
Cannes 2025: crítica de «Sorry, Baby», de Eva Victor (Quincena de Cineastas)
Esta comedia dramática premiada en Sundance retrata unos años en la vida de una chica que lidia con una situación de abuso sexual. Clausura de la Quincena de Cineastas.
Esta comedia dramática producida por A24 que debuta como clausura de la Quincena de Cineastas tras su paso por Sundance conserva buena parte de las características y estilo que han hecho famoso a ese festival estadounidense: es una comedia rara, en tono menor, con personajes un tanto confundidos y que andan por la vida como si todo –el mundo y las personas– les resultara extraño, sorprendente o incomprensible. Hay algo de Greta Gerwig o Miranda July en el estilo y la manera de existir en el mundo que maneja la directora/protagonista de SORRY, BABY. Por momentos parece simpática, en otros ensimismada y buena parte del tiempo en su propio universo.
Contada a lo largo de varios episodios que no siguen una estricta cronología, el film de Eva Victor se centra en Agnes, encarnada por la realizadora, una profesora part-time en una universidad de New England, una chica ácida, inteligente y un poco torpe, con esa mezcla de inocencia y extrañeza tan característica en muchos personajes de estos universos. El primer episodio la tiene reencontrándose con Lydie (Naomi Ackie), una ex compañera de estudios que ahora vive en Nueva York y está en pareja con otra chica.

De a poco nos iremos dando cuenta que Agnes comparte con Lydie un secreto ligado a un asunto del pasado que parece estar ligado a un abuso sexual de parte de su director de tesis, el Profesor Decker (Louis Cancelmi). Y de ahí en adelante la película regresará en el tiempo para contar esa historia, ligada a la relación entre ambos, al abuso cometido (que no se muestra, pero que ella cuenta) y a lo que sucede después, cuando Agnes tiene que lidiar con las consecuencias emocionales y las laborales de lo que sucedió.
Sin perder del todo el tono cómico –cada acción para Agnes parece un acertijo a resolver, desde recoger a un gato hasta alzar un bebé–, lo que va quedando claro es que esa incomodidad y distancia que la chica va tomando está ligada al trauma de su experiencia sexual. Por momentos está dispuesta a hablar de lo que pasó, en otros no (hay una muy curiosa escena en un juzgado que muestra su ambivalencia) y cuando conoce a un nuevo chico (Lucas Hedges encarna a un vecino bastante parecido a ella en su torpeza) no sabe muy bien cómo actuar frente a él. En el medio de todo eso su carrera profesional continúa, con sus pros y sus contras, ya que allí tampoco saben bien cómo manejar lo que le pasó. O, mejor dicho, no quieren hacerse cargo.
SORRY, BABY nunca abandona ese tono entre ligero y confundido, como si tuviera como protagonistas a personas que no tienen idea cómo manejarse en el mundo (y no solo Agnes, sino casi todos). Hay algo que es buscado en esa incomodidad que hace que la película apunte más a la estilización que al realismo, a la broma que a las emociones. Es una elección que en gran medida funciona porque la narrativa del trauma ya ha usado casi todas las opciones dramáticas tradicionales y son pocos los que han intentado hablar del tema sin despegarse del todo de la comedia. Por momentos puede parecer exagerado, hasta una pose, pero uno entiende que la rareza de sus comportamientos está directamente ligado a su trauma. Acaso, después de atravesar hechos como ese, uno tiene que aprender a manejarse en el mundo otra vez. Empezar de nuevo.