Streaming: crítica de «Nisman: el fiscal, la presidenta y el espía», de Justin Webster (Netflix)

Streaming: crítica de «Nisman: el fiscal, la presidenta y el espía», de Justin Webster (Netflix)

por - Críticas, Estrenos, Series, Streaming
02 Ene, 2020 09:34 | comentarios

Se estrenó en Netflix la serie documental que analiza la muerte del fiscal que sacudió a la Argentina en 2015. En seis episodios, «Nisman» recorre mediante testimonios y material de archivo casi todas las aristas de un caso que atraviesa un cuarto de siglo de historia argentina.

Para muchos puede ser difícil –o intrascendente– tratar la miniserie sobre el caso Nisman desde un punto audiovisual, desde la propia construcción narrativa, pero vamos a hacer el intento. Quien escribe tiene seguramente más conocimiento y experiencia con documentales y series de Netflix que con los manejos oscuros y secretos de la política argentina por lo que no hay un interés aquí en dilucidar, al menos públicamente, si el fiscal se suicidó o si fue asesinado (y si lo fue, quienes fueron los responsables), sino, simplemente, analizar formalmente la serie documental dirigida por Justin Webster que se estrenó en Netflix el 1 de enero tras exhibirse meses atrás –y con mínima repercusión entonces– en el Festival de San Sebastián.

A lo largo de seis episodios de una hora, la producción ha intentado condensar de manera que pueda ser, a la vez, apta para consumo internacional (más o menos didáctica, digamos) pero a la vez atrapante para un espectador con cierto conocimiento del tema, no solo el caso Nisman sino buena parte de la historia argentina de los últimos 25 años, o aún más tiempo si es que se trata de entender el posible origen de ciertas cuestiones y/o personajes. En ese sentido, es un trabajo bastante logrado, ya que trata de incorporar una enorme cantidad de elementos (personas, hechos, instituciones, idas y vueltas, etc) y por lo general logra ser coherente, entendible, lo suficientemente clara sin ser excesivamente expositiva.

Obviamente que es un procedimiento con varias fallas, ya que se tiene que plantear otros dos objetivos que también son casi incompatibles entre sí: la coherencia temporal y el atractivo dramático. Eso, claro, la lleva por momentos a repetirse y/o a desorganizarse narrativamente, circulando de una manera un poco caprichosa una y otra vez por los mismos escenarios, pero a la vez siempre tratando de reverlos desde una nueva perspectiva o agregando elementos que permitan otras posibles lecturas. Webster sabe que, si quiere que los espectadores se mantengan intrigados por lo que sucede (es claro que la serie no está hecha solo para expertos en el tema o únicamente espectadores argentinos), tiene que incorporar algunos interrogantes dramáticos un tanto forzados. Y lo hace, pero de manera lo suficientemente sutil como para no ser demasiado evidentes sus manipulaciones.

Acaso lo más llamativo de NISMAN sea el punto de vista de la serie, inusual no solo para el contexto argentino sino para el propio esquema/sistema de este tipo de documentales seriales tan de moda actualmente en el mundo. (NOTA: lo que sigue podría considerarse dentro del terreno del SPOILER así que están avisados). Habitualmente, este tipo de series suelen tener dos elementos casi «obligatorios» que aquí no están. Por un lado, sorprendentes revelaciones que puedan hacer cambiar el eje de un caso a partir de la propia aparición del film. Y, por otro, la elección de una hipótesis sobre la cual el documental tiene que alinearse.

Un clásico del documental de investigación desde los tiempos de Errol Morris y su THIN BLUE LINE –película que hizo reabrir un caso y cambiar una sentencia– es exponer algún secreto desconocido hasta entonces que lleve a revisar un hecho desde una nueva perspectiva (algo así pasó con los recientes MAKING A MURDERER o THE JINX). Eso –al menos hasta donde yo entiendo, de haber pasado ya circularía información al respecto– no existe en NISMAN. Y no porque no haya sido buscado, imagino, si no porque no apareció de una manera contundente como para ser utilizado. Hay decenas de entrevistas reveladoras, testimonios inéditos, materiales exclusivos o poco vistos, pero no hay ninguna de esas sorpresas que permiten revisar el caso con nuevos ojos. Es, más bien, una exploración bastante en profundidad (para los parámetros de un documental de producción y consumo internacional) sobre un caso que tiene más elementos de «ficción» que la ficción misma.

