
Estrenos online: crítica de «Exterminio: la evolución» («28 Years Later»), de Danny Boyle (Flow)
La saga de zombies de Danny Boyle y Alex Garland continúa la historia 28 años después con un grupo de sobrevivientes en una isla de Escocia. Con Jodie Comer, Aaron Taylor-Johnson y Alfie Williams. En Flow, para alquilar, desde el 21 de agosto.
De regreso al mundo de los zombies en su versión acelerada que ayudó a crear y que hoy se replican por todas partes, Danny Boyle retoma la historia de EXTERMINIO 28 años después para crear algo así como un caótico film de aventuras que funciona, a la vez, como western, como relato de crecimiento y como ejercicio cinematográfico sin dejar de ser un afiebrado relato de terror. Un cineasta con más ideas que paciencia y con más ingenio que inteligencia, Boyle mete mano a todo tipo de recursos visuales a la hora de crear una sensación de descontrol que nunca desciende a lo largo de la película, aunque la lógica quede desparramada por el piso.
Tras un flashback a la época de las películas anteriores que se retomará sobre el final, el film se instala 28 años después de los sucesos de los dos films originales (digamos, 2030) en una isla en Escocia que funciona como refugio para algunos pocos seres humanos que lograron zafar de los zombies. En ese pueblo –similar al de la segunda temporada de THE LAST OF US— viven como antaño, en una suerte de comunidad más medieval que bucólica, con algunas tradiciones de alto riesgo ligadas a la necesidad de prepararse para combatir a los infectados. Allí vive la familia que compone Spike, de doce años (Alfie Williams), su padre Jamie (Aaron Taylor-Johnson) y su madre Isla (Jodie Comer), que está mal de salud y sufre episodios en los que parece confundida o bien poseída en plan EL EXORCISTA.
Pese a las reticencias de Isla, Jamie acompañará a Spike a un ritual que hacen los chicos de esa comunidad al llegar a la adolescencia: cruzar el mar hacia el territorio británico a probarse frente a los zombies, algo que hacen a través de una suerte de pasarela que solo se puede atravesar durante la marea baja. Ese viaje de iniciación no solo tensionará los nervios de los espectadores sino que marcará algunas diferencias entre el padre, violento y descarnado, y un hijo que aparece como más dubitativo y temeroso. Allí se cruzarán con un tipo de infectado al que llaman Alpha, a los que cuesta matar con sus arcos y flechas, y que es mucho más peligroso que los demás.

Mientras Boyle pone una banda sonora (de Young Fathers) que intensifica todo lo que musicaliza de una manera un tanto irritante, el hombre le agrega además imágenes históricas, películas y poemas británicos que hablan de batallas, de hombría y violencia. Cuando padre e hijo regresen al pueblo, allí comenzará una segunda película –y un segundo viaje, junto a su madre– sobre el que no conviene adelantar demasiado. Se trata de una estructura particular, una que divide al film en dos partes, intentando probar que quizás ese segundo viaje –más compasivo y, en el contexto, amable que el otro– sea de verdad el «educativo» para el chico.
Entre salvadas milagrosas por un pelo (no una sino varias) e incontables recursos visuales con los que quiere apresurar la historia (freeze frames, ángulos de cámara variopintos y una escena que parece sacada de los Power Rangers), Boyle va echándole nafta a una historia que no necesita de tanta pirotecnia. Pero es la forma en la que el director trabaja y pedirle otra cosa, a esta altura, no tiene mucho sentido. Lo que es innegable es que la historia, guionada otra vez por el escritor y cineasta Alex Garland, es potente y que, aún con sus excesos, el director de TRAINSPOTTING sigue teniendo una innegable habilidad para crear suspenso, miedo y tensión ante los incesantes ataques de las criaturas. Y que el muy buen elenco (al que en algún momento se sumará Ralph Fiennes) ayuda a darle credibilidad al asunto.
En paralelo, EXTERMINIO: LA EVOLUCION trata de funcionar como metáfora de la época en la que se estrena. En este caso, aparecen varios ejes que no estaban en los films anteriores: la pandemia y el Brexit. Si a eso se le suma el crecimiento de las corrientes anti-inmigratorias, es claro que para Boyle y Garland la lógica del film se inserta en el aquí y ahora. Es por eso que el afuera es visto como una fuerza de la naturaleza –los infectados no pueden evitar ser cómo son y no tienen culpa alguna de serlo– mientras que los que todavía son humanos tienden a aparecer, en su mayoría, como personas más crueles y despiadadas. Cuando eso no sucede, la película se abre y se torna más luminosa. Son pequeños momentos de respiro –y quizás también de dolor– en medio del fragor y el estruendo de la interminable batalla.
A mí me pareció malísima
Es la peor entrega de la trilogía!!