Series: crítica de «Master of None Presents: Moments of Love», de Aziz Ansari y Alan Yang (Netflix)

Series: crítica de «Master of None Presents: Moments of Love», de Aziz Ansari y Alan Yang (Netflix)

En esta tardía tercera temporada de la serie –demorada por problemas personales de su creador y protagonista– Ansari cede el centro de la acción a su amiga Denise y a la complicada relación que tiene con su pareja. Con Lena Waithe y Naomi Ackie.

Desde que a las series televisivas se les empezó a aplicar el término «cinematográficas» siempre el uso estuvo referido a nociones de producción, de espectacularidad, de impacto fotográfico o físico. La idea parece ser que algo cinematográfico es –en relación a algo televisivo– inherentemente algo más grande, imponente y caro que necesita (o necesitaba) llenar una pantalla de mucho mayor tamaño. Pero hay otra idea de lo cinematográfico, una que pocas series han usado y que aparece con toda su fuerza en MASTER OF NONE. Es la idea de la puesta en escena como eje de la acción en lugar de la esclavitud al guión que suele ser el mantra de la TV. Aquí nada es más espectacular ni más grande. Al contrario, se podría decir que es más chico, más íntimo. Pero las ideas que sostienen la temporada, los tiempos que se usan para narrar, la precisión visual de la propuesta solo pueden definirse como cinematográficas.

El caso de Aziz Ansari es curioso por donde se lo mire. En lo meramente «profesional» se trata de un tipo que comenzó su carrera como un comediante de stand up un tanto abrasivo, tan simpático como irritante, para luego hacerse popular gracias a la comedia PARKS AND RECREATION en la que explotaba a fondo ese tipo de personaje. Para el que haya visto algunos de esos especiales de comedia su cambio resulta sorprendente, ya que su humor no solía tener la fascinante complejidad de, por ejemplo, el de su colega Louis CK, cuya carrera, en más de un sentido, tiene bastantes similitudes. Sí, también con la de Woody Allen…

En la serie cocreada por él (junto a Alan Yang), e inspirada en su propia vida, Aziz hacía un operativo similar al de CK en LOUIE. Y si bien este modelo se repite todo el tiempo en los Estados Unidos –hay cientos de comediantes que hacen sitcoms inspirados en sus vidas–, lo que une a Ansari con CK está ligado a una inspiración cinéfila, llena de guiños, homenajes y deudas con la historia del cine mundial. Los tonos, los tiempos y las decisiones narrativas de muchos episodios son más propios de películas de cine independiente (o europeas o festivaleras) que del cine clásico de Hollywood. Y esa inspiración llega a sus extremos en la tercera temporada de MASTER OF NONE, subtitulada MOMENTS IN LOVE.

Voy a dejar para el final las otras comparaciones entre vida privada y pública de estos artistas para centrarme en la temporada que debutó el fin de semana en Netflix. Lo que hace Ansari aquí es pasarse atrás de la pantalla. Su personaje, central en las primeras dos, tiene apenas un par de apariciones en dos episodios, pero cede el protagonismo a su amiga Denise (Lena Waithe, coguionista de la serie) y a su pareja, Alicia (Naomi Ackie). A lo largo de cinco episodios de muy distintas duraciones (dos bastante largos, tres cortos y un total de 192 minutos para toda la temporada), lo que Ansari hace es dirigir una suerte de larga película sobre los conflictos de una pareja a través de varios años.

Denise viene de publicar una novela exitosa y se ha convertido en una persona conocida y –considerando la cabaña de lujo en la que vive en el norte del estado de Nueva York– también millonaria. Está lidiando con un par de cosas pero, fundamentalmente, su dificultad para escribir una nueva novela. Alicia trabaja vendiendo antigüedades de origen africano en una tienda y, a diferencia de la más seria y concentrada Denise, se la ve como una mujer más alegre y vivaz. Hay más diferencias (sus hábitos para comer, fundamentalmente, o su estilo para vestirse) pero la principal es que Alicia quiere tener un hijo y Denise no está tan segura.

Finalmente Denise acepta, convencen a un amigo en común para que sea donante y, ya en el primer episodio (uno de los dos largos) descubrimos que las cosas no salen muy bien y que ese fracaso empieza a carcomer la estabilidad de la pareja. El resto de los episodios estará dedicado a seguir a cada una de ellas –juntas y por separado– lidiando con la distancia cada vez más severa que se va creando entre ambas, con las consecuencias de ese frustrado embarazo, con los cambios de sus planes laborales, sus vidas personales y con el hecho de tener que abandonar esa especie de paraíso sobre la tierra en el que habitan.

