San Sebastián 2019: críticas de la sección Horizontes Latinos

San Sebastián 2019: críticas de la sección Horizontes Latinos

por - cine, Críticas, Festivales
16 Sep, 2019 11:28 | Sin comentarios

Aquí van siete críticas de películas que se verán en esta sección del festival, que comienza el 20. Entre ellas, títulos de Romina Paula, Jayro Bustamente, César Díaz, Alejandro Landes y los hermanos Vega.

En este tercer adelanto del Festival de San Sebastián van las críticas de siete de las películas que se presentarán en la sección Horizontes Latinos, dedicada al cine de este continente. Aquí abajo pueden leer unas breves críticas de esos films, de muy buena calidad promedio, mientras que otros dos títulos de esta sección (ASI HABLO EL CAMBISTA, de Federico Veiroj y LOS SONAMBULOS, de Paula Hernández) por ser novedades también dentro del ámbito local tendrán un post por separado y más extenso, totalizando así nueve películas cubiertas dentro de las 13 que integran la sección.

«Araña»

ARAÑA, de Andrés Wood. La nueva película del realizador chileno se mete con un tema espinoso: el regreso de los movimientos de extrema derecha, por no llamarlos neonazis. Contada en dos tiempos, la película se centra en Inés (Mercedes Morán), una exitosa empresaria –casada con Justo, un alcohólico– quien se sorprende ante la reaparición, en el presente, de Gerardo (Marcelo Alonso), un hombre de aspecto extraño que es detenido tras hacer justicia por mano propia con un ladrón. Inés mueve todos los hilos a su alcance para que no se sepa mucho de este hosco hombre. ¿El motivo? Los flashbacks a la década del ’70 lo irán revelando, ya que los tres estuvieron involucrados en el grupo de ultraderecha Patria y Libertad, que cometían actos terroristas contra el gobierno socialista de Salvador Allende. E Inés lo último que quiere es que eso ensucie su pulcra imagen actual.

Como en MACHUCA, Wood vuelve a trabajar sobre el pasado chileno y, en este caso, más aún en sus repercusiones sobre el presente. Ya no solo en lo que respecta a la inamovible clase política de ese país sino en los ecos entre los movimientos antimarxistas de entonces y el nacionalismo anti-inmigratorio actual, ya que Gerardo, en lugar de reinventarse como Inés, ha pasado a vivir casi en la clandestinidad. Los motivos de esa diferencias tienen que ver con una situación específica del pasado, pero lo que sigue siendo evidente es que, aún dentro esos movimientos, las diferencias de clase son importantes. Es discutible la aparición de un eco narrativo un tanto subrayado y violento sobre el final, pero más allá de eso ARAÑA deja en claro –de una manera quizás no muy sutil pero sí potente– que los fantasmas del pasado más extremo cambian de piel y se transforman pero no desaparecen.

«De nuevo otra vez»

DE NUEVO OTRA VEZ, de Romina Paula. Una película sobre la maternidad, la independencia y los distintos conceptos de familia, la opera prima como realizadora de la actriz, escritora y dramaturga tiene mucho de relato en primera persona (quizás podría calificar como «autoficción») en la que ella interpreta a una mujer con un hijo pequeño que atraviesa una complicada situación de pareja y se va a pasar un tiempo con su madre, mientras trata de volver a tener una vida fuera de los compromisos y obligaciones familiares. Tomando en cuenta que sus coprotagonistas son su madre, su hijo y sus amigos (y buena parte de las historias y fotografías del pasado familiar son propias), la película juega siempre demasiado cerca de la autobiografía.

Sus salidas, sus búsquedas de encuentros amorosos con chicas, sus conversaciones familiares (y las historias que surgen de allí) y su intento de resolver su relación de pareja se mezclan con otros recursos formales un tanto menos clásicamente cinematográficos (monólogos a cámara, con diapositivas de fondo) que aportan para entender el conflicto que ella vive en este confuso presente en el cual no tiene muy claro qué quiere hacer ni por donde pasa su deseo. Es una película personal, sensible, que sin perder nunca el tono bajo e íntimo logra ser muy reveladora respecto a la vida de una mujer de treintaypico que se ve ante el desafío de empezar una nueva etapa de su vida.

«La llorona»

LA LLORONA, de Jayro Bustamante. La segunda película del realizador guatemalteco en exhibirse en festivales en un mismo año calendario (la anterior, TEMBLORES, debutó en Berlín y también es parte de esta sección) tiene algunas importantes diferencias formales con la anterior pero mantiene un similar eje temático, ligado a una severa crítica a las clases dominantes de ese país. Si TEMBLORES ponía su mirada en la homofobia aquí el eje está puesto en las conexiones de esa clase con la dictadura política y los juicios por la desaparición de personas.

La diferencia formal con los otros films es la aparición de lo fantástico en el relato. Aquí hay una mujer de origen indígena que empieza a trabajar en la casa de un alto militar que está siendo enjuiciado por crímenes de lesa humanidad. Como todo hace pensar que podrá salir indemne de esos juicios, la venganza de las víctimas vendrá por otro lado. ¿Tendrá eso algo que ver con la mítica y fantasmal figura de «la llorona» que da título al film y que viene a vengarse? ¿O se trata de una alucinación ligada a la culpa por los crímenes cometidos? LA LLORONA es una película que toma el riesgo de introducir el fantástico en medio de una historia basada en hechos reales dolorosos del pasado de Guatemala y, más allá que esa sea una decisión discutible, Bustamante logra hacer de todos modos una ajustada y sincera denuncia acerca de las injusticias que siguen sin ser del todo aclaradas en ese país centroamericano.

