
Venecia 2025: crítica de «Estrany Riu», de Jaume Claret Muxart (Orizzonti)
El primer largometraje de Jaume Claret Muxart convierte un viaje familiar en bicicleta por el Danubio en un retrato íntimo de la adolescencia. En Orizzonti.
La familia de Dídac tiene un hobby, o un modo de vida, un tanto particular. Si bien nunca se explica del todo claramente en la película, parecen pasar sus vacaciones recorriendo distintas zonas de Europa en bicicleta, en plan deportivo/turístico, siempre cerca de algún río. La familia, catalana, está compuesta por un padre arquitecto, una madre actriz y tres hijos: el mayor, Dídac (Jan Monter), un adolescente de 16 años; seguido de uno de 14 y otro más pequeño. Y uno de sus viajes, alrededor del Danubio, en Alemania, es el eje de ESTRANY RIU, notable opera prima del realizador catalán Jaume Claret Muxart.
El recorrido del film es uno más emocional que geográfico, más interior que otra cosa. Si bien la familia está en constante movimiento y la película se organiza, al menos hasta cierto punto, con la lógica de la road movie, los verdaderos giros dramáticos son interiores, pasan por los cambios que se dan en los personajes, más que nada en Dídac. Un adolescente de sexualidad fluida, enamorado de un chico aunque no sabe si es o no correspondido, el melancólico Dídac parece estar un poco presente en el paseo y un poco con la mente en otra parte, algo que sus padres notan. Y su hermano de 14, también.
Así, mientras avanzan velozmente por las rutas en bici, se meten al río, descansan, soportan la lluvia, visitan hitos arquitectónicos que le interesan al padre, ayudan a ensayar a la madre, paran en carpas o en hostales, van apareciendo algunos insospechados movimientos internos, de esos que solo notan los perspicaces y que existen en una zona entre la realidad y la fantasía. Así, Dídac ve o cree ver a un chico que lo sigue –o que hace un recorrido similar al suyo–, mientras que sus familiares intentan encontrar sus propios y por momentos contradictorios caminos.

ESTRANY RIU es una película en movimiento, en flotación, que se une a la naturaleza y fluye con ella, un relato en forma de río que funciona casi como un coming of age familiar, mostrando cambios en casi todos los personajes. El deseo es, sin duda, el motor de esos cambios y se nota más que nada en Dídac, que en la última parte del film encara un recorrido personal y potencialmente riesgoso. Pero no es el único en sentir esos cambios a flor de piel. De algún modo –la madre lo dice en un momento– da la impresión que ese puede ser el último viaje de ese tipo que hacen como grupo familiar.
Un film de bicicletas, de ríos y aire libre, de lluvias y anocheceres a la luz de la luna, STRANGE RIVER se organiza como una deriva geográfica y también narrativa, llegando a un punto cerca del final donde realidad y fantasía se mezclan y quizás se pierda un poco la tensión que sostiene la historia. Pero no del todo, ya que el mundo real –o al menos como uno lo entiende desde la adolescencia– siempre está al final del camino, para confrontarnos con eso que nos pasa interiormente y con el que puede o no tener puntos en común.
Una película bella, melancólica, con una banda sonora cinéfila que cita a posibles referencias de la nouvelle vague, el film de Claret Muxart tiene algunos de los elementos del nuevo cine español reciente pero remezclados desde un punto de vista muy personal, más intimista y menos pendiente de los temas o tópicos de moda. ESTRANY RIU es una de esas películas que busca ahondar en las confusas emociones de un adolescente explorando ese momento en el que uno siente que se separa del resto del grupo familiar y empieza a tomar, con los riesgos que eso implica, un camino propio.



