Estrenos online: crítica de «Mil uno» («A Thousand and One»), de A.V. Rockwell (HBO Max)

Estrenos online: crítica de «Mil uno» («A Thousand and One»), de A.V. Rockwell (HBO Max)

Al salir de la cárcel una mujer secuestra a su hijo de los servicios sociales y trata de inventar una nueva vida junto a él en una cambiante ciudad de Nueva York. Gran Premio del Jurado en Sundance, está disponible en HBO Max.

Una película de supervivencia en el marco de una cambiante Nueva York, A THOUSAND AND ONE, ganadora del Gran Premio del Jurado del Festival de Sundance, conecta lo privado con lo público y lo personal con lo social, para contar la historia de una madre y su hijo a lo largo de más de una década. Y si bien es una historia dura y con momentos difíciles, entre las muchas cosas logradas que tiene la película de Rockwell es que no se regodea en ningún tipo de miserabilismo. No hay espacio para la victimización ni, casi, para las lágrimas. Se trata de salir adelante, como sea y con todo lo que eso implica.

La película comienza en 1994 con Inez (la estrella del R&B Teyana Taylor, en una actuación voraz) saliendo de Rikers Island, una de las prisiones de Nueva York, y retornando a Brooklyn. Le es difícil hasta encontrar un lugar para vivir –es evidente que mucha gente la mira un poco torcido y ella no vino en plan de pedir disculpas por nada– y tiene que pasar sus noches en un refugio. En la calle se encuentra con Terry (Aaron Kingsley Adetola, de chico), el niño que dejó al irse a la cárcel y que ha vivido mucho tiempo con padres adoptivos y en instituciones. Terry la mira con una mezcla de bronca y hasta pone cara de no reconocerla, pero Inez insiste en acercársele.

Cuando el chico tiene un accidente escapándose de la casa de su familia adoptiva y termina en un hospital, Inez toma una decisión temeraria: se lo lleva de allí, se escapa con él. Querrá ser esa madre que no fue cuando Terry era más chico, pero a la vez está cometiendo un delito. Por eso se lo lleva a Harlem y le enseña al pequeño a usar otro nombre. Sin casa ni lugar donde parar (de vuelta, muchos la rechazan bien por su pasado, bien por su personalidad abrasiva y directa), las cosas no le son fáciles. Pero de a poco se acomodan: aparece un trabajo, un alquiler y hasta una pareja que, a su modo, los ayuda.

Esto sucede en la primera etapa de un film que tendrá dos bloques más –en 2001 y 2005– con características diferentes. Por un lado, el chico ya es un adolescente (Aven Courtney lo encarna a los 13 y Josiah Cross a los 17, en un modo que remeda, como mucho en esta película, a MOONLIGHT) y se producen varios cambios en las vidas de ambos. Pero, en segundo plano, la película narrará los cambios políticos y sociales en la ciudad, ya que la etapa que el film narra coincide con el paso de Rudy Giuliani y Michael Bloomberg como alcaldes de Nueva York, y con los cambios que generaron: desde una política más persecutoria respecto a los afroamericanos a una gentrificación que llevó a que los edificios de Harlem cambiaran de dueños, con previsibles y dolorosas consecuencias para los que habitantes históricos del barrio.

MIL UNO es la historia de una madre compleja, intensa, que a lo largo de los años hace un recorrido personal y emocional difícil. Pero no estamos acá ante el cliché clásico de la madre coraje sacrificada. Inez (reveladora actuación de Taylor) es agresiva, por momentos descuidada y egoísta, conflictiva y de una intensidad temible, pero no quiere que a Terry le suceda lo que, nos da a entender, le sucedió a ella en su infancia. En las dos etapas posteriores, el eje del film se correrá más hacia el chico, que se transformó en un adolescente serio, un tanto retraído y muy bueno en la escuela, quien se encuentra ante otras disyuntivas y decisiones que tomar en una historia que deparará alguna que otra sorpresa.

Lo que Rockwell logra, además de evitar la mayoría de los lugares comunes de este tipo de historias, es transmitir una gran sensación de verdad y realidad a su película. Desde las calles, los departamentos, las oficinas públicas, la música y hasta los personajes generan la sensación en el espectador de estar viendo gente real, creíble, sea o no verdadera en lo específico la historia que se cuenta. A diferencia de otros films en universos similares, Rockwell no se pone nunca sentimental ni grandilocuente ya que los personajes funcionan en otra clave. Gritan, sí, y discuten también, pero raramente tienen tiempo para llantos o –salvo por un momento clave– largos y emotivos monólogos. Es la historia de dos supervivientes en medio de una ciudad que los ignora, los encierra y los expulsa.