Estrenos online: crítica de «Stromboli», de Michiel van Erp (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Stromboli», de Michiel van Erp (Netflix)

por - cine, Críticas, Estrenos, Online, Streaming
02 Feb, 2023 12:50 | comentarios

Una mujer alcohólica viaja a la volcánica isla italiana y termina ingresando a un centro de autoayuda en el que deberá lidiar con sus traumas del pasado. Estreno de Netflix.

Existe una frase del léxico común que asegura que no se debe juzgar a un libro por su tapa, algo así como no juzgar a una persona solo por su aspecto externo. A esa muy utilizada metáfora propongo agregarle otra: no interesarse en una película por su título. Como cualquier cinéfilo más o menos avezado sabe, STROMBOLI es uno de esos títulos de amplias reminiscencias. No solo de una película específica titulada así, dirigida por Roberto Rossellini y protagonizada por Ingrid Bergman, sino que funciona casi como una madalena proustiana que nos permite pensar en todo ese cine italiano de posguerra (neorrealismo y movimientos posteriores), sus grandes películas, inolvidables escenas y lugares, en especial del sur de Italia. Y eso, lamentablemente, me hizo darle play a este film que se llama igual a aquel clásico.

De todo eso, esta película holandesa no conserva absolutamente nada, ni siquiera la áspera gracia con la que esa isla era capturada en imágenes. Esta STROMBOLI es un manual de autoayuda disfrazado de película y, de algún modo, adaptado de una novela. Sigue tanto los lineamientos de ese formato que hasta podría darse como publicidad de algún centro de terapias alternativas para gente con dinero que pueda pagar un tratamiento así en una isla del Mediterráneo. Uno espera que en algún momento la cuestión se quiebre y ofrezca alguna otra alternativa, pero eso nunca pasará. Dura 80 minutos –media hora más que una sesión de terapia tradicional– y difícilmente cure a alguien de algo.

Si bien el comienzo permite imaginar distintas posibilidades –y por eso decidí continuar viéndola–, todo se desbarranca a los 15, 20 minutos. Elise Schaap encarna a Sara, una mujer que está viajando en un crucero y que se la pasa bebiendo, coqueteando (y más que eso) con el personal del barco, en un estado psicológico, que queda clarísimo, es lamentable. Al llegar a esta isla volcánica sigue haciendo desastres –en la vía pública, en la casa que alquila, en todos lados– hasta que termina casi como una turista homeless. Nadie la atiende o entiende, nadie le presta atención, no tiene dinero para pagar nada y nadie le fía.

En el peor de los momentos se despierta tirada en el piso y se topa con un hombre joven, bien parecido, teñido de rubio, que la ayuda a recomponerse y la lleva a lo que parece ser su hogar. Pero en realidad el lugar al que va es algo así como un coqueto y un tanto místico centro de atención psicológica, una casa a la que muchos visitantes de distintos países llegan para lidiar con sus traumas y otros duros asuntos personales. Todos resisten, al principio, ser parte de los ejercicios que Jens (Christian Hillborg) les plantea, pero de a poco van venciendo sus resistencias y participando.

Es así que, entre peleas internas, fastidios e intentos de fuga, las cosas empiezan a encaminarse. Los pacientes se conocen y hasta se ayudan con sus respectivos asuntos. Y ahí sabremos bien qué es lo que atormenta a Sara –y a los otros pacientes– y los motivos de su estado. No tiene sentido adelantar mucho más, pero se adivina tanto en el resumen argumental del film como en algunos breves flashbacks que aparecen a lo largo de la película. Tampoco son necesarios. Con solo verla funcionar dos minutos uno adivina más o menos qué pudo haberle pasado.

Sin desmerecer la posibilidad de que lugares así sean de ayuda para personas que estén experimentando algún tipo de estrés postraumático, la película funciona literalmente como una promoción de alguno de estos centros a partir de contar algunas historias ad hoc (no solo Sara tiene problemas graves aquí; conoceremos a los de varios) que le dan un marco comercial y ficcional. Su factura, además, bordea lo ridículo –empezando por el aspecto del gurú de turno, que es tan cliché que uno espera alguna vuelta de tuerca ahí–; las actuaciones y situaciones que atraviesan los protagonistas son de una literalidad espantosa, y realmente no hay nada salvable acá, más allá de algunos bonitos paisajes.

Si encuentran un título llamado STROMBOLI online, asegúrense que sea el clásico de Roberto Rossellini de 1950. O cualquier otra película de Rossellini. Y no acepten ninguna otra cosa. Se los digo por experiencia.