Streaming: crítica de «Unorthodox», de Anna Winger y Alexa Karolinski (Netflix)

Streaming: crítica de «Unorthodox», de Anna Winger y Alexa Karolinski (Netflix)

por - Críticas, Estrenos, Series, Streaming
29 Mar, 2020 08:53 | comentarios

La miniserie de cuatro episodios de Netflix se centra en las dificultades que atraviesa una chica de 19 años que se escapa de una comunidad jasídica ultra-ortodoxa de Nueva York para irse a vivir a Berlin.

El secreto está en los detalles. En la estructura general, en sus recursos audiovisuales, la miniserie basada en la novela autobiográfica de Deborah Feldman responde a parámetros más que convencionales acerca de lo que podríamos denominar una trama de «fuga hacia la libertad». Es la historia de una chica de 19 años que se escapa de una comunidad judía ultra ortodoxa de Brooklyn y se va a Berlín donde sueña con comenzar una nueva vida. Los condimentos son los usuales (vieja vida opresiva pero conocida, nueva vida fascinante pero inmanejable) y UNORTHODOX hasta le suma una subtrama de suspenso que, en principio, suena bastante remanida e innecesaria. Pero el logro de la miniserie no está en sus grandes gestos sino en los pequeños. Y en el par de ojos enormes que la hacen vibrante.

Esther Shapiro, «Esty» para todos, pertenece a la comunidad jasídica satmar de Williamsburg. Sí, el barrio hipster de Brooklyn fue durante décadas uno común y nada gentrificado en el que se asentó este grupo judío ultra-ortodoxo, uno de los más radicales y cerrados aún dentro de las comunidades muy cerradas de la ortodoxia, originario de Hungría. No solo no se conectan con el resto del mundo sino que sus usos y costumbres específicos superan en rigurosidad al de otros similares.

La miniserie de cuatro episodios (sinceramente, bien podría haber sido una película) arranca en plena acción, justo cuando Esty se va a escapar de su casa, cuál espía secreto que abandona un país enemigo, para volar a Berlín. Y va a funcionar en dos tiempos, yendo al pasado a contar la historia previa de ella en la comunidad y, en tiempo presente, mostrando las desventuras de la chica en la fascinante ciudad, pero con complicada historia para la comunidad judía, que eligió para vivir.

Esty ya era una chica «diferente» cuando la hicieron casarse (no hay otra manera ahí, es por decisión familiar) con Yanky. Su padre es alcohólico y casi no figura en el mapa y, por ese y otros motivos, su madre debió huir de ahí. Criada por una tía y su abuela, Esty se une a la más «sólida» familia de su marido y su función, en este sistema tradicional y religioso, es fundamentalmente ser madre, criar hijos y tratar a su marido «como un rey». Pero las cosas no saldrán como lo esperado (ya verán los motivos) y de ahí la fuga.

En Berlín vive su madre Leah pero, al llegar, Esty prefiere no quedarse con ella (seguramente al ver el modo de vida liberal que tiene) y empieza a rebotar de lugar en lugar para terminar juntándose con un grupo de estudiantes avanzados de una escuela musical. El grupo parece armado para una campaña de publicidad de Berlín: de distintos orígenes nacionales, distintos intereses sexuales, todos solidarios y generosos. Es casi una postal de la diversidad. A Esty le fascina ese mundo pero no está para nada acostumbrada a sus hábitos. De hecho, jamás ha usado internet y ni sabe cómo funcionan los celulares.

La familia de Yanky, escandalizada por la fuga (la usina de rumores familiares y sexuales, así como la invasión materna en la vida de sus hijos es un tanto más severa aquí que en los modos más seculares del judaísmo), manda al marido de Esty en compañía de Moishe, un tipo más brusco y con experiencia callejera previa, a traerla de regreso. Y UNORTHODOX se tomará un buen tiempo en desarrollar esta línea de relato paralela, que parece casi cómica no solo por los atuendos de los muchachos sino por su aparente impericia como «detectives».

La trama sigue por carriles bastante tradicionales y, formalmente, UNORTHODOX tampoco logra escaparle al look standard de las series actuales, de esas que creen que usar un par de drones califica como «modernidad». Pero allí, en medio de ese juego de convenciones, es donde el guión se escapa de lo previsible. Esty no es simplemente la chica liberada que dejó todo para cumplir su sueño: el mundo nuevo la asusta y se siente muchas veces perdida. Yanky tampoco es el prototipo del marido como bully (ese rol, convengamos, lo juega la suegra): es un chico confundido y presionado para cumplir con lo que se espera de él. Y tampoco Moishe o Leah son tan fácilmente legibles en sus actitudes.

Hay detalles específicos que son relevantes. Desde cómo están capturados, sin explicarse demasiado, los rituales ortodoxos de los que Esty se escapa hasta cómo la persecución a la chica gira por carriles dramáticamente inesperados. Y lo más interesante de Berlín como locación no está tanto en la captura un tanto turística de su modernidad urbana y su noche vibrante sino en la complicada historia con la que la ciudad debe lidiar en relación al Holocausto. Donde ahora hay una plaza en la que juegan niños antes había un edificio del que todos sus habitantes debieron escapar. Y esa presencia espectral, aún en medio de planos de carácter publicitario, se hace sentir.

Si la batalla entre los puntos a favor y los en contra de UNORTHODOX termina dando un balance positivo es por la actuación de la israelí Shira Haas (SHTISEL) en el rol de Esty. De figura muy pequeñita y ojos enormes que parecen capturarlo todo, con un corte de pelo que le da un look a lo Falconetti/Jean Seberg (la serie juega con el curiosamente pequeño margen que parece haber entre lo religioso y lo cool), Haas le pone a la miniserie toda la verdad y credibilidad que le hace falta para traspasar sus limitaciones. A través de ella entendemos la fascinación, el miedo, la vergüenza y el fastidio que siente Esty a lo largo de los diferentes momentos de esa complicadísima y decisiva etapa de su vida. Y esa transparencia emocional hace que pasemos por alto algunos clichés de la trama. Gracias a ella, el personaje es mucho más que la miniserie que la contiene.