
Series: reseña de «Alien: Earth», de Noah Hawley (Disney+)
Esta serie funciona como una precuela de la original saga «Alien», contando eventos que tuvieron lugar en la Tierra dos años antes de la primera película de la saga. Con Sydney Chandler, Alex Lawther, Samuel Blenkin y Tomothy Olyphant. En Disney+
Adaptar un film o una saga de varias películas a un medio de características episódicas como suele ser la televisión representa un enorme riesgo. Hay un universo creado que responde a ciertas características y, especialmente, unos tiempos cinematográficos que no son siempre fáciles de transformar en episódicos. Cundo Noah Hawley hizo una serie con FARGO, muchos pensaban que era un proyecto un tanto absurdo. Pero al hombre no solo le fue bien sino que expandió un universo durante varias temporadas tan solo a partir de capturar el tono, la «onda» de la película de los Coen, con historias y personajes completamente distintos y apenas relacionados.
Con ALIEN: EARTH la tenía aún más complicada. El universo creado a partir de la saga de 1979 dirigida por Ridley Scott tiene tantas películas, tanto lore alrededor, que desviarla de su camino podía representar un riesgo grande. Tenía, además, otros problemas: un fandom muy defensivo –que, como todos los demás, no les gustan los cambios bruscos en la mitología de nada– y un modelo narrativo armado por lo general a base de persecuciones y sustos que es difícil de sostener a lo largo de varios episodios. Pero, como hizo en FARGO, Hawley decidió pegar un giro. No uno enorme, pero sí importante. En lugar de poner el foco en las criaturas alienígenas (los xenoformos en todas sus variantes y más), lo pone en los humanos y las «especies mixtas» que deberían combatirlos pero están más preocupados en enfrentarse entre ellos.
Los extraordinarios primeros episodios de ALIEN: EARTH presentan las situaciones clásicas que uno podría esperar de una saga que incluye a criaturas enormes aterrorizando personas en distintos espacios encerrados. Y lo hace dentro de un marco novedoso –y muy actual– en el que grandes corporaciones que desarrollan distintos avances científico-tecnológicos ligados a la Inteligencia Artificial deben lidiar con esta amenaza y, a la vez, con su propia necesidad de explotar un creciente negocio en el que el combo IA más diversas categorías de humanoides, robots, cyborgs y seres «sintéticos» pueden dar resultados impredecibles. Igual o quizás hasta más peligrosos que los alienígenas que tanto asustan.

La historia transcurre dos años antes de los sucesos de la película original de Scott. Corre el año 2120 y en un esfuerzo por explicar el contexto y a la vez no abrumar a los espectadores con información, nos enteramos a partir de la conversación entre los tripulantes de una nave, que el mundo está dividido y gobernado por cinco corporaciones que luchan entre sí por el poder y el control. Ellas son la ya conocida Weyland-Yutani, Prodigy, Lynch, Dynamic y Threshold. Cualquier similitud con la lógica corporativa actual no es pura casualidad. Y eso queda claro de entrada cuando vemos que el líder de Dynamic, a quien llaman Boy Genius (Samuel Blenkin), es un trillonario caprichoso que bien podría ser alguno de los que hoy invierten billones en crear una superinteligencia cuyas capacidades son un tanto inquietantes.
La serie arranca en dos frentes paralelos. Por un lado tenemos la más clásica aparición de un xenomorfo en una nave espacial de Weytland-Yutani llamada Maginot, destruyendo todo a su paso con la excepción de un cyborg, Morrow (Babou Ceesay), que logra sobrevivir. Lo que no puede –o no le interesa– impedir es que el Maginot choque contra la Tierra, en una ciudad de la que es dueña Dynamic, destruyendo casi todo a su paso y culminando en medio de un gran edificio al que rescatistas van a ayudar, sin imaginarse lo que les espera ahí. Entre ellos está Joe, apodado “Hermit” (Alex Lawther), un soldado y médico que será importante en la historia.
El otro escenario tiene poco que ver con este, al menos al principio. Transcurre en el seno de una muy bella y tranquila isla en la que Prodigy tiene un centro de investigación y en el que el «genio» en cuestión, que responde al nombre de Boy Kavalier, ha inventado un nuevo tipo de tecnología humanoide a la que llaman Híbridos. En plan Doctor Frankenstein, el hombre experimenta con niños que tienen enfermedades terminales, transfiriendo su mente a cuerpos sintéticos (y adultos) que no cambian ni, supuestamente, mueren. Marcy es una niña de doce años con cáncer cuya mente es transferida al cuerpo de una mujer, a la que la chica –fan de PETER PAN— decide llamar Wendy. Interpretada por Sydney Chandler, Wendy no solo será la protagonista de la historia sino la líder de un grupo de Híbridos que Kavalier enviará a la Tierra a chequear qué sucedió con sus propiedades que fueron destruidas por esta nave.

Kavalier no sabe que hay criaturas peligrosas enredadas –y responsables– del caos, pero ve una oportunidad de luchar en su guerra corporativa con Weytland-Yutani. Enviar una misión le sirve, además, para probar a sus Híbridos, que pueden tener cuerpos resistentes a todo pero en el fondo siguen comportándose como niños, lo que le da por momentos a la aventura un cierto tono humorístico y ligero propio de las películas de Amblin de los años ’80. La que está muy entusiasmada por ir es Wendy, ya que el tal Joe no es otro que su hermano, que hace años no ve. En realidad, Joe es hermano de la pequeña Marcy y no sabe nada de lo que pasó con la niña.
Ese es el punto de partida de esta ambiciosa serie que pronto tendrá a los clásicos alienígenas –uy otros nuevos– creando caos en la Tierra mientras que, en paralelo, las corporaciones juegan su juego y los distintos tipos de seres sintéticos conviven con los humanos. Es que entre los cyborgs (humanos con partes robóticas) y los novedosos híbridos (robots con conciencia humana) están los sintéticos, que son robots con forma humana y algún tipo de IA, uno de los cuales, Kirsh (Timothy Olyphant), trabaja para Prodigy entrenando a los niños híbridos y dirigiendo su misión.
Todo esto puede sonar excesivo o complicado, pero Hawley logra incorporarlo a lo largo de las primeras horas de la serie de una forma bastante fluida, sin dejar de lado lo que la trama tiene como ingrediente más tradicional: el terror que pueden provocar estas criaturas al arribar a un mundo en el que nadie las conoce, las espera ni sabe aparentemente cómo combatirlas. Así es que ALIEN: EARTH consigue mantener los clásicos sustos e impactos de la saga cinematográfica agregándole en paralelo una compleja red de personajes que aportan lo suyo desde el lado más tecnocrático-político, respetando además la estética –oscura, tensa, inquietante– de las películas, especialmente de la primera y original.
A EARTH se la ha comparado con ANDOR por la manera en la que esa serie del universo STAR WARS se ocupa de los manejos corporativos que van por encima de la acción de sus respectivas sagas. Y la comparación es bastante justa. Hay una intención clara de Hawley por abrir el campo de interés de la saga y conectarlo con los desarrollos tecnológicos de la actualidad, sin por eso desentenderse de la acción. Logra, gracias a sus dos muy bien delineados personajes centrales, que muy pronto también la emoción sea parte de sus aciertos, ya que el drama familiar rápidamente se suma al combo entre acción y tecnología. A juzgar por sus primeros episodios, la serie de ALIEN tiene todo para convertirse en un clásico.
Vi el C1, técnicamente notable. Pero la brigada de híbridos teen me pareció bastante infumable y me temo que, dirigida a ese público, la serie restringa el desarrollo de la serie para hacerlo apto para menores.
*restrinja