BAFICI 2024: crítica de «L’empire», de Bruno Dumont

BAFICI 2024: crítica de «L’empire», de Bruno Dumont

por - cine, Críticas, Festivales
22 Abr, 2024 08:41 | Sin comentarios

Dos razas de extraterrestres enfrentados chocan en un pequeño pueblo del norte francés en esta sátira de ciencia ficción del realizador de «La humanidad».

El cine de Bruno Dumont ha dado, quizás definitivamente, un enorme vuelco desde su primera década y algo como director, en la que impactó con películas severas y ásperas como LA VIDA DE JESUS y LA HUMANIDAD. A partir de la miniserie P’TIT QUINQUIN, el realizador francés ha empezado a arrimarse a la comedia, al musical, al drama histórico y hasta a películas más o menos realistas como FRANCE. En L’EMPIRE, Dumont sigue apostando por los cruces impensados y relativamente originales con intenciones satíricas. Aquí, utilizando el universo y los no-actores de muchas de sus películas para mezclarlos en una trama de ciencia ficción.

EL IMPERIO no llega a ser del todo una farsa hecha y derecha, pero se le acerca bastante. El efecto humorístico está dado, fundamentalmente, por la combinación insólita de ese mundo pueblerino y esos no-actores de pocas palabras con una trama propia de alguna saga tipo STAR WARS o DUNA, solo que mucho más sencilla. Pero más allá del absurdo que transmite la propuesta entera, hay algo tierno, humanista y, si se quiere, hasta romántico circulando por el fondo.

Todo empieza como un retrato de uno de esos pueblos del norte de Francia tan caros a la iconografía del realizador, oriundo de esas zonas. Pero cuando la recién mudada al pueblo Line (Lina Khoudri) se topa en la calle con Jony (Brandon Vlieghe), un mecánico del lugar, notamos algo extraño: ella se arrodilla ante él, él le habla en un tono de voz a lo Darth Vader y ambos se dan cuenta que pertenecen al mismo grupo extraterrestre, los 0s, quienes han invadido la Tierra con la aparente intención de imponer como rey a Freddy, un bebé rubiecito que es hijo de Jony.

El problema es que allí hay extraterrestres de otro club, los 1s, que quieren raptar al chico antes que se convierta en «el elegido», ya que dicen que representa al Mal. Su intento de raptarlo termina saliendo mal y Jony recupera a su bebé, al que deja al cuidado de su madre. La líder en la Tierra de este grupo es una tal Jane (Anamaria Vartolomei), quien acompañada por Rudy, un joven que carga un sable láser propio de STAR WARS, seguirá intentando capturar al chico, quien supuestamente está siendo protegido por unos poderosos caballeros, que no son otra cosa que unos ancianos del lugar montados en ponies y asnos.

En medio de todo esto, Jony y Jane se conectarán sexualmente (disfrutarán de los cuerpos que han usado para tomar forma humana) y reaparecerá la dupla de gendarmes tontuelos de P’TIT QUINQUIN. Pero lo más llamativo pasará por otro lado. Dumont nos mostrará las naves nodrizas de las que llegaron todos ellos, reproducciones de enormes catedrales francesas que vuelan y se depositan así como así en la playa. Jony responderá allí al psiquiátrico emperador Belzebut (Fabrice Luchini) mientras que Jane tendrá como jefa a la Reina (Camille Cottin), quien tomará el cuerpo de la alcalde del lugar en una de las secuencias más graciosas de THE EMPIRE.

Todo es absurdo aquí y, salvo un par de excepciones, más simpático que realmente gracioso. Por los cielos hay un ejército de naves, montones de efectos especiales, hologramas y fascinantes implosiones mientras que en la Tierra la actividad extraterrestre se parece bastante a un juego de niños, con Jane robando el bebé sin problema alguno y Jony recuperándolo del mismo modo, para cinco minutos después los dos estar lamiéndose el rostro y otras partes del cuerpo en medio del campo.

Por momentos da la impresión de que todo se trata de un juego de esos que algunos cineastas hacen cuando visitan pueblos chicos, proponiéndole a sus habitantes escribir una película y actuarla. Al menos en la zona de Boulogne-sur-Mer donde transcurre la trama, todo parece ser una película de ciencia ficción imaginada lúdicamente y jugada por los locales. En paralelo, en la playa o en el espacio, corre una bastante grandilocuente y asumidamente absurda superproducción en la que Luchini despliega sus atributos vocales como «comediante francés» para quien quiera escucharlo.

Lo ridículo y, a la vez, extrañamente bello de toda su parafernalia espacial parece dejar bastante en evidencia la estupidez de muchos de los tanques de ciencia ficción que usualmente consumimos y que suelen estar entre las películas más vistas de cada año. Es que, si uno lo mira con cierta distancia, todo ese combo de disfraces absurdos, frases estentóreas, tramas apocalípticas y personajes ridículos que acostumbramos ver en las grandes superproducciones no es muy diferente a esto, solo que tomado en serio.

Lo que la película pierde por su falta de efectividad humorística (lo que Dumont considera gracioso no es para todos los gustos, queda claro), lo recupera por ese pequeño interés romántico que parece surgir, sexo mediante, entre Jony y Jane, quienes al darse cuenta del placer y las emociones que les otorga estar dentro de un cuerpo humano se preguntan si realmente es necesario aniquilar a todos en el planeta. Es un pequeño gesto dentro de la película, pero uno que le da un insospechado romanticismo.