Estrenos: crítica de «Rey Richard: una familia ganadora», de Reinaldo Marcus Green

Estrenos: crítica de «Rey Richard: una familia ganadora», de Reinaldo Marcus Green

Este relato biográfico se ocupa de Richard Williams, el excéntrico y obsesivo padre de las tenistas Venus y Serena Williams, considerado el hombre que logró convertirlas en estrellas del tenis. Se exhibió en el Festival de Mar del Plata y se estrenará en cines el 2 de diciembre.

Richard Williams es un rey poco convencional, pero no hay dudas que actúa y funciona como si lo fuera. Más que rey –es demasiado aplicado y trabajador para ese título– el hombre es el estratega y empresario más decidido y extravagante del universo deportivo. En esta curiosa biografía sobre el padre de las ya míticas hermanas tenistas Venus y Serena Williams, el director del reciente drama JOE BELL se centra en este particular personaje, considerado el principal responsable de que sus dos hijas se ubicaran en lo más alto del tenis femenino durante más de una década, algo que no es muy usual en ese deporte.

Se trata de una historia de superación con todas las marcas de una película bastante convencional, pero Richard tiene muy poco de convencional y eso es, fundamentalmente, lo que le da a REY RICHARD su extrañeza, su personalidad. La película es tan contradictoria como ese padre obsesivo que tiene un plan escrito y cuidadosamente desarrollado para que sus hijas triunfen como deportistas pero que a la vez toma decisiones que muchos consideran inapropiadas o directamente absurdas. Pero aún con sus casi dos horas y media de duración, Green consigue lo que se propone: presentar a un personaje que bascula permanentemente entre la admiración y el fastidio, el carisma y la irritabilidad. Lo mismo que Richard produce en quienes se topan con él, producirá en los espectadores.

Si bien la película no termina de explicar muy bien de dónde sacaron el talento para el tenis, lo que sí queda claro es que las Williams aprendieron el trabajo duro y obsesivo de parte de sus padres, especialmente de Richard (Will Smith), que siempre pensó que el deporte podría sacarlos de la pobreza, de la zona difícil en la que vivían en Compton, uno de los barrios más peligrosos de Los Angeles a fines de los años ’80 y principios de los ’90 en los que transcurre el grueso de REY RICHARD. Las lleva a entrenar literalmente todo el tiempo a una cancha pública que no solo está en bastante mal estado sino que la rodean miembros de peligrosas pandillas de la ciudad que tienen a Richard en la mira. Pero el tipo insiste, sin temor alguno, y hasta los enfrenta.

Algo parecido hace cuando le toca lidiar con el mundo profesional del tenis: entrenadores, agentes, sponsors, clubes. Muy decidido a promover a sus hijas como sea, toma el mundo por asalto, de la manera más directa y obsesiva posible. Es la clase de persona que persigue a medio mundo para «venderle su producto» (hoy todos los que le dieron vuelta la cara parecen idiotas, pero en ese momento hasta era lógico dudar de un tipo con más pinta de vendedor de autos usados que otra cosa) pero que luego, cuando consigue lo que quiere, no hace más que enredar y hasta boicotear esas relaciones si no se ajustan a su plan.

Es así que el film tendrá dos etapas principales. La primera, ligada a las enormes dificultades que tiene Richard para conseguir que entrenadores y profesionales le presten atención a sus hijas (el tenis es en Estados Unidos un deporte elitista y blanco, y lo era aún más entonces) mientras lidia con problemas en su barrio californiano. Lo que parece tener a favor es que sus hijas (son cinco en total) son todas chicas amables, respetuosas, divertidas y que jamás parecen presentarle una dificultad. Lo respetan más que temerle: el tipo parece haberlas convencido de su método «inspiracional» para salir del pozo con un obsesivo plan de estudio, trabajo y deporte. Su mujer Oracene (Aunjanue Ellis), al menos en esa etapa, es parte del equipo que sigue sus directivas. Luego, lógicamente, se rebelará ante algunas cuestiones.

Cuando Venus –más que Serena, cuyo despegue es posterior ya que es un par de años más chica que su hermana y tiene mucho menor participación en la historia– empiece a ser tomada en cuenta en el mundo del tenis y uno crea que Richard logró su objetivo se dará cuenta que su plan tiene sus bemoles, sus rarezas y contradicciones. Digamos que «el Rey» no cree mucho en el sistema que lleva a las niñas a volverse profesionales muy jóvenes descuidando su educación y hasta su esparcimiento, y altera todo el tiempo las expectativas de los que creen en ellas pero están más preocupados en su éxito que en el hecho de que tengan una vida «balanceada». Los entrenadores Paul Cohen (Tony Goldwyn) y Rick Macci (Jon Bernthal) son algunos de los que no terminan por entender las decisiones de Richard. Y uno tampoco tiene muy en claro si el hombre realmente sabe cuánto él mismo descalabra ese balance.

El propio Williams –o el guión de la película, ya que su vida personal es bastante más complicada de lo que se muestra aquí– es un personaje fascinante, tan áspero como admirable, de esos que uno ama y odia a la vez. Y Will Smith lo encarna de esa manera, con la convicción de alguien que nunca se siente «fuera de su elemento» por más que todos lo miren con fastidio o sorna, dependiendo las circunstancias. Para un hombre negro de clase baja, sin demasiada educación convencional, lograr meterse en ese mundo que lo mira con desdén es una tarea dificilísima. Y de la manera en la que Richard lo hizo –sin estar pidiendo permiso ni dando explicaciones, sino como una contradictoria topadora– aún más.

La película pasa de momentos extraordinarios (sus peleas y enfrentamientos con Bernthal son muy buenos) a otros «inspiracionales» un tanto más clásicos, la recreación del mundo tenístico de los ’90 es muy efectiva y las actrices que encarnan a Venus y a Serena (la segunda queda bastante relegada en la trama pese a ser la más famosa de las dos) son creíbles adentro y afuera de la cancha. Estilísticamente la película no se escapa del formato tradicional del drama inspiracional que intenta rescatar algún Oscar para su protagonista/productor, pero a la vez la propia extravagante personalidad del tipo es la que le da su chispa, la que la saca del «piloto automático». REY RICHARD es un personaje peculiar, inolvidable, irritante y fascinante a la vez en una película que lo trata como la excéntrica realeza que fue.