
Estrenos: crítica de «Los Roses» («The Roses»), de Jay Roach
Esta nueva adaptación de la novela «La guerra de los Roses» muestra cómo se va complicando la relación de una pareja británica que se muda a California. Con Benedict Cumberbatch, Olivia Colman, Andy Samberg y Kate McKinnon. Estreno: 28 de agosto.
Mucho antes de ser una novela o de tener una versión cinematográfica en los años ’80, los historiadores conocían a «la guerra de las rosas» (roses en el original) como un conflicto civil británico que había enfrentado, en el siglo XV, a los miembros de la Casa de Lancaster contra los de la Casa de York. Las «rosas» en cuestión hacían alusión a los emblemas de ambas casas. Más de 500 años después de ese conflicto, y llevándolo a una versión matrimonial, THE WAR OF THE ROSES se convirtió en 1981 en una novela escrita por Warren Adler y, en 1989, en una exitosa versión cinematográfica dirigida por Danny DeVito y titulada LA GUERRA DE LOS ROSES (en España fue «de Los Rose», como corresponde, ya que en castellano los apellidos en plural van en singular, como Los Soprano o Los Simpson), que protagonizaron Michael Douglas y Kathleen Turner.
Ahora la batalla vuelve, en parte al menos, a su origen británico, ya que los protagonistas de LOS ROSES, esta nueva adaptación de la novela de Adler, son de ese país. Benedict Cumberbatch y Olivia Colman interpretan, respectivamente, a Theo y a Ivy Rose, una pareja que se conoce, se enamora y se casa en Gran Bretaña pero que, durante el resto de la película, vive en los Estados Unidos. Theo, un exitoso arquitecto, trabaja en California en un aparatoso museo mientras que Ivy –una cocinera que dejó su trabajo– se dedica a cuidar y a cocinarle a sus dos hijos. Si bien la película abre con una escena en la que los vemos ante una psicóloga y que de algún modo adelanta los conflictos por venir, por un buen tiempo parecen una familia funcional, hasta feliz.

Esa es, quizás, la principal diferencia entre esta versión y las anteriores. Aquellas se ocupaban durante gran parte del relato del violento conflicto por el divorcio mientras que esta, dirigida por Jay Roach (realizador de películas de las sagas AUSTIN POWERS y LOS FOCKERS), desarrolla la historia de la familia para recién llegar a «la guerra» más cerca del final, de una manera que no condice tonalmente muy bien con el resto de la película. Es que hasta llegar a la parte más brutal y conocida de la historia, LOS ROSES funciona muy bien como una ácida comedia acerca de una pareja inglesa en California, lidiando con las diferencias culturales con los locales y, más adelante, empezando a darse cuenta que quizás no sean el uno para el otro como lo pensaban.
Los problemas entre ambos empiezan a aparecer de a poco, sin llamar demasiado la atención. Theo es el que empuja a Ivy a poner su propio restaurante –uno de pescados y mariscos– y la apoya aún cuando durante mucho tiempo no parece funcionar. Pero hay una noche en la que todo cambia. Una enorme tormenta acecha la zona de del norte de California en la que ambos trabajan, pero la suerte de los dos es opuesta: el museo que acaba de inaugurar Theo es destrozado por los vientos huracanados y él pierde su trabajo mientras que un desvío de rutas provocado por esa misma tormenta hace que el restaurante de Ivy sea descubierto y recomendado por una reconocida crítica. Sus suertes personales cambian y con eso, de a poco, empieza el resentimiento.
De ahí en adelante ella empieza a ser la empresaria exitosa y él se convierte en padre las 24 horas al día, estableciendo una fuerte conexión con sus hijos, a los que insiste ya de muy chicos –por razones un tanto misteriosas– a dedicarse al atletismo de alta competencia. Y si bien el proyecto en común será construir la casa de sus sueños, ya a esa altura las fricciones, las diferencias y los caprichos personales empiezan a volverlo todo más y más incómodo. La casa podrá ser bellísima, pero la pareja que la terminó ya no es la misma que la inició. Y allí, amigos, comenzará la batalla…

Tomándose, para bien, muchas libertades con la historia en la que se basa, LOS ROSES funciona muy bien cuando enfrenta a los Roses –muy ácidos, muy irónicos, muy británicos– con sus amigos californianos, pasando por una absurda reunión en un campo de tiro o lidiando con sus peculiaridades. Andy Samberg y Kate McKinnon interpretan a una pareja de amigos suyos –él es su abogado, rol que hacía DeVito en el film– y sus raros encuentros con ellos suelen ser los que aportan las mayores escenas de comicidad. Hay una conexión entre los Roses, hasta entonces, que se refuerza frente a la muy distinta lógica que utilizan sus pares estadounidenses. Y eso es algo que pasa también en la inicial escena con la psicóloga.
Pero los Roses pasarán de la ironía a la maldad, del sarcasmo a la crueldad, de la sorna al desprecio. Y si bien creen que pueden manejarlo en ese tono británico que les permite ser hirientes y graciosos al mismo tiempo –tono que sus amigos californianos no consiguen imitar–, al final ni ellos mismos podrán sostenerlo y pasarán a la violencia. Lo curioso de LOS ROSES es que, por la manera en la que está narrada la historia, lo que menos funciona en el film es lo que viene del original. La película y los actores son mejores cuando la violencia es indirecta, ácida, feroz desde lo verbal, pero se vuelve un tanto hueca cuando los pone a lanzarse objetos –o más que eso– entre ambos. Ahí Roach los «americaniza» en demasía y ni Colman ni Cumberbatch son tan efectivos como cuando los dardos que se disparan salen de sus labios.