Streaming: crítica de “La lavandería”, de Steven Soderbergh (Netflix)

Streaming: crítica de “La lavandería”, de Steven Soderbergh (Netflix)

por - cine, Críticas, Estrenos, Streaming
20 Oct, 2019 02:33 | comentarios

En la que probablemente sea la peor película de su carrera, el director de “Traffic” y “La gran estafa” intenta hacer una comedia absurda sobre los Panamá Papers y le sale casi todo mal.

La nueva película que hizo para Netflix el supuestamente retirado cineasta tras la muy buena HIGH FLYING BIRD es, por decirlo livianamente, la peor de su carrera. Tendría que ir muy atrás en el tiempo para recordar un film tan pobre de un cineasta que, por lo general, tiene la habilidad y la capacidad para salir muy bien parado de casi todos los desafíos que se propone, hasta los más absurdos. Y aún así creo que no hay ninguno tan fallido como éste. Ni aún los fallidos, como EL INFORMANTE que, acaso no casualmente, es el que más se le parece.

Es que acá no funciona casi ninguno de los riesgos que toma. Es claro que no es fácil hacer una película sobre lavado de dinero tomando a los Panamá Papers como centro con el tono de comedia absurda que eligió aquí. De hecho, estoy seguro que de haberlo planteado como un thriller de investigación más o menos convencional sobre el caso, era mucho más sencillo salir bien parado del desafío. Pero eligió un sistema algo similar al usado, mucho mejor, por Andy McKay en LA GRAN APUESTA. Y si bien se agradece no hacer lo obvio y convencional, no siempre las rutas paralelas son las mejores.

Lavandería

Lo que trata Soderbergh es de escaparse de los casos precisos de los Papers en cuestión. Y lo hace no solo usando varias historias en paralelo —que se desarrollan en base a un eje puesto en los dueños de la tristemente célebre “empresa” Mossack Fonseca que funcionan como narradores— sino intentando explicar el concepto de lavado de dinero a través de ficticias cuentas y compañías de las llamadas “offshore” y contextualizando el tema en persistentes y aún mayores “estafas legales” de evasión impositiva a través de paraísos fiscales que se siguen haciendo a diario.

El tema es que las explicaciones a cámara de Mossack (Gary Oldman) y Fonseca (Antonio Banderas), dueños de una de estas compañías dedicadas al asunto, no solo no son claras sino que, finalmente, los detalles específicos no importan demasiado cuando no se crea ni una narrativa coherente ni personajes interesantes. HIGH FLYING BIRD y muchas otras películas del director de TRAFFIC tienen un espíritu crítico con los excesos del capitalismo y saben analizar los manejos espurios de dinero a costa de los que menos tienen, pero lo hacen a partir de buenos guiones y grandes personajes. Ninguna de esas cosas está aquí. Y no estamos hablando de una película ensayo sobre la explotación capitalista al estilo cine de autor europeo sino una que intenta colar esas ideas en una narrativa popular y absurdamente cómica. McKay hacía algo parecido y lo hacía muy bien, pero si bien ha dirigido varias películas con espíritu cómico, el humor hecho y derecho no es lo que mejor le sale al realizador de SEXO, MENTIRAS Y VIDEO.

Lavandería

Mientras Oldman y Banderas rompen la cuarta pared y relatan a cámara (muy caracterizados y con fuertes acentos alemán e hispano, respectivamente), Soderbergh repasa varias historias ligadas a los turbios manejos económicos que pasaron por esta “lavandería” de dinero sucio, centrándose especialmente en una que tiene como protagonista a Meryl Streep (a la que no se la nota particularmente inspirada) en el rol de una señora que se obsesiona por entender porqué no puede cobrar todo el dinero que le corresponde tras la muerte de su marido en un accidente en un bote. Va tirando del hilo hasta llegar a la dupla radicada en Panamá y que tiene conexiones en cientos de paraísos fiscales.

Soderbergh luego agregará otros casos (muchos de ellos ligados de un modo u otro a empresarios rusos, que parecen ser muy ávidos clientes de este tipo de maniobras económicas, aunque también chinos y latinoamericanos son habitués de estos esquemas), pero la película circula, liviana y episódicamente, sin construir nada demasiado interesante más allá de algunas situaciones ridículas y unos cameos sorpresivos de celebridades varias. Pero no es graciosa, es muy poco sutil y ni siquiera logra ser lo didáctica que pretende. A una película que se presenta casi de modo militante respecto a lo que los ciudadanos debemos hacer o revisar para que los poderosos no nos exploten le podría haber resultado más efectivo convencer desde la identificación en lugar de la mal usada ironía. El humor puede ayudarnos a entender la absurda lógica del mundo y los abusos de los poderosos, obviamente, pero para eso hay que ser gracioso. Y LA LAVANDERÍA no lo es.