Cannes 2021: crítica de «Mes frères, et moi», de Yohan Manca (Un Certain Regard)

Cannes 2021: crítica de «Mes frères, et moi», de Yohan Manca (Un Certain Regard)

por - cine, Críticas, Festivales
13 Jul, 2021 05:54 | Sin comentarios

Esta convencional opera prima francesa se centra en un chico de una familia problemática que empieza a aprender canto lírico pese a la oposición de sus agresivos hermanos.

Algunas películas que pasan por el Festival de Cannes parecen tener como principal objetivo de su presencia allí la de captar un poco de atención en función de un estreno cinematográfico inminente. Casos como MES FRERES, ET MOI (LA TRAVIATA, MY BROTHERS AND I es su más «comercial» título en inglés) parecen ser de esos. Se trata de un film menor, bastante lleno de clichés, que podría funcionar con cierto público que busca un cine de autor accesible y esperanzador, aparentemente realista pero que en realidad no sea más que una fábula un tanto banal y liviana.

El problema de estos films se acrecientan, a veces, por el lugar que ocupan en festivales de cine o a la hora de nominaciones y premios. Estoy seguro que si uno se topa con este film de Yohan Manca en la programación de alguna plataforma online tipo Netflix lo valoraría un poco más. Pero cuando está en una de las principales competencias del más importante festival de cine del mundo resulta obvio que el lugar le queda demasiado grande.

El film tiene como protagonista a Nour (Mäel Rouin Berrandou), un chico de unos 12-13 años que vive con sus tres hermanos mayores en Séte, una costera ciudad del sur de Francia, que está atravesando un plácido verano. Habitan en un edificio de viviendas populares, todos pasaron en algún u otro momento por la cárcel (o algún instituto de menores) y no son lo que se dice muy amables ni tolerantes entre sí. Tienen, además, una situación muy complicada que atender: su madre está en coma y la tienen enchufada a máquinas en un cuarto de su casa, junto a ellos.

Nour es el más creativo y menos curtido de los hermanos. Le gusta la música clásica y se ha aprendido de memoria algunos clásicos cantados por Luciano Pavarotti porque se los pone con parlantes a su madre, que era fanática del cantante, soñando con alguna reacción de su parte. Pero gran parte del tiempo, en realidad, se la pasa lidiando con sus hermanos, a los que le fastidia que escuche esa música (o cualquiera de sus inclinaciones artísticas en realidad) y quieren que trabaje, que lleve dinero a la casa.

En un trabajo comunitario que cumple pintando paredes en una escuela como condena por algún delito menor (un hermano suyo vende drogas, otro es una especie de taxi boy, el mayor funciona como el intolerante padre de familia que trata de controlar todo) Nour se topa con una clase de canto lírico que se les da a unas adolescentes de la zona. Y tras una serie de confusiones, termina no solo participando en la clase sino demostrando tener cualidades para ese tipo de canto y estableciendo una cálida relación con la docente, Sarah (la reconocida Judith Chemla).

Podrán imaginar los enredos y complicaciones que surgirán a partir de eso, choques que una película como SOFTIE –que está en la Semana de la Critica– trata con mucha más sutileza e inteligencia. Acá hay malos entendidos, peleas y más peleas, problemas con la policía, entre los hermanos y la posibilidad de Nour de tener acceso a una vida un poco más amable y menos brusca –y a una educación musical– se empiezan a complicar.

La película tiene todos los condimentos esperables en este tipo de productos. Momentos graciosos (en cierto punto la película toma las características de una historia tipo «pez fuera del agua» por la extrañeza que genera tener a un chico «duro» metido en un curso de canto lírico en el que son todas chicas), otros que apuntan a las lágrimas del espectador, un tímido romance por acá, una mirada a la situación social de los personajes maniquea y bastante torpe, cierto guiño esperanzador «a pesar de todo» y los giros dramáticos forzados propios de una escuela de guión televisiva, de ambigüedad cero.

De haber estado en proyecciones especiales o alguna sección similar –como pasa en Toronto o en la Berlinale que ubican estos films en secciones de ese tipo– TRAVIATA… podría haberme caído un poco mejor. Tan solo un poco. Es cierto que no es culpa de la película el lugar en el que se presenta pero es muy difícil no pensar en eso cuando uno ve todas sus limitaciones y problemas. En medio de plataformas online que suelen ser muy pobres en cuanto a oferta de cine europeo, una película como esta –un crowdpleaser hecho y derecho– podría hasta funcionar bien. Sin exagerar tampoco, vamos.