
Series: reseña de «Estado de furia», de Félix Sabroso (HBO Max)
Cinco mujeres de más de 40 se ven atrapadas en situaciones injustas y difíciles que las llevan a actuar violentamente en esta comedia dramática española protagonizada por Carmen Machi, Candela Peña y Cecilia Roth. Desde el 11 de julio por HBO Max.
La venganza será terrible podría ser el título –o subtítulo– de esta serie española, una áspera comedia dramática centrada en un grupo de mujeres de más de 40 años cuyas vidas y carreras se ven amenazadas y por lo general responden de la manera más violenta posible. Se trata de historias ligeramente conectadas entre sí y relativamente paralelas en el tiempo que ponen en primer plano las angustias e injusticias que sufren muchas mujeres al llegar a cierta edad y ser reemplazadas o marginadas en ámbitos familiares o laborales.
Hay aquí una pequeña diferencia que aleja a ESTADO DE FURIA de la fácil victimización: las mujeres que se sienten atacadas o marginadas son también bastante complicadas, celosas, egoístas, competitivas. Y ante las situaciones que les tocan vivir, responden sacando lo más básico –por no decir lo peor– de sí mismas. A veces, de manera justa. En otras, no tanto. Todo empieza en un presente en el que estas cinco mujeres y varias otras están con un coach espiritual en una suerte de retiro en el que deben lidiar con esos momentos de furia que han tenido en su vida. De ahí, la serie creada por el veterano Félix Sabroso volverá dos años para atrás para mostrar qué le pasó a cada una de ellas en historias ligeramente interconectadas entre sí.

La primera historia se centra en Marga (la gran Carmen Machi), una artista plástica algo snob casada con un ejecutivo de televisión (Alberto San Juan) que tiene un romance con su asistenta/mucama (Claudia Salas). Cuando la chica queda embarazada, el caos empieza a desatarse entre los tres. El segundo episodio toma como eje a Nat (Candela Peña), una vendedora de alta costura de una agencia que ve que su puesto de trabajo empieza a ser disputado por dos jóvenes empleadas/influencers que representan otro estilo de moda, más juvenil e irreverente. Y el choque cultural con ellas y con los dueños del negocio, previsiblemente, no terminará bien.
El siguiente episodio se centrará en Vera (Pilar Castro), una cocinera casada con un famoso cirujano plástico, que recibe una furiosa reseña de parte de un crítico gastronómico (Pedro Casablanc) que la tiene entre ceja y ceja, y que denuncia que su «comida sustentable» es cualquier cosa menos eso, lo cual le trae problemas y caída de contratos. Cargadísima de furia –su marido no la ayuda mucho tampoco–, Vera deberá decidir qué hacer ante lo que considera prácticamente un stalking. Y el humor negro estará ahí a mano.
Adela (Nathalie Poza) es una mujer –la madre del personaje de Claudia Salas– que sufre lo que parecer ser el violento desalojo de la casa de su madre con Alzheimer, interpretada por la actriz argentina Marilú Marini, por parte de un agresivo casero, en el episodio más «popular» de una serie que transcurre entre personaje de clase media alta o alta. Y luego está Victoria Leal («nuestra» Cecilia Roth), que es clienta del cirujano plástico y una actriz que supo hacer películas eróticas en la época de la transición española (el llamado «destape»), pero que en la actualidad se enreda con una oferta de su «manager» ligada a una premiación que no es tan honesta como parece de entrada. Obviamente que esto tampoco terminará muy bien y el tono de esa conclusión será, en este caso, más serio que en los otros capítulos.

Cada episodio irá incorporando cruces con los otros, anteriores y posteriores: Marga es cliente de Nat, por ejemplo, y amiga de Vera, que también es cliente de Nat y así. Cosas que se verán en un episodio (como un cerdo ibérico, sin ir más lejos) se prevén en los anteriores y las cosas se combinan desde lugares que no siempre son los más previsibles. En el resumen de la historia, lo que queda claro es que «la locura generalizada en la que vivimos todos» –como dice una de las protagonistas– lleva a las víctimas a actuar igual o a veces hasta peor que sus victimarios.
Entretenida, oscura en los papeles pero bastante ligera en cuanto al tono y con algunos apuntes muy graciosos en medio de una serie de acciones que, por lo general, se vuelven previsibles tan solo con la presentación de cada una de las situaciones, FURIA le da un giro más a las recientes discusiones feministas y a la representación de los conflictos personales y laborales de las mujeres en la pantalla. Un muy buen elenco, capítulos cortos y al pie, y una representación un tanto excesiva, granguiñolesca pero simpática de la mezcla de sororidad y rivalidad femenina (y de la cultura de autoayuda), completan la temática y el tono de una serie amena y ácida, que quizás no sea memorable pero por lo general funciona bastante bien.




Excelente. Especialmente la puesta escénica y fotográfica y el entrelazamiento de los personajes y sus historias.