BAFICI 2024: crítica de «El cambio de guardia», de Martín Farina

BAFICI 2024: crítica de «El cambio de guardia», de Martín Farina

por - cine, Críticas, Festivales
23 Abr, 2024 09:50 | Sin comentarios

Este documental del director de «Mujer nómade» se centra en un grupo de amigos que se conocen desde que fueron parte del Regimiento Patricios en la época de la dictadura militar. En la Competencia Argentina.

Un grupo de amigos que se conocen desde que fueron parte del Regimiento de Patricios en la complicada etapa del principio de la dictadura militar siguen reuniéndose y mantienen una relación muy cercana y fraterna. Tienen encuentros anuales en el cambio de guardia que se realiza anualmente en la Plaza de Mayo a la que van, sacan fotos, filman, rememoran, se emocionan y cuentan una y otra vez las que suponemos son las mismas anécdotas de siempre. Además, se juntan a comer asados bastante regularmente, en ocasión de cumpleaños y eventos sociales.

La película, filmada a lo largo de lo que parece ser casi una década, tiene dos etapas. La primera está marcada por la ausencia para muchos inexplicable de Juan, uno de sus miembros, que «se borró» del grupo y ni siquiera responde los llamados telefónicos. Allí se hablará del tema, pero más que nada se dará a conocer al grupo, sus lazos y experiencias en común, lazos que Farina dota de un (no tan) disimulado velo homoerótico, tanto en algunas imágenes (la fabricación de chorizos, sin ir más lejos, bordea el gag) como en el uso constante del término «puto» o «maricón» para referirse a otros, especialmente a uno de ellos que se fue a vivir a los Estados Unidos.

Pero con el regreso de Juan, el eje de la película cambia. Si bien la amistad recuperada emociona y alegra a todos pronto aparece una tensión inesperada: la grieta política. El recién llegado es abiertamente anti-kirchnerista y «Luco», uno del grupo, es orgullosamente «K». Lo que empieza como una serie de bromas y chicanas entre ambos se va tensando cada vez más con el paso del tiempo, volviéndose más agresivo y brusco. Y si bien la amistad, las reuniones, el asado, los salamines y el vino siguen estando presentes, la «grieta» es un invitado nuevo que no se quiere ir.

EL CAMBIO DE GUARDIA pone en tensión, como debe suceder en muchas familias y grupos de amigos en la Argentina, las relaciones humanas en conexión con el presente político del país, que dicta el tono de cada encuentro. Buena parte del documental transcurre durante el gobierno de Macri y allí la tensión corre para un lado. Con el cambio de gobierno (más allá de la intromisión de la pandemia) girarán hacia otro. Juan tirará consignas propias de alguien que ve TN (o La Nación+) las 24 horas del día –un cliché tras otro no solo sobre el kirchnerismo sino sobre «planeros», «vagos», «chorros», su ruta–, mientras que «Luco» se fastidiará e intentará imponer su mirada «desde los libros», apareciéndose con autores, profesores universitarios y manteniendo un discurso propio de un militante que no pone nada en duda acerca de su propia fuerza.

En el medio están los otros, que tratan de amigarlos, conciliar, cambiar de tema y hacer todo el esfuerzo posible para que sus diferencias no rompan el grupo, aunque con el correr del tiempo –y esto quizás sea lo más «actual» que la película alcanza a cubrir– da la impresión que muchos se van poniendo del lado de Juan, dejando a Luco un tanto arrinconado y furioso. Con el regreso del amigo de Estados Unidos y la propia mística de haber sido «Soldados Patricios» intentarán sobreponerse a las diferencias, pero no será sencillo. Si bien la película no llega a Milei, da la impresión por las tendencias del grupo, que quizás hoy estén al borde de pasar a los golpes de puño…

Si bien es cierto que hay algo de «así somos los argentinos» que rodea el film, EL CAMBIO DE GUARDIA presenta algunas aristas inquietantes y una mirada inteligente sobre una situación que se presenta a todas luces como bastante convencional. Todos fueron soldados durante el inicio del Proceso militar y, pese que hablan poco del tema, Farina da a entender que participaron de manera secundaria en alguna que otra situación complicada de la época. Y alguno deja entrever también que ese año y medio de servicio quizás no fue tan ideal ni amable como lo suelen recordar.

El director de MUJER NOMADE y EL FULGOR –capaz de cambiar de estilo radicalmente en cada película, pero siempre con el ojo despierto para captar detalles– los aísla, cinematográficamente hablando, de sus familias (y de sus trabajos, tema que ex profeso se ignora) con la idea de armar un combo unificado, una especie de representación generacional (la película los toma desde sus cincuentaylargos a sus sesentaypocos) y masculina de un cúmulo de tradiciones que, a la vez, celebra y pone en cuestionamiento. ¿Cuáles son los lazos que conforman una verdadera amistad y qué hace que sobrevivan en el tiempo? ¿Cuáles son las marcas y experiencias que los hacen «soportarse» pese a todo? Quizás vaya más allá de militares, políticos y coyunturas. Quizás haya que buscarlos en las lagunas un tanto sinuosas de eso que algunos dan por llamar «argentinidad».