Venecia 2025: crítica de «Vainilla», de Mayra Hermosillo (Giornate degli Autori)

Venecia 2025: crítica de «Vainilla», de Mayra Hermosillo (Giornate degli Autori)

por - cine, Críticas, Festivales
03 Sep, 2025 04:00 | Sin comentarios

En su primer largometraje, Hermosillo retrata las alegrías y dificultades de un hogar íntegramente femenino, visto a través de la mirada lúdica de una niña.

Un relato de amable supervivencia y caótica resiliencia, VAINILLA es un viaje en el tiempo en tono autobiográfico a los años ’80 en Torreón, una ciudad del norte mexicano en el que seguimos a un particular grupo familiar que funciona y se organiza de una manera poco común para los estándares conservadores de la zona. Contada desde la perspectiva de Roberta (Aurora Dávila), una niña de ocho años, las historias que narra la directora Mayra Hermosillo funcionan a modo de coming of age de una protagonista que observa y atraviesa los cambios que se producen en ella y a su alrededor.

Son siete en la casa. Siete mujeres. Cuatro de ellas son –o parecen ser– distintas generaciones de una misma familia: la pequeña Roberta, su madre, su abuela y su bisabuela (María Castellá, Paloma Petra, Rosy Rojas). Hay una prima (Fernanda Baca), una tía (Natalia Plascencia) y una mujer, Tachita (Lola Ochoa), que trabaja hace años con ellas y es parte de la familia. No hay hombres a la vista. Hay un padre al que Roberta querría ver, pero no se sabe mucho de él. Hay, sí, algunos pretendientes, vecinos y vendedores que están alrededor de esta familia de mujeres, pero no son centrales a la historia.

El disparador del relato es, como en muchos casos, una deuda. No hay dinero para pagar la renta y, si no cambian las cosas, van a ser desalojadas de la casa en la que viven. Y esa sombra atravesará el relato de principio a fin. Sin embargo, desde el punto de vista de Roberta, las cosas que se vivencian en el día a día son igualmente importantes: aprender una canción, soñar con ir a un programa de TV, vender las hojas de parra que hace su tía, hablar con su loro (que se llama Jitler), ayudar a su prima o pelearse con su bisabuela.

Las demás viven, en segundo plano, sus personales experiencias. Está la que trabaja como azafata, la que se envuelve el pecho con una tela y la que se emborracha más de la cuenta. Está también la Tachita, que no ve a su familia, la que tiene un pretendiente amable y la que ruega para que les perdonen la deuda. Todo se conjuga en un simpático y colorido caos organizado con el que todas parecen llevarse muy bien, pese a sus berrinches y discusiones. El problema es el afuera, ya que Roberta se da cuenta que en el colegio se burlan de ella y de su extraña composición familiar.

VAINILLA –el título hace referencia al helado favorito de la niña– se ve como un retrato impresionista de esa etapa de crecimiento, centrada más en las pequeñas anécdotas y situaciones cotidianas que en grandes eventos. Hay, sí, algunos momentos que marcan: el machismo y la violencia de género se hacen presentes, lo mismo que algunos reclamos y fastidios mutuos. Pero la impresión que uno se lleva es la de un hogar vital, lleno de voces, colores, momentos amables y, sobre todo, experiencias compartidas.

Esa es la búsqueda que intenta Hermosillo, conocida por su trabajo como actriz que aquí debuta como realizadora. Su mirada es generosa, noble, alejada de cualquier tremendismo y de esa crueldad for export que suele verse en el cine mexicano que llega a los grandes festivales internacionales. Más bien, todo lo contrario. De hecho, VAINILLA hace recordar a ciertos ejemplares del cine indie norteamericano –si tiene un «vicio» es su parecido con cierta estética de películas de Sundance– o a comedias dramáticas de corte un tanto más comercial.

Aún con las circunstancias dramáticas que las protagonistas a veces tienen que atravesar, la película jamás pierde la ligereza, la amabilidad y el espíritu jovial que la caracteriza. En ese sentido, VAINILLA funciona como una celebración del espíritu solidario y humanista de esa familia. Bailando alocadas un tema de Gloria Trevi en un programa de TV, discutiendo mientras cocinan en grupo o esperando la llegada de un padre que nunca vendrá, las mujeres de la película de Hermosillo hacen lo que pueden para sobrevivir en medio de las dificultades. Y si las cosas no funcionan del todo bien, un buen helado de vainilla a tiempo puede aplacar la angustia.