
Estrenos online: crítica de «Edén», de Ron Howard (Prime Video)
Inspirada en hechos reales, el film cuenta la historia de un grupo de alemanes que buscan un paraíso en una isla remota de las Galápagos en los años ’30, donde solo encontrarán celos, violencia y locura. Con Jude Law, Ana de Armas y Sydney Sweeney. Estreno de Prime Video.
La larga carrera de Ron Howard parece organizarse por etapas, muchas de ellas más por casualidad que por decisión. De niño y adolescente –en los años ’60 y principios de los ’70– fue conocido como actor en series de televisión como THE ANDY GRIFFITH SHOW y HAPPY DAYS, además de películas como AMERICAN GRAFFITI, entre muchas otras. Para fines de los ’70 empezó a dirigir y de ahí en adelante se dedicó casi exclusivamente a eso, aunque cambiando de estilo y búsquedas con el paso de los años y las décadas.
El hombre triunfó en los ’80 con populares comedias como SPLASH y COCOON, pero en la década siguiente estaba ya más abocado a títulos de prestigio, como EL PERIODICO y APOLLO 13, etapa que tuvo su pico máximo con el Oscar a UNA MENTE BRILLANTE (2001). De ahí en adelante combinó cine mucho más comercial (EL CODIGO DA VINCI y sus dos secuelas, además de SOLO: A STAR WARS STORY) y un gran film como RUSH, en medio de una serie de películas bastante olvidables que tuvieron apenas limitados lanzamientos comerciales, pese a sus caros presupuestos y reconocidos nombres.
EDEN es uno de estos casos. Howard –que recién cumplió 71 años– se abocó a una historia que lo fascinó cuando se la contaron aún cuando al verla queda claro que no es el tipo de película que mejor le sienta a su tipo de cine. Sí en lo que respecta a la épica histórica y los grandes escenarios (EN EL CORAZON DEL MAR, CINDERELLA MAN, THE MISSING son así), pero no en cuanto al tono cruel, áspero y violento que se cuenta aquí y que la película no termina de reflejar del todo bien. Se trata, es cierto, de un hecho real con aristas más que inquietantes, pero que no logran reflejarse del todo en esta película que mezcla de curiosas maneras clasicismo narrativo con algunas extrañas decisiones formales.

La historia transcurre en la década del ’30 en la pequeña isla Floreana, ubicada en las Galápagos, Ecuador, y sus protagonistas son todos emigrantes alemanes. La narradora es Margaret (Sydney Sweeney), la joven segunda esposa de Heinz Wittmer (Daniel Brühl), y ambos han llegado allí con su hijo Harry (Jonathan Tittel) que tiene tuberculosis. ¿Por qué allí? Los Wittmer han leído las notas publicadas en un periódico por el Dr. Friedrich Ritter (Jude Law), un médico alemán que lo dejó todo para irse allí con su esposa Dora (Vanessa Kirby), con la intención de curar la esclerosis múltiple de ella y, a la vez, escribir su gran obra filosófica, que nunca se explica bien de qué va pero parece haber fascinado a Heinz.
La recepción no será nada buena: los Ritter quieren estar solos y no tienen ganas de hacer amigos. Siguiendo de un modo un tanto peculiar las «enseñanzas» de Nietzsche, Friedrich hace lo posible por antagonizar con los recién llegados e intentar que terminen decidiendo irse por su propia cuenta, al ver lo difícil y peligrosa que es la vida salvaje. Pero eso no es nada en comparación con lo que pasa después, ya que –también fascinada con los textos del doctor– llega una excéntrica Baronesa también alemana (Ana de Armas), con dos amantes (Felix Kammerer y Toby Wallace), mucha soberbia y la intención de construir un hotel turístico en el lugar. Es obvio que la llegada de la dama no les caerá bien ni a los Ritter ni a los Wittmer. Y el resto de EDEN lidiará con esa incómoda y cada vez más violenta serie de, digamos, desencuentros.
Howard toma dos decisiones bastante fuera de lo común que sacan a la película del clásico relato histórico sobre un evento conflictivo poco conocido de la historia. La primera pasa por el acento que usan los personajes. Si bien es tradicional ver actores angloparlantes hablar en inglés acentuado al germano, en este caso es tan extremo que bordea la parodia de una película filmada en la época de entreguerras en la que transcurre. Quizás esa haya sido la búsqueda –habiendo un par de actores alemanes, jamás hablan ese idioma, dando a entender que su acentuado inglés funciona como alemán–, pero le da un tono bastante exagerado a todo.

Y eso no es nada en comparación a la actuación de Ana de Armas, quien llega a la isla como escapada de una de esas comedias de asesinatos de Rian Johnson. De vuelta, es un personaje excéntrico que necesita exagerar sus manierismos para ser creíble (nadie sabe si es o no baronesa de verdad), pero la actriz cubano-española la personifica como una caricatura excesiva por donde se la mire, llevando aún más a EDEN hacia el borde de una no buscada autoparodia. No buscada, digo, porque el resto del elenco –especialmente Sweeney y Brühl– creen estar en la más seria y densa de las películas. Howard no lleva todo a un extremo del tipo LA ISLA DEL DR. MOREAU, por lo que su film termina siendo un combo de tonos que no cuajan casi nunca entre sí.
Si uno no se distrae con esos «detalles», la acción transcurre por los caminos esperables, llevando a estos tres grupos de «vecinos» de una isla inhabitada a tener relaciones cada vez más tensas y violentas. En el medio se incluye algún parto complicado, escenas de sexo (de dos, de tres), varios cuchillos, rifles, posibles envenenamientos y la impactante imagen de ver a Jude Law sin dientes. Es que su personaje ha decidido quitárselos para evitar infecciones y el hombre solo se pone una prótesis metálica para comer. EDEN no lleva a los personajes a ir enfrentándose de a poco. Ya de entrada se llevan todos mal y no hacen más que empeorar la relación. De hecho, cuando se produce una circunstancia que podría unir a varios de ellos, vuelven a traicionarse y a clavarse puñales por la espalda.
La historia es real y si bien tuvo versiones muy distintas, es obvio que Howard ha elegido el punto de vista de la sacrificada Margaret, quizás la persona más sana dentro de ese colectivo de psicópatas que buscaba un edén que jamás encontraría. Si uno pudiera pasar por alto las limitaciones formales de la película se encontraría con que hay ideas inquietantes en juego aquí, especialmente en un grupo de alemanes que están lejos de su país en la época del crecimiento del Tercer Reich y que, aún habiéndose escapado de todo eso, replican en buena medida cierta visión cruel y despiadadamente darwiniana del mundo. Pero no es fácil. Apenas los actores comienzan a hablar como villanos nazis de una mala película de 1940 es difícil tomarse en serio lo que estamos viendo.



