
Venecia 2025: crítica de «My Father and Qaddafi», de Jihan K (Fuera de competición)
La directora de origen libio investiga la misteriosa desaparición de su padre bajo el régimen de Qaddafi, combinando historia personal y política.
Lo privado y lo público se combinan a la perfección en MY FATHER AND QADDAFI, un documental personal e íntimo de la realizadora libia Jihan K en el que se mete en la complicada historia de su país para poner el foco en el misterio que rodeó –y sigue rodeando– a la desaparición de su padre, un diplomático llamado Mansur Rashid Kikhia, que en 1993 viajó a El Cairo y nunca más se lo volvió a ver, en un hecho claramente conectado con el gobierno dictatorial de Muammar Qaddafi, del que Mansur había sido funcionario para luego abandonar y transformarse en opositor.
Jihan era una niña muy pequeña cuando su padre fue seguramente asesinado y casi no lo conoció. Y es a partir de las conversaciones con su madre, su hermano mayor, varios familiares, amigos y políticos que lo conocieron en aquellos años que va logrando hacerse no solo una pintura de su padre sino del contexto político complicado en el que le tocó vivir. Todo eso servirá además para hablar de la lucha por encontrarlo y todo lo que su madre hizo después. De gran ayuda para el film son las imágenes y videos que muestran a su padre activo como diplomático de carrera que tuvo una compleja relación con el régimen de Qaddafi.
La película va y viene en el relato pero en lo central se toma el tiempo de contar la complicada historia de Libia en el siglo XX, con las masacres cometidas durante la etapa de control italiano de ese país y los posteriores gobiernos hasta la llegada, entonces promisoria, de un joven Qaddafi al poder, en 1969. En ese clima político fue que Mansur se unió al gobierno del que fue Ministro del Exterior y embajador ante las Naciones Unidas. Pero ya para los años ’80, el hombre dejó sus cargos en desacuerdo con la política de derechos humanos del gobierno y rápidamente se convirtió en una cara visible de la oposición, viviendo de allí en adelante en el exilio en los Estados Unidos.

Allí se conoce con Baha, la futura madre de Jihan, una artista visual con la que se casa y tiene dos hijos. Y es en un viaje a El Cairo que desaparece y nunca más se lo ve. Desde Estados Unidos la madre de la realizadora organizará una búsqueda y un reclamo de alcance internacional que la llevó a tener muchos encuentros un tanto curiosos pero nunca consiguió su propósito: no solo su marido siguió desaparecido sino que tampoco tuvo información de que le sucedió. Todos esos recorridos son los que explorará el film, mezclados con la vida personal actual de Jihan y su familia y analizando también lo que sucedió en Libia desde que, en la primavera árabe de 2011, Qaddafi fue destituido y reemplazado.
Al contar su historia personal Jihan va enhebrando la de su país y la de varios otros que tuvieron similares derroteros. Ver cómo la esperanzadora ola progresista de los años ’50 y ’60 en esos países fue desapareciendo para borrarse del todo y no regresar más es una de las tragedias sociales de un relato que, aún con sus limitaciones y convenciones varias, no deja de ser un análisis certero de cómo la vida política de una nación influye e invade la vida de una familia.
Quizás Jihan no conoció tanto a su padre como para formar una conexión emocional con él –eso falta en la película y ella lo reconoce–, pero evitar el exceso de drama psicológico familiar le permite a la realizadora poner a Mansur en contexto y presentarlo como un hombre íntegro –humanista y preocupado por el futuro de su país y su región– que cayó bajo las garras de uno de los dictadores más brutales salvajes de la región.
Que análisis tan hipócrita y surrealista sobre los eventos de una intervención americana para disfrazar un hecho puntual, que el líder Libio fue destituido y reemplazado? No jodan, fue derrocado y asesinado, la misma narrativa para lo que hacen hoy en Venezuela para apoderarse de sus recursos naturales, mal muy mal disfrazar los eventos con tanta hipocresía