LOS TIBURONES, de Lucía Garibaldi. El despertar sexual adolescente ha dado tela para miles de historias. La de Rosina no es tan diferente de la de muchas chicas. Tiene 14 años, padres que están en su propio planeta, una hermana mayor que la irrita y uno más pequeño al que ignora. En su pueblo costero uruguayo sospechan que hay un tiburón rondando y Rosina se obsesiona con el tema. Pero más con Joselo, un chico un tanto mayor que ella que trabaja con su padre y con el que practican la forma más seca y árida del coqueteo, hasta que las cosas se enredan de una manera que ella no parece saber manejar muy bien.

Apostando a un realismo minimalista de pura cepa uruguaya, con una actuación soberbia de la adolescente Romina Bentancur, la debutante Garibaldi arma una historia a partir de pequeñas anécdotas que parecen despegadas entre sí pero que van conformando un estado del alma, una sensación en la que el deseo sexual y la frustración se mezclan con resultados potencialmente explosivos. (Publicado originalmente en La Agenda de Buenos Aires)

«Nuestras madres»

NUESTRAS MADRES, de César Díaz. Al igual que LA LLORONA, la película de su compatriota Bustamante (para quien trabajó como editor en IXCANUL) el debut de Díaz, sorpresivo ganador de la Cámara de Oro de Cannes, se centra en el genocidio indígena que tuvo lugar en los años ’80 en Guatemala. De una manera más sobria y directa –sin recurrir al recurso narrativo del género fantástico–, Díaz se centra en el trabajo que realizan los forenses que tratan de exhumar e identificar los cadáveres de los desaparecidos en esos años. A la vez, la historia personal de Ernesto –el protagonista del film– parece colarse entre esos descubrimientos ya que cree descubrir pistas del paradero de su propio padre, militante de izquierda entonces, en esa época. Y decide meterse también a investigar eso, desviándose un poco de su objetivo inicial.

La película de Díaz funciona de manera clásica, optando por hacer una denuncia política sincera pero sin intentar golpear al espectador con trampas emocionales. Si bien para un espectador argentino –que conoce bien ese tipo de circunstancias y situaciones–, NUESTRAS MADRES puede no producir demasiadas sorpresas a la hora de descifrar lo que sucedía en las dictaduras de aquellas épocas, hay una franqueza y honestidad en el film que le dan una gracia y dignidad alejada de cualquier explotación y exceso que normalmente premian los festivales europeos. Que haya ganado ese premio en Cannes es algo seguramente relacionado a que el presidente de ese jurado era Rithy Pahn, un cineasta que trabaja de similar manera con la violenta memoria de su país, pero el film no busca llamar la atención sobre sí mismo sino sobre sus protagonistas e historias. Y, en estos tiempos, eso debe ser considerado como un importante mérito.

«Monos»

MONOS, de Alejandro Landes. Tarda uno un buen rato en darse cuenta de que la nueva película de Landes (PORFIRIO) tiene como centro los conflictos armados colombianos. La primera impresión es que estamos frente a un film que transcurre en algún planeta lejano o en una civilización antigua. Pero de a poco entramos en el tema en cuestión, algo que el realizador hace evitando cualquier convención clásica del subgénero de dramas bélicos latinoamericanos.

MONOS es un viaje furioso por la jungla, una película de aventuras, un drama personal con toques cómicos, la historia de un grupo de jóvenes encargados de cuidar a una mujer secuestrada, alejados, al menos en principio, del bullicio de la guerra. Allí, en ese lugar aislado y misterioso que la cámara recorre con destreza y maestría, las armas pueden ser un juego hasta convertirse en una pesadilla propia de EL SEÑOR DE LAS MOSCAS. Una película alucinada y alucinante. (Publicada originalmente en La Agenda de Buenos Aires)

«La bronca»

LA BRONCA, de Daniel y Diego Vega. A diferencia de las películas previas de los realizadores (y hermanos) peruanos, como OCTUBRE y EL MUDO, su nuevo film no transcurre en su país sino en Canadá, tomando a los inmigrantes peruanos que se fueron a vivir a ese país en los años ’90 como centro de atención. Es una elección, han dicho los cineastas, mucho más cercana a su experiencia personal y eso se nota en un film que es mucho más eléctrico, tenso y vívido que los anteriores, aunque también más desparejo en su construcción. El protagonista se llama Roberto, es un adolescente que viaja hacia Canadá para reunirse con su padre que ya está radicado allí hace tiempo. Pero el reencuentro no es tan apacible como se podía esperar ya que las diferencias entre unos y otros (generaciones y a esa altura también culturales) salen a relucir en una historia que se va volviendo más intensa con el correr de los minutos.

El film explora los problemas culturales de la migración pero más dentro de las propias familias y no tanto en el choque con los locales, que suele ser central en este tipo de historias. Padre e hijo no ven las cosas de similar manera y esa diferente forma de relacionarse con el mundo (y con el otro) terminará haciendo salir a la luz todo tipo de reproches y desencantos mutuos. La violencia que el joven trae –producto de la experiencia en el intenso Perú de esos años– choca con la aparente placidez de su padre, que ha hecho una nueva vida en Montreal, Canadá, acaso uno de los países más «civilizados» y respetuosos del mundo. Pero nada es del todo lo que parece y las tensiones llevan a extraños juegos de roles en una película un tanto desordenada y caótica que de todos modos resulta una vital exploración de algunas formas disfuncionales de la masculinidad.