Series: reseña de «Better Call Saul – Temporada 6/Episodios 1-2», de Vince Gilligan y Peter Gould (Netflix)

Series: reseña de «Better Call Saul – Temporada 6/Episodios 1-2», de Vince Gilligan y Peter Gould (Netflix)

Comenzó la primera parte de la última temporada de la serie protagonizada por Bob Odenkirk y Rhea Seehorn que continúa directamente tras los sucesos del final de la anterior. Disponible en Netflix.

Lo primero que reconforta es la confianza, la seguridad y la paciencia. Como ya lo han probado durante más de una década, empezando por BREAKING BAD, Vince Gilligan y su equipo parecen funcionar con la tranquilidad de quienes saben que tienen al espectador en las manos. No hay ya muchas series que le dediquen el tiempo a cada escena de la manera en la que se hace en BETTER CALL SAUL. Uno ve las series que se parecen o que directamente imitan esta escuela y las nota apresuradas por pasar a lo siguiente y así todo el tiempo, en una carrera contra la impaciencia, el aburrimiento o perder al espectador a manos de TikTok. Nadie tiene miedo de eso acá. Y se nota.

Todos conocemos cómo opera la serie formalmente. Inicia cada escena desde algún ángulo narrativo o visual misterioso y de a poco va revelando su conexión con el eje central de lo que está sucediendo o por suceder. Y eso mismo pasa cuando las escenas se conectan entre sí. Es un hilado fino, delicado, hecho por alguien que puede dedicarle cinco minutos hitchcockianos a mostrar a una persona mientras espía por la ventana o incluir otra escena, tarantinesca, en la que «se pierde tiempo» hablando de comidas y barbas para luego liquidar a una persona salvajemente fuera de campo.

A la vez, Gilligan y su equipo no abandonan del todo el interés –en mi opinión, un pelín excesivo– por las tramas enrevesadas y los planes que, para concretarse, implican que diez cosas conecten entre sí a la perfección. Es, casi, parte de la broma de la serie, de su modus operandi. Y recorrerla es ir viendo, de a poco, como esas palabras aparentemente muy separadas entre sí empiezan a juntarse en una frase que lentamente empieza a cobrar sentido. Cuando uno se quiere dar cuenta, ya está metido adentro del caos.

Como sucede siempre, BETTER CALL SAUL comienza sus temporadas despacio. Las acciones siguen a lo que pasó al final de la temporada pasada con Nacho (Michael Mando) escapando del caótico intento de matar a Lalo Salamanca (Tony Dalton). Mientras el primero se esconde esperando que lo vengan a sacar de un penoso motel en algún perdido lugar de México y de la segura búsqueda de parte del clan narco, el segundo arma su plan para que todos crean que está muerto cuando en realidad no lo está y planea regresar a Estados Unidos a vengarse de quienes lo mandaron a matar.

Entre negociaciones, suspenso, traiciones y complejos arreglos que involucran también a Gus (Giancarlo Esposito), a Mike (Jonathan Banks) y a Héctor Salamanca (Mike Margolis), entre otros, los dos primeros episodios de la sexta y última temporada dedican buena parte de su tiempo al costado más directamente mafioso/narco de la serie, incluyendo la aparición de unos viejos conocidos de la familia BREAKING BAD.

Cada vez más cerca de cruzarse del todo con ese universo, la dupla Saul Goodman (Bob Odenkirk) y Kim Wexler (Rhea Seehorn) parece recuperarse de los duros incidentes de la temporada pasada y arman un complicado plan para hacer caer a Howard Hamlin (Patrick Fabian), que involucra también traer a personajes que reaparecen de temporadas anteriores (ya los verán) y que, aún más que en el eje narco, involucra un plan de varios pasos que deben salir bien y que involucran… el uso de drogas.

Mucho más no se puede contar y tampoco tendría sentido hacerlo porque estas dos primeras horas sirven más que nada para reconectar al espectador con este mundo, dos años y un accidente grave después del último que vimos, en 2020. El primer episodio, dirigido por Michael Morris, pone a los jugadores en sus posiciones (el inicio, un flash-forward, es por demás inquietante) y a las fichas de nuevo en movimiento. El segundo, que dirigió el propio Gilligan, ya empieza a apretar las tuercas, con un par de secuencias tensas, violentas y oscuras (hay una intensa escena en la que casi no se alcanza a ver las caras de los involucrados) y otras que van poniendo el eje en la cambiante conexión entre Saul y Kim.

De todo lo visto, acaso lo más importante sea ese cambio, ya del todo definido. De la tensión del final de la quinta temporada Saul parece haber salido un poco más asustado y timorato que antes. Es aún el mismo tipo con sus mismas trampas y trucos, pero se lo nota con más dudas. Kim, en cambio, parece liberada, llena de adrenalina, tomando las decisiones de la pareja y siendo el motor de las acciones más riesgosas. Ese cambio, que ya había aparecido antes, ahora está lanzado con todo y da a entender que ella, más que él, será la gran protagonista del final de esta extraordinaria serie.