Ciclos/Estrenos: crítica de «Sin códigos» («Verbrannte Erde»), de Thomas Arslan (Festival de Cine Alemán)

Ciclos/Estrenos: crítica de «Sin códigos» («Verbrannte Erde»), de Thomas Arslan (Festival de Cine Alemán)

Un ladrón regresa a Berlín a robar un famoso cuadro pero las cosas se complican en este notable ejemplar de cine negro del realizador de «Vacaciones». Se verá en el Festival de Cine Alemán y se estrenará más adelante en cines.

Uno de los nombres más relevantes del llamado Nuevo Cine Alemán –más precisamente, de la Escuela de Berlín, de la que se lo suele considerar su padrino–, Thomas Arslan se caracteriza por sus películas secas, lacónicas y poseedoras de una extraña y oscura belleza. Si bien ha hecho films de diversos géneros, el policial es uno que, como a muchos de sus compatriotas y contemporáneos, le sienta bien. Y SIN CODIGOS (conocida internacionalmente por su título en inglés, SCORCHED EARTH) es exactamente eso: un policial puro y duro, en la tradición del noir de los años ’50 pero también de sus posteriores relecturas por la vía de Jean-Pierre Melville o del propio Michael Mann, a quien la película homenajea en varias oportunidades.

SIN CODIGOS es, a la vez, la secuela de uno de los mayores clásicos de Arslan, IM SCHATTEN (EN LAS SOMBRAS), de 2010. Pero no es necesario haber visto la original para entender todo lo que aquí sucede, ya que es bastante simple y claro. Si se quiere, lo que la película original introduce es a su personaje principal, Trojan (Mišel Matičević), un ladrón solitario, seco y profesional, modelado en más de un sentido a imagen y semejanza de Neil McCauley, el personaje de Robert De Niro en FUEGO CONTRA FUEGO. El hombre ha regresado a Berlín por un trabajo y de entrada se da cuenta que las cosas han cambiado. Fundamentalmente, ciertos códigos del hampa de la vieja escuela parecen haber desaparecido. Eso y el viejo y querido cash, con el que nadie ya opera pero que para él es la única manera de trabajar.

De esas novedades se da cuenta cuando quiere entregar unos relojes robados a su comprador y el tipo intenta liquidarlo sin pagarle lo que le debe. Trojan logra zafar, pero se da cuenta que sigue necesitando dinero para sobrevivir. No mucho –el tipo vive en hoteles y pensiones, no tiene un domicilio fijo–, pero va a tener que volver a ensuciarse las manos. Es así que, recorriendo las calles más secretas, grises y marginales de una Berlín que se ve iluminada y próspera solo a la distancia, Trojan se mete a hacer otro «trabajito»: robar un muy preciado cuadro de Casper David Friedrich de un depósito en el que está ubicado mientras aguardan trasladarlo de un museo a otro.

La mujer que por una comisión le consigue sus trabajos, Rebecca (Marie-Lou Sellem), lo reúne con un grupo de colegas: la conductora Diana (Marie Leuenberger) y el experto en computadoras Chris (Bilge Bingül), a quienes se suma su viejo compañero Luca (Tim Seyfi). Y la película se dedicará, de ahí en más y como en los buenos clásicos del género, a contar el robo en sí y sus no del todo limpias y claras consecuencias. Si bien no conviene revelar mucho más, lo que queda más que claro para Trojan está en la traducción local del título: que ya no parece haber más códigos en el mundo del hampa, especialmente con los que compran y venden material que otros roban.

VERBRANNTE ERDE es una película de pocos diálogos, de escenas nocturnas, de banda sonora electrónica, depósitos, oficinas impersonales y exteriores desolados. Si uno no supiera que Arslan es un cineasta sexagenario con una larga carrera por detrás podría confundirlo con un joven que vio muchas películas de Michael Mann: están los paisajes de COLATERAL, el tono y la música de THIEF y el conflicto principal –y varias escenas específicas– es muy parecido al de HEAT. Es que uno de los principales encargados en que el nuevo robo tampoco salga bien es un tal Victor (Alexander Fehling), que se convertirá en otro problema a solucionar para Trojan y su banda. Pero Arslan no es un simple imitador y sus películas tienen una personalidad propia más que distintiva.

Como el gran cine negro al que Arslan homenajea, aparecen aquí todos sus elementos clásicos: el dinero que parece ser la salvación pero termina siendo una quimera, la posibilidad de un romance que puede (o no) cambiar la historia, la manera en la que son los empresarios –y no tanto los ladrones– los que más chances tienen de traicionar a sus colegas, dando a entender que, debajo de su elegancia y prolijidad, los que más tienen son los más corruptos. Pero, por sobre todas las cosas, de lo que habla SIN CODIGOS es de la distancia entre esta realidad y ese «sueño alemán» del Berlin moderno, iluminado y exitoso que solo se puede ver, acá, bien al fondo de la pantalla, «como esas cosas que nunca se alcanzan«.


El Festival de Cine Alemán tendrá lugar en el Cinépolis Recoleta del 19 al 25 de septiembre. Más info y entradas por acá: https://cinealeman.com.ar