el azar, la tragedia y queseyoqué…

LA VIDA MISMA está cortada con el mismo cuchillo de asador filosófico que CRASH, BABEL, ese otro engendro intergaláctico de las hermanas Wachowski que prefiero no googlear para no tener que recordarlo y otras películas que intentan trazar conexiones universales y buscarles un sentido cósmico a la existencia. Acá sería algo así como que pese a estar rodeados de tragedias hay que seguir siempre adelante porque hay luz al final del túnel. Si no les queda claro como lo escribo yo, en la película lo dicen tres o cuatro veces y en distintos idiomas y con distintas enfermedades y muertes alrededor.

Otro de los pecados capitales, al menos para mí, de esta película es haber utilizado ese enorme álbum de Bob Dylan, Time Out of Mind, como referencia y hasta eje temático. El personaje de Wilde está obsesionado con ese disco, explica varias veces su historia, su temática oscura y depresiva, se escuchan varios de sus temas musicalizando situaciones espantosas y, para peor, al final se lo analiza en paralelo a la propia lógica de la película, dando la impresión que Fogelman se inspiró en él para escribirla. Cuando la narradora habla de «Make You Feel My Love», el tema más luminoso, conocido y versionado de ese disco, y se refiere a él usando la misma hipótesis de la película (que la vida es un bajón pero que el amor es más fuerte, etc etc) dan ganas directamente de ir a buscarlo a su casa y gritarle en la cara que no tiene derecho a arruinarnos así uno de nuestros discos favoritos de la vida. Espero poder volver a escuchar esas canciones sin que me aparezcan en la cabeza las caras e historias ridículas de esta película idiota. Si eso no sucede, jamás te lo voy a perdonar Dan. Cósmicamente hablando, te lo digo, «la vida misma» se encargará de comunicarse con vos por el Whatsapp que usa para contarles a los guionistas como funcionan las cosas.