Series: crítica de «Sandman», de Neil Gaiman, David Goyer & Allan Heinberg (Netflix)

Series: crítica de «Sandman», de Neil Gaiman, David Goyer & Allan Heinberg (Netflix)

Esta serie co-creada por el autor de la novela gráfica original es sumamente respetuosa y fiel a su obra pero no termina de adaptarse del todo bien a su formato de serie. Con Tom Sturridge, David Thewlis y Boyd Holbrook. Estreno del 5 de agosto en Netflix.

Series como SANDMAN exhiben a la perfección los pros y los contras de tener a los autores originales directamente relacionados a la adaptación de sus propias obras. Desde el lado positivo, lo que el espectador se va encontrar es con un extremo grado de fidelidad al producto original, a tal punto de que por momentos se repiten diálogos línea por línea o se pueden ver en movimiento imágenes que solo se habían visto como fijas (por si alguno que lee no lo sabe, The Sandman nació como novela gráfica allá por 1989) en el cómic original. Y, por el otro lado, aparecen algunas dudas: ¿Tiene sentido toda esta inversión de gasto, tiempo y talento solo para recrear casi paso a paso el original? ¿No hubiese sido más interesante hacer algo al menos un poco distinto?

La pregunta no tiene que ver solamente con SANDMAN. Es una que bien puede ser representativa de la cultura pop de estos días, especialmente en lo ligado a la relación entre los creadores de las obras y los fans. Parece haber una presión extrema de los fanáticos respecto a qué es lo que se puede o no hacer con «sus» obras favoritas, lo que lleva a que, especialmente en el mundo de los cómics, nadie se atreva a desafiarlos sin temer a las consecuencias. Pero si había algo de la novela gráfica de Gaiman que la separaba del resto de sus colegas de DC Comics era que estaba dirigida a un público un tanto más adulto y abierto. Y ese riesgo que se tomó entonces, se abandonó en parte ahora.

Lo que queda es una adaptación fiel, loable y con algunos muy buenos momentos de un cómic que revolucionó el género, pero una que también falla en algunos de esos «puntos extra» que tenían que ganar al convertirse todo a imágenes en movimiento. Hablo, fundamentalmente, de los efectos especiales, que parecen por momentos hechos en un pobre CGI (o no del todo terminados al momento del estreno) y que quizás no estén a la altura de lo esperado en una serie cara de estas características. Y el otro está ligado a las actuaciones, en las que hay algunos puntos altos y otros bastantes bajos.

Gaiman tiene a su favor que su obra original es muy idiosincrática en su estructura narrativa –algo que siempre dificultó su adaptación, en especial al formato más breve del cine– y eso siempre proporcionará sorpresas, para bien o para mal, a los que no la conocen. En tanto, los que lustran mensualmente sus 75 ediciones en su biblioteca (en uno o varios de los formatos en los que fueron editadas), podrán dedicarse a compararlas, a ver los cambios, alteraciones, rejuntes y cruces que aquí se han hecho y que, en el fondo, no son demasiado importantes a la idea central de SANDMAN.

Más allá de que son más años los que Sueño (Dream, Morfeo o como quieran llamarlo) pasa encerrado a manos del villano mago Roderick Burgess (Charles Dance), la serie arranca del mismo modo que el cómic. La eterna deidad que controla el mundo de los sueños y las pesadillas permanece atrapado por más de un siglo en una prisión de cristal, secuestro que disparará los caóticos eventos que se irán desarrollando en esta primera temporada. Por un lado, porque algunos de los enemigos con los que se encontrará al lograr escapar de esa prisión estuvieron involucrados en su captura, se quedaron con sus objetos más preciados o se favorecieron con su ausencia en el universo para escaparse, liberarse de su control y dejarlo casi destruido, como las llamadas Pesadillas. Es así que la primera parte de la temporada –que se corresponde, bastante fielmente, a la primera serie del cómic, titulada «Preludios y nocturnos»— estará centrada en la captura, la fuga, la recuperación de sus objetos (la bolsa de arena, el rubí y la máscara) y, hasta cierto punto, en algo parecido a la venganza por la muerte de su fiel y querido cuervo.