Lo que llamará más la atención, seguramente, a los espectadores argentinos, es que la serie no parte de ninguna hipótesis, no intenta probar que fue un suicidio o que fue un asesinato y, llegado el caso de haberlo sido, quien/es fueron los responsables. En una elección que aquí sería vista y considerada –irónicamente, por algunos– como una posición «Corea del Centro», Webster no toma partido por ninguna de las fuerzas enfrentadas ni se hace eco a favor o en contra de las diversas posturas que se vierten a lo largo de sus seis horas de duración. Es así que EL FISCAL, LA PRESIDENTA Y EL ESPIA –acaso lo peor de la serie sea su subtítulo explicativo– funciona como una suerte de Test de Rorschach para el espectador, que verá allí lo que desee ver, tanto respecto al caso como a la posición de la serie.

En ese sentido, Webster va y viene mostrando testimonios enfrentados sin tomar necesariamente partido ni apoyar, al menos de manera evidente, ninguna de las posturas. Ni sobre el caso Nisman ni sobre el propio atentado a la AMIA, igualmente o más enredado en su resolución. No hay pistas ni opiniones que reciban trato preferencial (sí, algunos entrevistados tienen más tiempo de pantalla que otros, pero supongo que tendrá que ver con la riqueza dramática de sus testimonios) y seguramente algunos dirán que la serie «no se juega» en ningún momento, especialmente cuando el director/interrogador no aprovecha algunos momentos para hacer repreguntas a sus entrevistados. Esta postura, que puede parecer frágil desde un punto de vista periodístico convencional, tiene que ver con la lógica que preside toda la serie: dejar que sean los testimonios los que expongan el caso y editorializar lo menos posible. Algo que no se acostumbra demasiado por aquí y menos en casos como estos.

Un investigador estadounidense dice en el primer episodio que una de las cosas que lo sorprendió de la investigación del caso AMIA, en su momento, era cómo aquí por lo general se trataba de hacer que los hechos se acomodaran a las hipótesis en lugar de lo contrario y como eso dificultaba muchísimo cualquier tipo de avance real en ese y cualquier otro caso. El documental parece proceder de manera similar. No tiene una hipótesis como punto de partida y espera que los hechos y testimonios aclaren el panorama. No lo terminan por hacer, obviamente, pero en ningún momento se siente que el documental está tratando de forzar a que una interpretación se priorice sobre otras.

En lo formal, NISMAN no se sale de las normas estilísticas de este tipo de docuseries de formato internacional. Filmada de manera excesivamente lujosa con drones y otros recursos casi de cine publicitario (vista desde el aire parece que Buenos Aires fuera solo Puerto Madero), con por suerte poquísimas y discretas «reconstrucciones dramáticas» y musicalizada como una película de suspenso, la serie además responde al formato «archivo + entrevistas» que es casi de manual en este tipo de productos. También es cierto que este tipo de series no son vistas para encontrar, necesariamente, innovaciones formales en el género, por lo que es una elección lógica tomando en cuenta el fuerte carácter informativo del producto. Pero lo que no debe ser pasado por alto –cualquiera que haya trabajado en la producción de un material informativo complejo para un público muy amplio y dispar debería saberlo– es el enorme logro que implica haber podido condensar tanta y tan contradictoria cantidad de información de una manera amable, entretenida y comprensible para cualquier espectador sin sobrecargar las tintas con un exceso de exposición. Y aún más, poder hacerlo sin el recurso de la voz en off.

Habrán notado que en ningún momento de este texto se han nombrado a las personas involucradas en el caso (salvo Nisman porque, bueno, es el título de la serie) ni a los asuntos concretos que aquí se discuten. Y no se hará. Para entrar en detalles acerca de lo que se muestra, lo que cada uno dice y cuánto de cierto puede haber o no en eso podrán leer a cientos de analistas y periodistas especializados que se ocuparán del asunto. Pocos, seguramente, intentarán pensar NISMAN como un producto audiovisual. Respetando, también, el espíritu del documental, es eso lo que se trató de hacer aquí. Las hipótesis quedan para los lectores/espectadores.