Estrenos online: crítica de «John Candy: Yo me gusto» («John Candy: I Like Me»), de Colin Hanks (Prime Video)

Estrenos online: crítica de «John Candy: Yo me gusto» («John Candy: I Like Me»), de Colin Hanks (Prime Video)

Este documental se ocupa de la corta vida y carrera del comediante canadiense que fue estrella en los años ’80 y murió tempranamente a los 43 años. Estreno de Prime Video.

Entre los comediantes surgidos en los años ’70 en el teatro o la televisión norteamericana (incluyo en este caso la canadiense) y luego popularizados internacionalmente gracias al cine, John Candy fue uno de los más queridos y reconocibles. Un grandote tierno, ocurrente, simpático y bonachón, Candy fue figura central de una de las épocas más notables de la llamada «comedia americana», participando en decenas de películas clave de esa década, incluyendo BLUES BROTHERS, STRIPES, SPLASH, SPACEBALLS, HOME ALONE y PLANES, TRAINS AND AUTOMOBILES (pongo los títulos en inglés ya que tuvieron todos muy diferentes traducciones en América Latina y España) y transformándose en una estrella. Murió muy joven, a los 43 años, y esta película lidia lo mejor que puede con contar una historia que tiene un problema curioso: nadie tiene nada «malo» para decir sobre Candy.

El «chiste» que cuenta la película lo incorpora su director, Colin Hanks (hijo de Tom Hanks, uno de los que hablan aquí), cuando entrevista a Bill Murray, quien no encuentra nada malo, ninguna zona rara u oscura para mencionar respecto a su amigo y termina contando una anécdota algo menor sobre una pelea que tuvo en un rodaje. I LIKE ME cuenta, entonces, la historia de un hombre bueno, amable, querible, talentoso comediante, gran esposo, padre ocupado, un tipo al que todos quisieron y siguen queriendo. Eso, claro, no tiene nada de malo, aunque quizás hace que la película sobre su figura no tenga muchos grises ni dobleces.

Con ese límite juega Hanks, quien de todos modos se las arregla para poner un drama central en su vida: su padre había muerto de un ataque cardíaco a los 35 años y John, que siempre cargó con esa mochila, nunca se cuidó demasiado sabiendo que sus excesos (con la comida, el alcohol y el cigarrillo) poco menos que lo condenaban a futuras complicaciones de salud. No haber podido o sabido regular eso quizás haya sido su única zona oscura, una que finalmente terminó afectándolo a él, sobre todo, pero también a familiares, amigos y fans.

La película contará el recorrido de su vida y carrera, empezando por sus años de juventud en las afueras de Toronto, Canadá, su llegada al teatro, al humor y a la improvisación en el grupo Second City y su conexión con una generación de talentos que salieron de ahí y que hoy son casi leyendas: el propio Murray, Catherine O’Hara, Dan Aykroyd, Eugene Levy, Martin Short y muchos otros. Si bien su carrera cinematográfica no empezó de la mejor manera (fue uno de los protagonistas de 1941, uno de los pocos fracasos de Steven Spielberg), pronto logró insertarse en el mundillo de la comedia hollywoodense, empezando por roles secundarios (de hecho, durante gran parte de su carrera hizo ese tipo de personajes) para luego pasar a protagónicos, muchos de ellos bajo la dirección y/o producción de su gran amigo John Hughes.

Su viuda Rosemary y sus hijos Christopher y Jennifer hablan de sus experiencias personales, todos mencionan su bonhomía, su generosidad y su gran corazón, en algunos casos se habla de su talento (no hay un análisis específico del tema) y se lo muestra en muchísimos materiales de la época, desde escenas de las propias películas a backstages de rodajes, pasando por entrevistas televisivas o imágenes de eventos sociales o personales. Al grupo de entrevistados que hablan maravillas de él luego se suman Steve Martin, Tom Hanks, un muy elocuente Macaulay Culkin, Chris Columbus y Conan O’Brien, entre otros. La coincidencia es total: todos lo amaban y solo tienen palabras de agradecimiento para él. Nada suena falso: era claramente un buen tipo.

Lo que la familia y amigos se reclama, a lo sumo, es no haber podido hacer nada para ayudar a que pudiera tratarse o cuidar su salud un poco más. Un hombre solícito, hiperactivo, que trabajaba más de lo necesario –en medio de todo compró un equipo de fútbol americano en Toronto– y que no se cuidaba, Candy no podía no saber, en algún lugar, que iba camino a la autodestrucción. Su cuerpo se lo fue avisando pero nada pudo hacer y falleció en un rodaje. En el recuerdo quedan muchos momentos muy simpáticos suyos en las comedias clásicas que antes cité, desde situaciones graciosas y absurdas hasta momentos emotivos como el final de MEJOR SOLO QUE MAL ACOMPAÑADO, una película que hace llorar al verla y volverá a hacer llorar viendo a Steve Martin recordarla.