Estrenos online: crítica de «Eight Deadly Shots» («Kahdeksan surmanluotia»), de Mikko Niskanen (MUBI)

Estrenos online: crítica de «Eight Deadly Shots» («Kahdeksan surmanluotia»), de Mikko Niskanen (MUBI)

Restauración del clásico film para la TV finlandesa de 1972, este brutal relato de 316 minutos retrata la vida de un granjero alcohólico que asesinó a cuatro policías en 1969. Basada en un caso real. En MUBI desde el 15 de abril.

Considerada una de las obras maestras del cine finlandés, EIGHT DEADLY SHOTS, la ambiciosa obra del realizador (y aquí también protagonista) Mikko Niskanen, es uno de los primeros trabajos hechos para la televisión en ser valorados y considerados a la altura de las obras cinematográficas. En los años ’70 varios cineastas reconocidos empezaban a experimentar y colaborar con trabajos para la TV (desde Ken Loach a Ingmar Bergman o Rainer W. Fassbinder, por citar solo algunos) y Niskanen fue uno de los pioneros en esto de hacer un film largo para la televisión aún antes de ser considerado lo que hoy se llama «miniseries» o «series limitadas».

A 50 años de su estreno, la restauración de 2022 de este material permitió ver con ojos actuales una directa y brutal película de más de cinco horas de duración dividida en cuatro episodios y centrada en un caso real de la vida rural que tuvo lugar a fines de los años ’60 en Finlandia cuando un campesino llamado Tauno Pasanen salió de su casa, disparó y mató a cuatro policías que venían a detenerlo. Niskanen, quien en entrevistas ha comentado haberse sentido impactado e identificado con la noticia, decidió no solo escribir sino protagonizar este film que produjo la Finnish Broadcasting Company y que fue un éxito televisivo al emitirse entre marzo y abril de 1972 en su país.

En un seco y contrastado blanco y negro, OCHO DISPAROS MORTALES empieza, como el título lo preanuncia, con los disparos en cuestión. En medio de la nieve, un hombre visiblemente alterado sale de su casa y dispara a un grupo de personas que se le acercan. Lo que veremos luego serán las circunstancias que fueron llevándolo a ese hecho. La serie es un retrato no solo del protagonista (en la ficción llamado Pasi) sino de las complicaciones ligadas a la falta de trabajo, de dinero, las restricciones legales, las demandas impositivas y, sobre todo, el alcoholismo que abrumaba a buena parte del mundo en el que el hombre vivía.

En medio de los cambios sociales que tendían a la urbanización en Finlandia a fines de los ’60, para poder mantener a su familia –integrada por su laboriosa y paciente esposa y sus cinco hijos– Pasi tenía un «trabajito» extra además de sus labores como agricultor: fabricaba bebidas alcohólicas de modo ilegal con la ayuda de un amigo y colega. Esta actividad prohibida legalmente era casi un secreto a voces en la comunidad campesina en la que vivía ya que todos sabían y «utilizaban» este comercio ilegal de pontikka, un vodka hecho en base a agua fermentada que le permitía a Pasi un ingreso aparte, ya que no le alcanzaba con su trabajo y con los impuestos que tenía que pagar.

El problema de Pasi es que «bebía de su propia medicina» –bah, de otras también– y, tanto las noches en las que se pasaba a la intemperie ocultándose con su amigo y fabricando estas bebidas ilegales, como buena parte de los días en los que «comercializaba» su producto, el hombre tendía a beber más de lo aconsejable, poniendo en peligro a su familia a partir de sus arranques de violencia y hasta alucinaciones –vale recordar que este tipo de bebidas de fabricación casera suelen tener altísimas graduaciones alcohólicas–, que le impedían por momentos distinguir la realidad de su imaginación.

EIGHT DEADLY SHOTS será la crónica de un desastre anunciado, no solo porque Niskanen nos muestra de entrada lo sucedido, sino por la manera en la que la propia situación del protagonista, la persecución policial a su «emprendimiento» y las limitaciones que el propio Estado le pone a su capacidad legal de generar ingresos van llevándolo en línea directa hacia algún tipo de explosión. Y eso, que empezará con peleas en bares y agresiones a su propia familia, derivará en el crimen que da inicio al relato.

La manera en la que Niskanen lleva esta experiencia a la duración que finalmente tiene no está ligada a una acumulación de incidentes y giros narrativos –si bien hay varios, especialmente de los primeros– sino al tiempo que dedica a los detalles de la vida cotidiana de Pasi y de su comunidad, desde su trabajo con tractores, caballos o lidiando con el transporte de pesados troncos hasta los episodios de amigables encuentros familiares y comunitarios, a los que de a poco el protagonista va quedándose afuera al volverse algo así como el peligroso «borracho de la zona», además de estar rodeado de hipócritas rumores sobre su trabajo paralelo.

Realista, cruenta y directa, con un aspecto que bordea el documental (Niskanen fue muy influenciado por el neorrealismo y el cine inglés de los ’60), OCHO DISPAROS MORTALES es un retrato de la disolución mental de un hombre acechado por todos los costados e incapaz de salir de otro modo que no sea por la vía del alcohol. Si bien es un personaje por momentos repelente, Niskanen no lo pinta como un monstruo sino como un hombre desesperado que va perdiendo de a poco el control que cree tener de la situación y termina viéndose, literalmente, enjaulado por las autoridades.

Considerarlo un antecesor de las series prestigiosas de televisión de las últimas décadas es una exageración y una comparación un tanto absurda. Más allá de su inusual duración EIGHT DEADLY SHOTS se organiza con características que son absolutamente cinematográficas, con una evolución narrativa que nada tiene que ver con los relatos serializados (de hecho, ESCENAS DE UNA VIDA CONYUGAL, de Bergman, sí tiene una estructura más episódica) y con una radicalidad visual propia del más austero cine hecho en escenarios naturales.

Si bien es considerado un clásico nacional en Finlandia (suele estar en las encuestas a los mejores films de la historia y Aki Kaurismäki es un reconocido admirador) y el gran crítico y programador finlandés Peter Von Bagh se ha dedicado a difundirla a lo largo de las décadas, se trata de una película poco conocida en el resto del mundo. Y esta restauración de 2022 financiada, entre otros, por The Film Foundation’s World Cinema Project, bien podría servir para dar a conocerla fuera de sus fronteras nacionales. Si es cine o televisión es una discusión, llegado el caso, irrelevante. Lo que importa es que se trata de una experiencia impactante.