Series: crítica de «Easy», de Joe Swanberg (Temporada 3)

Series: crítica de «Easy», de Joe Swanberg (Temporada 3)

por - Críticas, Estrenos, Series, Streaming
03 Jun, 2019 09:40 | comentarios

La tercera y final temporada de la serie creada y dirigida por el cineasta sigue con el formato unitario pero retoma varias de las historias iniciadas en temporadas anteriores. Una pequeña gran serie sobre las

Hay una escena, promediando el quinto episodio de esta temporada –la última ya que EASY no fue renovada– que resume lo mejor de toda la serie y también se propone como una manera diferente de entender el propio concepto. No es novedosa ni nada parecido –más bien lo opuesto– pero lo que propone Joe Swanberg allí, y luego en otras escenas similares, deja en claro que el formato puede ser entendido de otra manera. Como algunos sabrán, la serie que se puede ver en Netflix consiste en cortos unitarios, no necesariamente relacionados entre sí. Comparten Chicago como escenario y por lo general la temática, que son las relaciones (de pareja, familiares o de amigos). Y lo más fuerte en cada uno de los casos –lo que lo aleja de modelos como BLACK MIRROR— es que no es tan importante la trama como lo son los personajes.

EASY presenta algunas excepciones al modelo. Algunas de esas historias no son estrictamente «unitarias» y se continúan en las diferentes temporadas. Y casi todos los nueve cortos de esta temporada vienen de historias presentadas anteriormente. De esos, dos siguen a la misma pareja, la que componen Kyle (Michael Chernus) y Andi (Elizabeth Reaser) que han decidido revitalizar su alicaído matrimonio teniendo una relación abierta y habilitándose a otras personas tanto sexual como emocionalmente. El segundo de los dos episodios sobre ellos de esta temporada dura más de lo normal (50 minutos) y los últimos 20 son, simplemente, una conversación entre ambos en un bar. Allí, todos los miedos, desencuentros, confusiones, placeres y dolores de la vida de esta pareja y de sus muchas veces frustrantes experimentos son expuestos con una naturalidad y una franqueza emocional inusuales. Es una charla, si se quiere, hasta teatral en su estructura (aunque la cercanía de la cámara a sus rostros y emociones la hacen muy cinematográfica), pero que afecta al espectador mucho más que mil historias supuestamente «originales».

EASY deja en claro en su temporada final que Swanberg se ha vuelto un experto a la hora de lidiar con las complicadas emociones que surgen en las relaciones de pareja o, en un caso, entre hermanos. Hay otros episodios (el último, por ejemplo, centrado en el reencuentro entre una actriz que se ha hecho famosa en Hollywood y su ex pareja cuando ella vuelve una noche a Chicago a recibir un homenaje) que también utilizan el diálogo como trama, los rostros como paisajes y la conversación como material de suspenso. No necesariamente con esa intención, pero es tanta la verdad emocional de esos personajes que inevitablemente saber lo que pasará o no entre ellos se volverá tan enervante como un thriller.

Esta temporada retoma la historia de los «hermanos cerveceros» que se han peleado y que tienen una posibilidad de reconciliarse a partir de un enemigo común: los millonarios que han copado el barrio donde se hace la cerveza artesanal familiar y no dejan a uno de ellos «trabajar» tranquilo. Y también vuelve Annie, la tímida chica encarnada por Katie Micucci, quien hace la prueba de aceptar todas las propuestas de aplicaciones de citas a ver si de ahí surge algo bueno, cuando es obvio que la mejor posibilidad la tiene delante de sus narices y no se da cuenta.

La más «tópica» de las historias es otra que continúa de temporadas anteriores y se centra en el artista gráfico que interpreta Marc Maron. Como viene sucediendo hace unos años en Estados Unidos –y también en otros países– tiene que ver con experiencias sexuales complicadas. El hombre se topa con el hecho de que una ex alumna suya con la que tuvo un breve affaire hace muchos años (Melanie Lynskey) lo escracha en un libro que está a punto de publicar diciendo que tuvo con ella una relación abusiva. No es violación ni abuso de menores, pero ella siente que la manera en la que la trató, la usó y la despachó fue cruel y afectó por años el desarrollo de su carrera. También aquí es una larga charla la que habilita a que escuchemos a ambos personajes y sus distintas perspectivas sobre un tema clave de esta época: el control de la narrativa personal y la necesidad de escuchar y aceptar la experiencia del otro más allá de que uno, en principio, no la entienda o comparta. Sin bajadas de línea obvias, es un episodio que da un interesante giro a las discusiones de género.

A lo largo de las tres temporadas, estas historias repetidas fueron transformándose en películas de Swanberg separadas en bloques de 30/40 minutos, mezcladas con otros experimentos tal vez no tan logrados que el realizador de DRINKING BUDDIES decidió no proseguir. Lo que la experiencia de EASY deja en claro es que el tema de las relaciones de pareja no se agota en las series con formato de comedia romántica sino que, sin apelar a la risa –salvo ocasionalmente– se puede trabajar muy bien sobre el tema. Al fin y al cabo, todos podemos identificarnos en las discusiones como las de la pareja en la barra de un bar o la de los ex que se debaten entre volver o seguir cada uno su camino.

Swanberg encuentra que estos temas ameritan ser tratados con seriedad, respeto, humanidad y sobre todo cariño y comprensión por los errores, problemas y pequeñas miserias que convierten a cada uno de los personajes de EASY en seres tan locales como universales. Todos vivimos experiencias como las de ellos. Todos nos hemos desentendido con parejas, familiares y amigos. Peleado, reconciliado y vuelto a pelear. Y no hay forma de no salir emocionalmente afectados tras ver como todos ellos intentan, con mayor o menor suerte, resolver su complicada vida afectiva. EASY es una serie que pasó un tanto desapercibida pero que planteaba, seriamente, nuevos caminos para el género. Tal vez sean demasiado honestos y reales para una producción que hoy busca ser fácilmente catalogable por los algoritmos de turno. Y la serie de Swanberg no lo es. Es (fue) tan extraordinaria como inclasificable.