Series: crítica de «Lupin – Parte 2», de George Kay y François Uzan (Netflix)

Series: crítica de «Lupin – Parte 2», de George Kay y François Uzan (Netflix)

Esta segunda parte de la exitosa serie francesa basada en las novelas sobre un mítico ladrón de guante blanco tiene a Omar Sy tratando de desenmascarar al hombre que le arruinó la vida a su familia.

Más una segunda parte de la primera breve temporada que otra temporada en sí, en realidad estos nuevos cinco episodios de la serie francesa podrían ser vistos como una secuela cinematográfica. Es decir: los episodios que vimos el año pasado (ver acá la crítica) bien podrían ser la película original y ésta, la apurada secuela tras el éxito. Con unos 200 minutos de duración, cada «temporada» se podría pensar como películas largas en las que a nadie se le ocurrió editar las partes sobrantes. De todos modos, pese a la premura, a la ligereza, a las inconsistencias narrativas y a su carácter un tanto turístico, LUPIN sigue siendo un entretenimiento amable, liviano, casi ideal para estos tiempos de angustias varias.

La acción de esta parte dos continúa donde terminó la primera –con la desaparición del hijo de Assane Diop, el autopercibido Lupin– y recorre una serie de aventuras que el personaje atravesará en unos pocos días. Primero, para encontrarlo y recuperarlo. Y ya luego para intentar, de distintas maneras, acabar con el tal Pellegrini, el hombre que arruinó la vida de su familia al culpar a su padre de un robo que no cometió y que es hoy un millonario inescrupuloso con contactos importantes en la policía y en el gobierno. Para Assane (Omar Sy) no es fácil dejarlo en evidencia o hacer que lo atrapen porque, entre otras cosas, este villano muy villano está protegido desde adentro.

El tipo trata de atraparlo de mil maneras –hay robos de cuadros, persecuciones, manejos turbios de dinero, secuestros, alguna muerte, aunque en general es una serie bastante «light» en ese sentido– con la ayuda de su amigo de la infancia Ben (Antoine Gouy). Con la policía tiene una relación ambigua, ya que allí solo uno de los agentes –también fan del ladrón de guante blanco creado hace más de un siglo por Maurice Leblanc– tiende a ponerse de su lado y entender qué es lo que trata de hacer mientras que los otros lo quieren atrapar como sea. Pero por más elaborados que sean sus planes siempre hay algún inconveniente. El último y hitchcockiano episodio está dedicado casi por completo a una función de gala con una orquesta en la que, aparentemente, se decidirán los destinos de los personajes.

La serie usa el mismo mecanismo de la temporada previa, que consiste en mostrar una serie de eventos para luego volver atrás y descubrir que mucho de lo que creíamos que sucedía no era tan así. E inserta otra serie de flashbacks más largos, que van a la adolescencia de Diop y Ben, y que sirven también para conocer detalles de la historia de ambos –y de Claire (Ludivine Sagnier), su ex esposa–, y conectar algunos eventos, personajes y locaciones que volverán a tener importancia en el presente.

Es una serie abigarrada, un tanto apresurada, cuyo guión presenta algunas situaciones de fuga y engaño muy ingeniosas mezcladas con otras totalmente ridículas que no resisten ninguna lógica. Pero parte del espíritu de LUPIN consiste en exagerar la plausibilidad a límites insoportables. Es un ladrón de guante blanco, un artista del escape, un tipo que se mete en mil problemas y nunca deja de sonreír –casi sobrando las situaciones que atraviesa, salvo cuando se meten con su familia– mientras recorre los barrios más turísticos de París siempre iluminados como para una postal. No pidan realismo. Es un juego, un pase de magia, entretenido mientras dura y que se olvida al momento de escribir este preciso punto final.