Lo central en MOMENTS IN LOVE no pasará, de todos modos, por el costado narrativo. Si bien usualmente no los protagonizan mujeres lesbianas y afrodescendientes (Alicia es británica), dramas matrimoniales de este tipo hemos visto decenas. Así como en la segunda temporada –que transcurría en Italia y usaba ideas del cine italiano clásico– Ansari elige como referencia aquí el tono más sombrío de dramas escandinavos como ESCENAS DE LA VIDA CONYUGAL, de Ingmar Bergman, o sus versiones/adaptaciones estadounidenses, desde John Cassavetes a Woody Allen, pasando por decenas de films independientes de ese país.

Filmada en lo que parecen ser 16mm (o con una fotografía digital que imita muy bien esa imagen) y con un grano orgullosa o «tramposamente» cinematográfico, la temporada se toma sus tiempos para narrar su historia de idas y vueltas de la pareja. Pero lo principal pasa por las decisiones de puesta en escena, de edición, de fotografía. Casi todas las escenas están narradas mediante un solo plano a una distancia relativamente alejada de los rostros de las protagonistas. No hay primeros planos, ni cortes y jamás la cámara «editorializa» desde la mirada. Hay, también, un llamativo tiempo dedicado a los detalles: vemos a Denise comer una hamburguesa casi el tiempo que dura hacerlo, a Alicia acomodar una por una las jeringas que va a usar para un tratamiento de embarazo y, fundamentalmente, a la cámara abandonar por momentos a los personajes para quedarse fija en espacios, paisajes u objetos.

Es un acercamiento caro a cualquier cinéfilo que tenga en su equipaje más cine que series de TV y que quiera acercarse a una historia de estas maneras, más cercanas a un drama de autor europeo que a una chispeante comedia de Netflix. No todos responderán bien a esta propuesta –ya leí varias críticas escritas por supuestos profesionales que la acusan de «lenta»–, pero sin dudas Ansari tiene muy claro lo que está haciendo. La planificación visual de MOMENTS OF LOVE es una de las mejores que he visto en los últimos tiempos.

Pero igualmente la serie es emotiva, humana y rica en matices. No se trata solo de un drama observacional que no conecta emocionalmente con sus personajes. Al contrario. De a poco Ansari va logrando intimar con ellos. Denise es la más complicada de acceder por su propia personalidad –y, convengamos, algunas limitaciones de la guionista reconvertida en actriz– un tanto fría y en apariencia distante. Pero lo que a ella le falta en términos de «conexión» con el espectador, a Alicia le sobra. Interpretada por la británica actriz de THE END OF THE FUCKING WORLD y SMALL AXE, Alicia es una mujer vivaz y entusiasta a la que la vida va llevando a atravesar situaciones cada vez más complicadas.

El cuarto episodio –excelente, central, el corazón de la temporada y casi una minipelícula de 52 minutos en sí mismo– se centra en sus esfuerzos por quedar embarazada mediante un complicado y trabajoso tratamiento de fertilización in vitro. Hay tantos momentos emotivos, tocantes y, fundamentalmente, honestos aquí que no sería extraño que la chica termine ganando premios. Ansari filma su derrotero casi de la misma manera que el resto de la serie (acaso el momento más emotivo del episodio sea un plano de un bolso en un pasillo) pero la emoción se transmite a cada segundo: en las conversaciones que tiene con su madre, con la simpática mujer de acento caribeño que la revisa y en sus momentos de angustia y soledad.

Es probable que el cierre no esté a las alturas de las expectativas de algunos espectadores, pero es claramente una elección de Ansari/Waithe, una que tiene mucho que ver con el tipo de propuesta que abordaron. El viaje, de todos modos, es extraordinario, además por el hecho de centrarse exclusivamente –casi no hay personajes secundarios de peso– en una pareja de mujeres negras y lesbianas, algo que convengamos no es lo más habitual en las series. Si la quieren ver en términos de representación, y en la manera en la que eso funciona dramáticamente –sin grandes subrayados pero con apuntes específicos que son importantes–, MOMENTS IN TIME es también un gran logro.

La única manera en la que, creo, se explican las críticas no del todo favorables a la temporada tiene que ver con los problemas personales de Ansari. Como cité antes en relación a Louis CK y a Woody Allen (aunque en este caso es algo más nimio el tema), el creador de la serie está en ciertos sectores un tanto «cancelado» a partir de un episodio incómodo y desagradable que hizo pasar a una chica con la que tuvo una cita y que la joven mujer publicó en una revista. Sin desmerecer ni entrar a juzgar el caso –y sin conocer la verdad de la situación– solo vale decir que lo que ella narra allí parece ser una situación confusa y molesta, pero jamás da la sensación de que fuera catalogable como abuso sexual. Ansari se ha mantenido este tiempo con un perfil bajo y respetuoso de la sensación de la chica (que no dio a conocer su nombre), hablando de la situación en un especial de comedia. Y ha regresado con un producto noble, emotivo y fascinante en el que, asumiendo el potencial tóxico de su propia imagen, decide mantenerse casi todo el tiempo del otro lado de la cámara. Sin embargo, no todos parecen creerle o perdonarlo. Y si bien le será seguramente difícil recuperar su lugar, el camino elegido es el correcto.