Festival de Shanghai: crítica de «Pink Floyd at Pompeii – MCMLXXII», de Adrian Maben

Festival de Shanghai: crítica de «Pink Floyd at Pompeii – MCMLXXII», de Adrian Maben

Restaurado en 4K y expandido para pantalla IMAX, este clásico documental captura a la banda de Roger Waters y compañía tocando en vivo en las ruinas de Pompeya.

Restaurada en 4K y expandida para pantalla IMAX, PINK FLOYD AT POMPEII – MCMLXXII funciona como un retrato de una era musical y cinematográfica quizás más que como uno de la banda entonces compuesta por Roger Waters, David Gilmour, Richard Wright y Nick Mason. Tampoco es del todo un concert film sino una combinación entre una presentación sin público en las míticas ruinas italianas, grabaciones en estudio, algunas ocasionales entrevistas y un muy afinado perro que canta. Funciona, a la vez, como un mix de ideas acerca de cómo filmar a una banda de rock de una manera no convencional y como culminación de una etapa de Pink Floyd antes de adentrarse en el éxito masivo de DARK SIDE OF THE MOON.

La película, se sabe, tuvo varias versiones y una historia complicada que ya viene de la misma y problemática grabación en un lugar claramente no preparado para un show musical, aún sin público como fue este. El concert film inicial de menos de una hora dio paso a un proyecto más largo que incluyó posteriores grabaciones, conversaciones y ensayos en Abbey Road, y fue así como terminó estrenándose con éxito en varios países en 1974, cuando la banda estaba en su pico de popularidad. Esta es la versión que, restaurada, está girando por salas y festivales internacionales.

Dirigida por Adrian Maben, PINK FLOYD AT POMPEII arranca con el show en sí, grabado en vivo pero en partes en el anfiteatro de las ruinas con la banda y los técnicos presentes pero sin público alguno. Usando técnicas de la época (hoy un tanto demodé), Maben combina planos de los músicos con imágenes de objetos de las ruinas, de famosos cuadros, de paseos de los músicos por el Monte Vesubio y otros caleidoscópicos montajes que acompañan a épicos temas como ECHOES (dividido acá en dos partes) o A SAUCERFUL OF SECRETS, entre otros, con la cámara de Maben evidentemente fascinada por la batería de Mason, que es algo así como la estrella del film, opacando inclusive a Waters.

La balanza se reorganiza un poco en las grabaciones posteriores (la película las mezcla de manera que parecen suceder al mismo tiempo pero Wright se había afeitado la barba y los dejó en evidencia), en las que con una cámara de 35mm. se capturan grabaciones y conversaciones casuales en estudio, algunas de las cuales permiten desvelar las históricas tensiones de una banda que ya había atravesado su etapa Syd Barrett y estaba en un expansivo momento de ese combo psicodélico/space rock que ejercitaba mayormente por entonces. Varias de las canciones que integran el show son del álbum MEDDLE (1971), junto a algunas previas, además de pequeños momentos de la grabación de temas como US AND THEM y BRAIN DAMAGE que saldrían en DARK SIDE OF THE MOON, escenas que fueron agregadas luego y fueron dejando en claro el carácter acaso más melódico que irá tomando la banda.

A Pink Floyd, especialmente en esta etapa, la amplitud y expansión de una pantalla cinematográfica le funciona a la perfección. Restaurada pero sin perder su granulada imagen –lo mismo sucede con el remixado y claro sonido, cortesía de Steven Wilson, que sigue de todos modos capturando ese ambiente ventoso de las ruinas–, PINK FLOYD AT POMPEII crece en el contexto de una sala de cine. Es una dimensión que la banda pide ya desde su propuesta que va de lo íntimo a lo épico del mismo modo que podrían hacerlo algunas epopeyas cinematográficas. Si la banda necesita una ruina histórica inmensa y vacía para mostrar lo que sabe hacer, el cine (mejor aún, una pantalla IMAX) es uno de los templos más parecidos a ese que existen en el presente.