Series: crítica de «Black Bird», de Dennis Lehane (Apple TV+)

Series: crítica de «Black Bird», de Dennis Lehane (Apple TV+)

Un traficante es llevado a una prisión de máxima seguridad para tratar de lograr la confesión de un supuesto asesino serial a cambio de su libertad en esta inquietante serie del guionista de «La isla siniestra» y «Río Místico» protagonizada por Taron Egerton, Paul Walter Hauser y Ray Liotta. Estrena Apple TV+ el viernes 8 de julio.

El género true crime especializado en asesinos seriales de mujeres quizás es uno de los más gastados y revisitados en la historia del policial. ¿Hace falta hacer más? ¿Cuántas diferencias se les puede encontrar a distintas historias que intentan encontrar un asesino de ese tipo, «meterse» en su cabeza o entender qué terribles eventos de su pasado lo movilizan? BLACK BIRD podría ser una serie más de las tantas que utilizan estos arquetipos, pero no lo es. O no del todo. Y los motivos son varios. Por un lado, su búsqueda y su formato proponen un acercamiento diferente al género. Por otro, el creador de la serie y guionista principal es nada menos que el novelista Dennis Lehane (LA ISLA SINIESTRA, RIO MISTICO, GONE BABY GONE). Y, por último, porque posee una actuación consagratoria de Paul Walter Hauser como el supuesto criminal de indescifrable accionar.

La serie tiene, sin embargo, algunos problemas que le impiden convertirse en la obra maestra que podría haber sido. Varios de esos inconvenientes tienen que ver con la (poca) credibilidad de algunas de las situaciones que se narran, pero aún admitiendo ese habitual punto flojo de muchas de estas series, a BLACK BIRD la hace perder cierta fuerza su personaje principal –o la manera en la que Taron Egerton lo interpreta–, un tipo con el que cuesta conectar. Si bien se basa en un caso real y, debemos suponer, su caracterización está inspirada por la verdadera persona que atravesó esas circunstancias, hay algo excesivamente hueco y chato en la manera en la que se presenta al personaje. Y aún cuando el recorrido por la mente oscura del asesino lo modifique sustancialmente, sigue resultando un hueso duro de roer. O al menos yo casi nunca pude conectar con él.

Si uno supera la apatía o incluso el fastidio que el personaje de Egerton puede despertarle, se encontrará con una muy buena serie. Es que una vez que el acusado por los crímenes aparece es como si todo alrededor suyo quedara fuera de foco. Tan centrífuga –calma, misteriosa, desesperante– es la actuación del intérprete de RICHARD JEWELL que uno no puede quitarle los ojos de encima por más monstruoso, irritante o inocente pueda parecernos. Hay muchos elementos valiosos en la serie, pero es Hauser el que le da sentido a todo, el que hace que nos olvidemos de cualquier otro punto flojo que podamos notar.

Egerton (KIGSMAN, ROCKETMAN) pasó de encarnar a Elton John a hacer un personaje que parece la reencarnación de algún ídolo de matinée de los años ’50 (la historia transcurre en los ’90). Jimmy Keene es un tipo elegante y carilindo, de esos que son y se saben mirados por todos y todas. Y el tipo usa su carisma, su sonrisa, su musculatura y su «encanto» a cada paso. Es así como puede llevarse a su casa a cualquier mujer que se le ocurra. Y así es como empieza la serie, con Jimmy en plan galán. Pero cuando parece que su vida es casi perfecta, rápidamente vemos que la DEA rodea su casa, entra en ella y lo detiene por tráfico de drogas y posesión de armas. Sin muchas vueltas, Keene va a la cárcel por diez años.

Aquí hay que hacer una breve pausa para decir que al padre de Jimmy lo interpreta el recién fallecido Ray Liotta. Y su actuación es conmovedora. Es difícil saber hasta qué punto nos emociona de manera superior a lo normal por saber que esta es una de sus actuaciones póstumas, pero lo cierto es que «Big Jim», como le dicen, hace mucho por humanizar a su hijo. Se trata de un policía retirado, torpe y con algunos problemas mentales que irán empeorando con el correr de los episodios, que sufre por la suerte de su hijo y quiere ayudarlo, pero cada vez que intenta hacerlo solo empeora las cosas.

