Estrenos: crítica de «Amor, mentiras y sangre» («Love Lies Bleeding»), de Rose Glass

Estrenos: crítica de «Amor, mentiras y sangre» («Love Lies Bleeding»), de Rose Glass

por - cine, Críticas, Estrenos
26 Abr, 2024 02:50 | Sin comentarios

Este thriller romántico se centra en la relación entre dos mujeres que se torna violenta al enredarse ambas con una red criminal. Con Kristen Stewart, Katy O’Brian, Ed Harris y Dave Franco. Estreno: 2 de mayo.

Un policial romántico, grandilocuente, en una tradición que combina el film noir –en la forma en la que se lo utilizaba a fines de los ’80 y parte de los ’90– con algunos recursos más propios del cine europeo y hasta de los relatos de horror, AMOR, MENTIRAS Y SANGRE es una historia de amor que se torna policial sangriento y acaso algo más que eso. Un poco THELMA & LOUISE, otro tanto SIN LIMITES (o BOUND, de la dupla Wachowski) y con algún aporte de BLUE VELVET por ahí, la película realizada en los Estados Unidos profundos por la directora británica de SAINT MAUD tiene indudable potencia y energía para repartir, gracias también a un intenso elenco, muy comprometido en tornar creíble una serie de situaciones que bordean casi todo el tiempo el absurdo.

Todo arranca en lugares prototípicos del género en su versión pueblo chico USA: un gimnasio venido a menos y un polígono de tiro en algún lugar perdido de Nuevo México. En el primero nos topamos con Lou (Kristen Stewart), la chica que atiende el lugar, limpiando inodoros tapados y lidiando con clientes pesados. En el segundo conocemos a Jackie (Katy O’Brian), una chica recién llegada al pueblo desde Oklahoma que consigue trabajo en el lugar tras acostarse en un coche con un tal JJ (Dave Franco), quien rápidamente la recomendará a su jefe, el extravagante Lou Sr. (Ed Harris).

Como es un pueblo chico, rápidamente se verá que todos se conectan entre sí. El calvo y a la vez pelilargo Lou Sr. es, por si el nombre no lo delataba, el padre de Lou, y JJ es su cuñado, casado con Beth (Jena Malone), su hermana. Y Jackie, que es fisicoculturista y sueña con ir a Las Vegas a competir allá, pronto termina entrenando en el gimnasio. Lou, que es lesbiana y tiene una suerte de relación con Daisy (Anna Baryshnikov), la observa entrenar y queda embobada. Es que Jackie tiene un look muy impactante, una versión exagerada del estilo «gym» de esa década, como la protagonista de FLASHDANCE pero con bíceps capaces de liquidar a cualquiera. Y nadie le quita los ojos de encima.

Tras ese primer encuentro, ambas conectan y, poco después, Jackie se muda a vivir con Lou. En pleno romance, Jackie empieza a consumir los anabólicos que Lou vende a los clientes para «mejorar» su cuerpo antes de concursar, sin tomar en cuenta cómo eso la afecta psicológicamente. Y cuando ocurra un hecho de violencia de género en el contexto familiar, Jackie responderá de un modo brutal, corriendo la trama de lo romántico a lo policial. Es obvio de entrada, de todos modos, que la familia de Lou (que no se habla con su padre) anda en negocios non sanctos y, a partir del hecho violento, ambos mundos se mezclarán con resultados aún más sangrientos.

LOVE LIES BLEEDING responde a la tradición de las películas romántico-violentas tan propias de la literatura negra –o de sus derivados cinematográficos tipo ASESINOS POR NATURALEZA–, pero también tiene algunas diferencias. No solo por hacer que la historia de amor central sea entre mujeres sino por poner a la violencia de género en el centro de la acción. Sin proponérselo, Jackie termina convirtiéndose en una suerte de vengadora de ese tipo de violencias y todas las fuerzas de ese pueblo (el «patriarcado», se podría decir) salen en su búsqueda. Pero es Lou, en la práctica, la que tiene que poner el «hombro» y tratar de hacerle frente a la situación.

Glass deja claro de entrada que, si bien la película responde en más de un sentido a los cánones del policial negro, hay dos elementos que exceden esa lógica. Por un lado, su celebración de una dupla de power women capaces de defenderse por sí mismas y metiéndose en el corazón del poder local que no solo es violento con las mujeres. Y, por otro, estilizando y enrareciendo su puesta en escena –en el modo en el que el cuerpo de Jackie se transforma a lo Hulk cuando se inyecta, en la manera gore en la que se muestran los rostros golpeados, en el tamaño de los agujeros de bala y en todo lo relacionado con Ed Harris– que irán abriendo el panorama hasta llegar a su un tanto desaforado final.

Esos «excesos» de estilo de Glass le dan, a la vez, una característica propia a un film que, como Jackie, se vuelve más loco e intenso –hasta el borde del ridículo– con el correr de los minutos. Harris hace de Lou Sr. un villano tan pasado de rosca como inolvidable en un estilo casi lynchiano mientras que O’Brian es una revelación como la cada vez más frenética Jackie. Pero es Stewart la que le da a la historia su centro, su humanidad. Lou es dura y parece muy segura de sí misma pero a la vez es una chica sensible y enamoradiza que se ve forzada a acercarse a la vida criminal de su familia, una que siempre quiso evitar. Y ese regreso está atravesado por una larga «historia de violencia» que trae de toda la vida. Ella y millones de mujeres más.