La serie conserva, como la novela gráfica, episodios aislados centrados en personajes o situaciones específicas que están un poco afuera de la línea central del relato. Y habrá un par de esos aquí (más sobre ellos luego), de una forma que es fiel a la novela pero inusual para la estructura de una serie de televisión. Luego de eso, la serie continuará con una línea narrativa que es central a la segunda novela de la serie, «La casa de muñecas«, ligada a la aparición de un potencial vórtice que puede destruir por completo el universo de los Sueños que controla Morfeo y administra la bibliotecaria Lucienne (Vivienne Acheampong). Y si bien habrá alteraciones de orden en la aparición temporal de los personajes –y en algunos casos, en su fisonomía–, y más de una vez se combinarán dos líneas narrativas en una, poco y nada de lo que verán acá será muy distinto a lo que se conoce desde hace tres décadas.

No voy a intentar explicar ni resumir la mitología global de la serie aquí (sería interminable), pero el mundo de Eternos y deidades creado por Gaiman está respetado. Acaso los mayores cambios tengan que ver con el género y la raza de varios personajes, pero esto no es necesariamente un guiño políticamente correcto actual, ya que el autor ya jugaba con este tipo de «fluidez» entonces. Acá John Considine será Johanna Considine (una muy intensa Jenna Coleman), Lucifer estará interpretada por Gwendoline Christie, varios personajes que no eran afrodescendientes en el original ahora lo son (como Rose Walker y familia, y Lucien que se convertirá en Lucienne, entre otros) y otras alteraciones de ese tipo que no se sienten para nada forzadas. Otro cambio quizás sustancial para los fans sea el peso que la serie le pone al personaje del Corintio (Boyd Holbrook, muy efectivo), que pasa toda la temporada como lo más parecido a un enemigo constante que tiene nuestro héroe.

De todos modos, tengo la impresión que los mejores episodios de la serie son los dos que están relativamente aislados del tronco central. El primero es el quinto y se corresponde al número 6 de «Preludios…», llamado «24 horas», una compacta historia de terror que transcurre en un restaurante habitado por un pequeño grupo de personajes conflictivos que son manipulados por el psicótico Dr. John Dee (David Thewlis) para mostrar sus zonas más oscuras y violentas, episodio que recuerda el carácter terrorífico que supo tener la novela gráfica original. Y el otro, que aquí aparece inmediatamente después, suma la línea narrativa de «El sonido de sus alas» –acaso uno de los números clásicos de la saga, en el que Sueño conversa y acompaña en su trabajo a su hermana, la Muerte (Kirby Howell-Baptiste)– con algunos elementos del posterior «Sueño de una noche de verano» y, especialmente, de «Hombres de buena fortuna«, funcionando casi como un descanso optimista tras los brutales sucesos del anterior.

Por su propia construcción, Morfeo es un personaje reactivo, silencioso, de poca acción. Y a Tom Sturridge le toca la difícil tarea de darle vida. La serie lo imagina como un veinteañero dark de los ’80 (con su look bien podría candidatearse para liderar una banda homenaje a Echo & the Bunnymen) que siempre parece estar un paso separado de todo lo que sucede a su alrededor. De hecho, lo más parecido a una conexión emocional con los hechos que tiene –algo que va ganando con el correr de los episodios, especialmente luego de reencontrarse con su hermana– se advierte por sus ojos siempre llenos de lágrimas, como si fuera a largarse a llorar en el momento menos indicado, como pasa en la ya célebre convención de asesinos seriales que es otra de las partes más oscuras y siniestras de la trama.

El imaginario visual de SANDMAN es, en especial en las escenas que transcurren en el mundo de los Sueños, tan retro como británico y su tono por momentos humorístico está más cerca de DR. WHO que de sus pares estadounidense, lo mismo que ciertas criaturas o personajes (como Cain y Abel, como Barbie y Ken, como el cuervo Matthew con voz de Patton Oswalt) que pierden cierta gracia en su traslado a la pantalla. Ese mismo tono old fashioned puede justificar, si uno lo quiere ver así, que los efectos visuales por momentos parezcan homenajear a las película de la Hammer de los años ’60. Pero es algo difícil de explicar a los neófitos, que seguramente los verán como «pobres» en el contexto del CGI de hoy.

Así, con momentos especialmente logrados, otros de rutinaria exposición/transposición y algunos –los menos– que están al borde de lo inexplicable, funciona esta primera temporada de SANDMAN. Quedará por ver si la apuesta por la fidelidad funciona o si no convence a los no iniciados en el mundo de Gaiman. Volviendo a la pregunta del principio, lo que queda por saber es si la serie logra construir una mitología por sí misma (como es el caso de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS, de Peter Jackson, que hoy se puede pensar de un modo separado a las novelas originales) o si solo quedará como un digno y presentable apéndice en la larga saga de una novela gráfica que ya ha pasado a la historia grande del género.