Toronto 2025: crítica de «To the Victory!», de Valentyn Vasyanovych (Platform)

Toronto 2025: crítica de «To the Victory!», de Valentyn Vasyanovych (Platform)

por - cine, Críticas, Festivales
14 Sep, 2025 11:59 | Sin comentarios

La nueva película del realizador ucraniano, ganadora de la sección Platform del Festival de Toronto, se centra en un cineasta que intenta filmar una película en una futurista Ucrania de posguerra.

Suerte de cierre de una trilogía –o continuación de una saga sin un final muy claro–, TO THE VICTORY! continúa y tuerce la búsqueda del realizador ucraniano Valentyn Vasyanovych, cuyas últimas dos películas intentan reflejar la vida en su país en relación a las guerras con Rusia. Si bien las anteriores (ATLANTIS y REFLECTION) ponían el foco en un conflicto previo con ese país –que en realidad es el mismo de siempre pero en otra etapa–, TO THE VICTORY! existe en una realidad más parecida a la que el país vive hoy. Pero en lugar de armar una historia ficcional que refleje las vivencias de la sociedad ucraniana de manera tradicional, la nueva película funciona como una reflexión con algo de «meta» que va más allá de la guerra en sí para intentar pensar cómo se filma una película sobre el tema.

TO THE VICTORY! cruza todo el tiempo dos capas de ficción, una de ellas disfrazada de documental. El propio realizador interpreta al protagonista, que no es otra cosa que una versión de sí mismo: un cineasta ucraniano que intenta filmar una película sobre su país. En la ficción del film el año es 2026, la guerra ha terminado (no queda claro quien la ganó) y el mayor drama que se vive en Ucrania es la emigración: millones de personas se han ido y no tienen pensado volver, mientras que algunas familias –como la del protagonista– está partida en dos.

Vasyanovych abre con una escena de ficción entre un padre (él mismo) y su hijo de 18 años (Hryhoriy Naumov) para luego cortarla y dejar en evidencia que se trataba de un rodaje, con el ingreso de asistentes y continuistas al plano. Esa idea se mantendrá a lo largo del film pero en cierto punto dejará de importar cuando estamos en uno o en otro nivel de ficción. En todos los casos, padre e hijo siguen en Kyiv mientras que su esposa y otra hija se han mudado a Viena, donde viven y no tienen planes de volver. Es una separación de hecho y una que podría volverse real y permanente. Y esa es una de las muchas angustias de una película que mezcla drama, comedia, autoparodia y reflexión sobre la situación actual en ese país.

Con sus acostumbrados planos fijos largos pero con una ligereza que no estaba tan presente en sus films anteriores, Vasyanovych va hilando, más que una historia, una serie de situaciones en torno a las dificultades de filmar, a saber qué filmar, a la relación con su propia familia (las secuencias con su hijo están entre las mejores de la película) y a las angustias y borracheras que comparte con sus amigos que no son otros que los integrantes del equipo técnico de la película. Hay bromas o reflexiones respecto a las fundaciones que financian este tipo de películas, respecto al cine «intelectual» que él hace (y que a su hijo no le gusta; él prefiere «comedias tontas»), un supuesto suicidio dramático que permitiría vender más entradas a los cines, una broma ligada a las escenas de sexo que deberían tener las películas de autor para llegar a más público y otros comentarios acerca ya no de la situación ucraniana en sí sino, de un modo más ácido, respecto a la industria y/o la moda que se genera con este tipo de películas.

Pero eso no implica que, en lo central, TO THE VICTORY! no sea una reflexión sobre un país devastado por la guerra que está tratando de recuperarse y de entender lo que le deparará el futuro. Es una película que dialoga con las anteriores, pero lo hace de un modo más terrenal. Las dos previas, al ocuparse de la posguerra o de las personas que volvían del frente de batalla, tendían a ser más brutales y dramáticas. Acá aparece otra capa de lectura, una que indirectamente nos dice que entre el cine y la realidad dialogan y se parecen, pero no son lo mismo.

En las idas y vueltas narrativas del film, a veces lánguidas y en otras un tanto dispersas, lo que queda en evidencia también es que las vidas de las personas afectadas por un conflicto bélico son una suma de emociones contradictorias: recorrer tumbas en un cementerio, despedir a una pareja quizás para siempre pero también compartir momentos con tus amigos, enseñarle a manejar a un hijo o intentar filmar para seguir viviendo.