BAFICI 2024: crítica de «El placer es mío», de Sacha Amaral

BAFICI 2024: crítica de «El placer es mío», de Sacha Amaral

por - cine, Críticas, Festivales
23 Abr, 2024 11:17 | Sin comentarios

La opera prima del realizador brasileño radicado en la Argentina se centra en un veinteañero que vende drogas y se mete en problemas con su madre, sus clientes y ocasionales amantes. En la Competencia Internacional del BAFICI.

Tensa, nerviosa, irritante, inquietante. La vida de Antonio jamás es calma o relajada. Se trata de un chico de unos veintipico de años que vive, básicamente, mintiendo y robando. En realidad, vende marihuana a domicilio, funciona un poco como fuck buddy de hombres y mujeres –por general mayores y solitarios, pero no siempre– y recorre sus casas robándoles dinero, objetos y hasta tonterías de un modo que tiene más pinta de compulsivo que otra cosa.

Es un chico que provoca y genera conflictos todo el tiempo, pero por algún motivo (sexual, imagino, de parte de muchas personas solas que lo acogen y se bancan ser víctimas de sus pequeñas y no tan pequeñas trampas), tiene su circuito de «clientes» más o menos aceitado. Antonio vive con su madre Lu (Katja Alemann) y la pareja de ella, Tino (el también realizador Vladimir Durán). Con Lu tiene una relación intensa, que pasa del amor al odio, del afecto y el abrazo al lanzamiento de objetos contundentes. Poco se sabe de la saga familiar que los llevó hasta allí, pero es claro que hay una historia densa en el pasado.

Antonio tiene mucho contacto con una media hermana (Sofía Palomino), con la que también tiene una relación de amor-odio ya que, convengamos, es muy difícil no terminar irritándose con un tipo que permanentemente miente, roba y engaña a los demás. Si bien Antonio acumula dinero en una cajita que esconde en su cuarto, tampoco tiene intenciones de «crecer económicamente» para irse a vivir solo o algo parecido. Menciona un posible viaje, pero no hay nada concreto al respecto. Se lo siente más como una compulsión, como ver hasta donde puede tensar la cuerda antes de ser atrapado o expulsado de las vidas de todos. Un acting out permanente.

EL PLACER ES MIO irá mostrando muchas de estas relaciones y encuentros, llevando a Antonio al límite con ciertas personas que se cruza en el camino: a una mujer que ve regularmente (Anabella Bacigalupo) le pedirá mucho dinero y ella se lo dará, otro (Julián Larquier Tellarini) descubrirá que roba y se enojará con él, y más adelante se meterá en alguna situación violenta, sin contar las «agarradas» que tiene con la madre. Y así, entre escenas de sexo, peleas y tensiones que Amaral filma con una visceralidad que incomoda, la vida de Antonio irá desestabilizándose. Pero no esperen grandes cambios ni aprendizajes. No es esta ese tipo de película. No hay un coming of age esperando a la vuelta de la esquina.

El brasileño Amaral tiene un gran aporte para hacerle al cine argentino, algo que muchos realizadores locales evitan: pone en imágenes el deseo sexual mediante escenas concretas pero también llenando el aire de esa carga de tensiones, que van de lo cariñoso a lo más físico. Antonio coge con hombres, con mujeres y tiende a usar su cuerpo como arma, incomodando aún a su hermanastra y a su madre. Se ve que es una forma efectiva, para él, de sacarse problemas de encima, una extraña metodología de seducción. Pero no siempre alcanza.

EL PLACER ES MIO tiene un estilo cercano al de cierto cine francés contemporáneo –hay rasgos del joven Gregoire Colin en Max Suen– y un asumido costado fassbindereano para contar una historia de calles, cuartos, camas, sexo, dinero y personajes no necesariamente queribles pero sí creíbles. Es cierto, Antonio puede ser tan irritante que le costará al espectador ponerse de su lado a lo largo de los 90 minutos que dura el film (por momentos, convengamos, uno quisiera que le pongan un freno de algún u otro modo), pero Amaral no lo juzga. Es un pibe que vive el momento, sobrevive como puede y no tiene miedo de quemar todos los puentes posibles en pos de lograr lo que quiere, aunque no sepa realmente qué es.

¿Será EL PLACER ES MIO un retrato generacional? ¿Representará una forma de contactarse y de relacionarse de parte de gente que se conecta de modo transaccional, sin sentimientos de por medio? Antonio repite una y otra vez que jamás se ha enamorado y le da curiosidad saber si sus ocasionales acompañantes sí lo han hecho. En los generalmente agresivos y enojados mensajes que le dejan suele dar la impresión que los demás ponen más de ellos en las relaciones, por tenues que sean, que él, quien parece contentarse con llevarse de sus casas pedazos de su historia y cualquier billete que cruce con su mirada. Ante ciertas situaciones, la huída aparecerá como una opción, así como la seguridad de que, aún alejándose de gente que él considera tóxica de su vida, se llevará adonde vaya la pesada carga de su historia.