En paralelo vemos algo que sucedió unos años antes. Dos detectives del FBI (Sepideh Moafi y Greg Kinnear, primero por separado y luego juntos) están buscando al asesino de una chica adolescente. Su investigación da con un tal Larry Hall (Hauser), un extraño personaje que vive fascinado por la Guerra Civil norteamericana y usa una barba al estilo de las de esa época. Es un treintañero solitario, con sobrepeso, usualmente amable y en apariencia retraído; un hombre con evidentes problemas psicológicos que se irán desplegando con el correr de la trama. El tipo tiene la costumbre de confesar crímenes (lo hizo con otra chica), para luego arrepentirse y decir que sus confesiones fueron falsas, forzadas o bien, simplemente sueños muy vívidos. Su hermano mellizo –que no se le parece en nada– y los policías de su ciudad están convencidos que Larry lo único que busca es complacer a los otros, ser tenido en cuenta, llamar la atención y que es por eso que confiesa crímenes. Pero en realidad, dicen, es más bien algo así como «el tonto del pueblo» y es incapaz de matar una mosca. ¿Será cierto?

BLACK BIRD tendrá como eje un arreglo al que las autoridades llegan con Jimmy. Al tipo, que está encarcelado en una prisión normal, le ofrecen ir a una de máxima seguridad, para criminales peligrosos, en la que está detenido Larry esperando su apelación. Y la oferta es directa: si logra que el tipo confiese los crímenes de una manera contundente, le perdonarán su condena por completo. Como dicen en EL PADRINO: se trata de una oferta que no se puede rechazar. Y Jimmy, con el ego que tiene encima, se muda de cárcel a hacer ese trabajito que, le parece, será fácil. El problema extra que tiene es que nadie allí sabe que el tipo tiene esa secreta misión y lo tratan como un preso más, sin protección alguna, con los riesgos que eso puede implicar.

Una vez que todos los procedimientos están en marcha –digamos, tras los dos primeros episodios–, la serie se dispone a contar lo que viene prometiendo desde el principio, algo que tiene mucho en común con MINDHUNTER: juntar a perseguidor y perseguido en una larga serie de encuentros y conversaciones y ver cómo «la mente del asesino» (o del supuesto asesino) perturba, complica o saca afuera los demonios del aparentemente cool, relajado e improvisado investigador. Y eso, claro, irá sucediendo. Lo mejor de la serie está ahí, cuando Jimmy empieza a perder la compostura a partir de ir dejándose llevar por la cabeza de Larry y la interpretación que hace de su relación con el afuera y, especialmente, con las mujeres.

El tema de BLACK BIRD –más allá de saber si Larry es o no el asesino de una, dos o veinte mujeres y si Jimmy sobrevivirá en esa cárcel– pasa por analizar ciertos comportamientos misóginos o violentos (de uno u otro modo), a través de los que el odio a las mujeres se manifiesta. El de Larry parece ser más claramente agresivo: si se acerca a una mujer y ella lo rechaza por su aspecto o su extrañeza, lo primero que se le cruza por la cabeza es asesinarla (si lo hace o no es otro tema). El de Jimmy es más complejo y más «tolerado» socialmente. Su fastidio con el género opuesto (ya verán los motivos) se manifiesta a través de la seducción, la conquista y el posterior abandono/desprecio. Y acaso la diferencia fundamental pasa porque él es «apuesto» y, si se acerca a una mujer, podrá o no ser aceptado pero raramente será rechazado de la manera brusca en la que se lo rechaza a Larry. Y tomar conciencia de esa cercanía con el aparente monstruo es, para Jimmy, una dolorosa revelación.

Sobre el final (en el último de los seis episodios, sobre todo), una serie de inconsistencias narrativas y algunas malas decisiones actorales de Egerton (o del director) pondrán en peligro la delgada estabilidad de la serie, pero si uno no se pone demasiado mañoso con los detalles (la idea de que Jimmy no tenga siquiera una sola persona que conozca su secreta función dentro de la prisión es difícil de creer, especialmente cuando la situación se pone tensa), BLACK BIRD nunca deja de ser una serie inteligente y compleja acerca de los miedos, traumas y obsesiones que nublan las acciones –y las vidas– de buena parte de eso que se da por llamar el género masculino.