
Venecia 2025: crítica de «The Holy Boy» («La valle dei sorrisi»), de Paolo Strippoli (Fuera de competición)
Este enigmático film de terror de Paolo Strippoli reimagina el trauma y la sanación a través de un inquietante ritual en un pueblo de Italia. Con Michele Rondino y Giulio Feltri.
Yendo del drama social al relato de terror, LA VALLE DEI SORRISI es un film engañoso, inquietante, con algo de místico. La película parece fácilmente adaptable para que un estudio de Hollywood haga una remake más claramente llevada al género, pero no siempre es el caso. Si se pierde lo esencial, lo que la hace vibrar, es probable que solo quede como una efectista serie de gestos y escenas para asustar a la audiencia. En manos de Paolo Strippoli, al menos durante buena parte de su metraje, es bastante más que eso.
Un par de breves escenas iniciales nos ponen en contexto: en el pueblo de Remis, en Italia, tuvo lugar en 2009 un accidente de trenes que ha dejado muchísimos muertos. Han pasado 15 años desde entonces y es allí adonde llega Sergio Rossetti (Michele Riondino), un muy angustiado hombre que tomará el cargo de profesor de gimnasia suplente por unos meses. La primera sorpresa al arribar es ver que el pueblo en cuestión, pese a su historia, se presenta a sí mismo como «El valle de las sonrisas». La segunda es que todos lo reciben en la escuela como si fuera un héroe. Y sí, sonriendo a más no poder.
Es que Sergio es un ex campeón de judo con cierta fama y para los locales es como si llegara una celebridad. Pero el tipo está en un estado de amargura tal que no tiene ni tiempo ni ganas para homenajes ni ceremonias. De hecho, su primera clase consiste en decirle con un tono seco a sus alumnos que corran, jueguen al fútbol (los varones), al vóley (las chicas) y que no lo molesten. Hay un chico, sin embargo, llamado Matteo (Giulio Feltri), en apariencia frágil, que no hace ejercicios. Sergio lo obliga y tiene que llegar la directora para decirle que lo deje tranquilo.

Una de esas noches Sergio se emborracha y angustia en el bar del pueblo y Michela (Romana Maggiore Vergano), la chica que atiende el local, le ofrece una solución: lo lleva a un sector oscuro de la ciudad donde mucha gente espera ser atendida por una especie de curandero de la zona. Para sorpresa de Sergio, el curandero no es otro que Matteo, que «trabaja» de eso en ceremonias que manejan su padre y el cura del pueblo. La técnica de Matteo consiste en abrazar al sufriente y quitarle así su dolor, su tristeza. Sergio acepta a regañadientes y funciona. Al otro día recuerda su trauma (ya se verá cuál es), pero sin dolor. Sonríe y todo.
Pero, claro, esto no quedará así y por ahí pasa la trama de THE HOLY BOY, una película que lidia con el trauma personal y social, y con la manera en la que las personas y las comunidades necesitan desesperadamente algo que las saque del sufrimiento. Y cuanto más rápido, mejor. Es evidente que recetas mágicas no hay y que el dolor que unos abandonan es una energía que sigue circulando. Y Matteo, de aspecto angelical al principio, es quien se carga con ella. Tomando en cuenta su fragilidad social (en la escuela hay un chico que le gusta pero que le hace bullying), es improbable que esa angustia acumulada se desvanezca.
Strippoli pegará tres giros más a la historia narrada, transformando de a poco este drama sobre gente rota en un relato más clásico del género. Pero lo hace sin perder la ambigua complejidad de los personajes. No hay héroes ni villanos entre los protagonistas principales de LA VALLE DEI SORRISI sino, más que nada, gente rota, dolida, sufriente que hace lo que puede para salir del estado en el que está, aunque eso implique dañar a otros. O a uno mismo.
Gracias a esa complejidad emocional, la película italiana casi nunca –quizás sobre el final un poco– cae en el susto como efecto válido por sí mismo. Cada tensión creciente en la trama está acompañada de esa confusión generalizada. Sergio se alegra de poder volver a vivir sin dolor, pero pronto se da cuenta que quizás el mecanismo no sea el apropiado, especialmente en función de lo que pasa con Matteo. Y el chico lidia como puede con los cruces de energía que lo traspasan. Algo similar sucede con su padre, con Michela y hasta con el chico que le hace bullying. Todos actúan desde la desesperación y la angustia. Y es eso lo que permite que la película sea más una reflexión sobre el dolor y la culpa que un uso y aprovechamiento de esos mismos sentimientos. Si hay una remake, sería importante no olvidar que ahí está la esencia de esta enigmática y atrapante película.