
Series: crítica de «Hal & Harper», de Cooper Raiff (MUBI)
Protagonizada por Lili Reinhart, Cooper Raiff y Mark Ruffalo, esta serie retrata a una familia atravesada por el duelo y la necesidad de afecto. Emotiva, cálida y a veces abrumadora, es la obra más ambiciosa y sincera de Cooper Raiff hasta el momento. Disponible en MUBI.
Emotiva y dolorosa, triste en un sentido profundo pero a la vez esperanzadora y cálida, HAL & HARPER debe ser una de las series con más lágrimas por minuto de la historia. De los espectadores, probablemente, pero también de los protagonistas, que lloran durante buena parte de sus ocho episodios. Es la historia de una familia cuya relación quedó marcada a fuego por la muerte de la madre de los dos hermanos que le dan título a la serie cuando ellos eran pequeños, una historia que se cuenta a modo de popurrí o rompecabezas a lo largo de sus melancólicos capítulos.
El director de SHITHOUSE y CHA CHA REAL SMOOTH, Cooper Raiff es, como en aquellas dos películas, también el protagonista de la historia. O uno de ellos, ya que el eje emocional pasa más por Harper (Lili Reinhart) que por Hal, su personaje. Son dos hermanos que han quedado con una relación cercana, íntima y codependiente, una especie de equipo en apariencia irrompible que, ya siendo veinteañeros, se sigue sosteniendo uno a otro como lo hicieron casi toda su vida. No solo por la muerte de su madre sino porque, durante buena parte de los años que siguieron a ese amargo hecho, su padre (Mark Ruffalo, otro que se llora todo) estuvo completamente deprimido, apenas pudiendo hacerse cargo de ellos.
Han crecido tan juntos que Hal duerme casi siempre en la casa de Harper, si bien tiene su propio cuarto en la universidad cuyo último año cursa en el presente narrativo de la historia. Ella es más grande y tiene un trabajo y una novia llamada Jesse (Alyah Chanelle Scott) hace ya tiempo, pero la prioridad parece ser su inconsistente hermano, siempre necesitado de cariño y contención, una que él no sabe dar a los demás. Hal intenta tener una relación con Abby (Havana Rose Liu) pero tiende a maltratarla, en apariencia sin querer hacerlo, más pendiente de su hermana que de cualquier otra chica. Y Harper entra en crisis con Jesse, quien la descubre atraída por Audrey (Addison Timlin), una compañera de trabajo divorciada y con dos hijos, y pone –al menos al principio– frenos a la relación.

Pero si bien el presente sentimental de los hermanos es importante, el centro sigue siendo el núcleo familiar. Y el primer conflicto claro de este presente pasa porque su padre y la más joven pareja que tiene, Kate (la extraordinaria Betty Gilpin, de GLOW), esperan un bebé y él pondrá en venta la casa familiar en la que los hermanos crecieron para irse a vivir a la de Kate. Esa potencial venta es el disparador de una larga serie de flashbacks que Raiff montará de manera tan constante e intrusiva que ya dejarán de ser flashbacks para ser tiempos narrativos que funcionan en paralelo de un modo, si se quiere, caleidoscópico.
A partir de ese nervioso y atolondrado montaje –acaso el elemento que más en contra le juega al proyecto–, HAL & HARPER revisará distintas etapas del pasado: cuando ellos son pequeños y su madre acaba de morir (2004) y luego, en 2009, cuando van a la escuela primaria y su padre casi no tiene fuerzas para ocuparse de ellos. Raiff toma la rara decisión de mostrar a los hermanos en esa etapa (la de 2009) interpretados por los actores adultos, un poco para dejar en claro que son dos chicos que se vieron obligados a crecer de golpe y que tuvieron que hacerse grandes y responsables de la noche a la mañana. Especialmente ella.
En ese ir y venir de tiempos y problemáticas funcionará una serie llena de momentos emotivos y con una mirada profunda a esos hechos y detalles que hacen y deshacen a una familia, que llenan de miedos, de angustias y de culpas, aunque también de algunas –contadas pero valiosas– alegrías. Convengamos que Raiff hace todo lo posible por romper la magia que él mismo genera, pero ni su propia hiperactividad –como director, editor y hasta como actor– consigue arruinar lo que ha creado. El hombre está obsesionado por pasar de una escena a otra sin darle respiro a casi ninguna, exagera con la cantidad de secuencias de montaje musicalizadas con canciones indies –de Phoebe Bridgers a Waxahatchee, de Adrianne Lenker a Alex G.– y reitera muchas veces las mismas ideas visuales, pero la potencia del drama y el talento de su elenco son más fuertes que sus fragilidades como realizador y logran igualmente conmovernos.

Uno se queda con la sensación de que Raiff dejó pasar la oportunidad de hacer una serie clásica. Los elementos dramáticos estaban ahí –la lograda tensión familiar, la rara ambigüedad de las relaciones, la inquietante codependencia entre los hermanos, las segundas y terceras oportunidades que les aparecen, la angustia y el lazo profundo que los une a todos ellos, incluyendo a los recién llegados al atribulado pero querible clan–, pero no se tuvo la confianza necesaria para dejarla fluir, respirar, desarrollarse de a poco. Por querer tirar toda la carne al asador de entrada, puso en riesgo la joya que tenía entre manos.
Pero mi impresión es que su elenco –y la innegable capacidad de Raiff para los diálogos y para dirigir situaciones naturalistas, cotidianas y reconocibles– se la sacó adelante a corazón abierto. Solo verle la cara al dolido personaje que encarna Ruffalo (en realidad al actor, que ya se ha convertido a esta altura de su carrera en sinónimo del sufrimiento con su aspecto de oso tristón y melancólico) o a su perceptiva pareja y futura madre de su tercer hijo (Gilpin también tiene un caudal lacrimógeno envidiable) alcanza para ir entrelazando sus emociones con las vivencias personales del espectador con el que seguramente se cruzarán en alguna u otra oportunidad.
Pero el MVP de HAL & HARPER es Reinhart –actriz que desconocía aunque es famosa por la serie RIVERDALE–, cuyo personaje lleva sobre sus hombros la carga de sostener a una familia que se rompe todo el tiempo frente a sus ojos mientras, a la vez, intenta tener una vida propia y cierta independencia. En una actuación tan conmovedora como consagratoria, esta chica bastante parecida a Greta Gerwig –bien podría interpretar a su hermana menor en alguna otra serie o película– captura y transmite a la perfección esa ambigua y a la vez dolorosa sensación de querer volar por sus propios medios y sentir que no puede dejar el sostén de quienes la rodean, aún cuando en el fondo sea tan frágil como todos ellos.



