Estrenos: crítica de «Blue Jean», de Georgia Oakley
Una profesora de educación física en la Gran Bretaña de los años ’80 debe ocultar su sexualidad ya que, de revelarse, le harían perder su trabajo. Estreno en cines: 21 de septiembre.
Una doble vida, en todos los sentidos posibles, es la que vive Jean (Rosy McEwen) en la gris, desangelada y empobrecida zona de Newcastle, en la Gran Bretaña de mediados de los ’80, durante los años de Margaret Thatcher como Primera Ministra. Jean es docente –profesora de educación física, más precisamente– en una escuela secundaria en la que se viene discutiendo una cláusula que el gobierno conservador intenta hacer ley: prohibir lo que llaman «la promoción de la homosexualidad en las escuelas». Dicho de un modo más brusco: sin necesariamente volver a transformar la homosexualidad en algo ilegal (que lo fue, en ese país, durante siglos), las autoridades no quieren ver ni de cerca en los colegios algo que tenga que ver con temáticas o personas de la comunidad LGBTQ.
Jean, que es lesbiana, hace lo posible por ocultarlo, que no se note, disimularlo y, llegado el caso, negarlo y hasta ponerse silenciosamente del lado de sus enemigos. Siente que no puede perder su trabajo y está dispuesta a eso con tal de retenerlo. Algo que, convengamos, se han visto obligadas a hacer muchas personas en similar situación. Jean lo vive con una mezcla de culpa, miedo, tensión, vergüenza y un montón emociones cruzadas. Pero ante cada situación potencialmente problemática, digamos, elige mirar para otro lado o aún peor.
Fuera de la escuela, en el pueblo en el que vive (que queda lejos, explica en un momento, para no cruzarse con sus alumnos en la vida cotidiana), tiene al menos la opción de la intimidad: con su pareja Viv (Kerrie Hayes), con sus amigas y en los bares y clubes nocturnos en los que circulan y se mueven con relativa libertad. La permanente incomodidad de Jean fastidia un poco a su núcleo más íntimo pero algunas parecen entenderlo en función de su, digamos, economía. Son conscientes de lo difícil que es la situación en la que vive y lo toleran. No es del todo su culpa sino la de otros.
Pero todo se complica cuando en el colegio aparece Lois (Lucy Halliday), una nueva alumna que es lesbiana y tiene menos pruritos con el tema, por más problemas y dificultades que eso le cause con otras compañeras de colegio, especialmente con una de ellas, que está obsesionada con hacerle la vida imposible. Esas tensiones escolares atravesarán a Jean, forzándola a tomar decisiones complicadas. Y no solo eso: la presencia de Lois en los bares y lugares nocturnos a los que ella concurre la pondrán en una situación incómoda, ya que sospecha que ante cualquier dificultad puede ser «sacada del closet» contra su voluntad con una consecuente pérdida del trabajo. Parece un tanto excesivo, pero quizás no lo sea. De hecho, situaciones políticas actuales (las discusiones sobre la ESI o esa absurda idea circulante acerca del «adoctrinamiento ideológico en escuelas») hacen pensar que quizás no estemos tan lejos de volver a algo así.
BLUE JEAN (la referencia del título se me escapa, pero quizás tenga que ver con la uniformidad que se requiere de las personas en ese contexto, o bien es una metáfora de la tristeza —blue– de la protagonista que se llama, bueno, Jean) es un retrato potente centrado en el conflicto interior de una mujer que se ve presionada por la necesidad de no perder su trabajo –no olvidar que la Gran Bretaña de entonces no pasaba por un buen momento económico– aún cuando eso entre en conflicto directo con su identidad y con la gente que la rodea y la quiere. Y esa presión social se extiende también a lo familiar, ya que su estilo de vida es poco menos que incomprensible hasta para su hermana.
Lo más rico de este drama filmado en 16mm. y cuyo tono severo, interior y apagado hace recordar al cine de Joanna Hogg o Clio Barnard es que no intenta transformar a Jean en una heroína sacrificada sino que la pone en un lugar difícil, áspero, incómodo, que solo se entiende en función del contexto social y aún así sigue siendo a veces problemático. Pero en esas contradicciones el film crece y se convierte en una profunda meditación sobre las represiones privadas generadas por las políticas públicas, sin perder de vista cuestiones de clase, que se hacen presentes aquí de un modo que no lo estaría en un film norteamericano.
Donde BLUE JEAN falla, en donde cae en ciertos clichés, es en volver a usar el recurso de los adolescentes conflictivos (el bullying, entre otras actitudes y situaciones que se viven) para provocar constantemente, desde el guión, disparadores de situaciones difíciles e incómodas para la protagonista. Eso y algunos diálogos un tanto esquemáticos le hacen perder a la película la sutileza y la inteligencia que tiene en otros aspectos. Pero quizás sean defectos de una opera prima. Desde lo temático y, especialmente, en la manera de mostrar a esa Gran Bretaña gris, oscura y represiva en oposición al microclima más festivo y comunitario que aparece cada vez que Jean puede soltarse aunque sea un poco, Oakley construye un drama angustiante y revelador que deja en claro que un contexto político dañino y agresivo puede sacar lo peor de las personas.
El título está tomado de una canción de David Bowie llamada así («Blue Jean»). incluida en el álbum «Tonight» de 1984. En la escena que abre la película la protagonista está justamente decolorándose el pelo, que se ha cortado al modo que lo llevaba Bowie en aquel entonces.