Series: reseña de «It: Bienvenidos a Derry» («Welcome to Derry»), de Andy Muschietti, Bárbara Muschietti y Jason Fuchs (HBO Max)

Series: reseña de «It: Bienvenidos a Derry» («Welcome to Derry»), de Andy Muschietti, Bárbara Muschietti y Jason Fuchs (HBO Max)

Ambientada en 1962, esta precuela indaga en los orígenes raciales e históricos del mal que habita Derry. Mezclando terror sobrenatural y comentario social, la serie amplía el universo de Stephen King para armar un retrato escalofriante del miedo norteamericano. Desde el domingo 26, por HBO Max.

Una precuela que intenta agregarle a la lógica y la trama de IT los recursos y parte del formato de otros éxitos serializados como STRANGER THINGS, HARRY POTTER y hasta el universo de Marvel, WELCOME TO DERRY es una expansión y una suerte de contextualización más específica ligada a la historia real del mundo fantástico creado por Stephen King. Los recursos y las ideas que traía ya la novela original están acá, pero la principal preocupación de Andy Muschietti y el resto del equipo creativo de la serie parecen pasar por armar una saga paralela ligada a los problemas raciales de los Estados Unidos, problemas que encuentran acá una matriz, si se quiere, supernatural.

El formato sigue siendo el del cine de Amblin de los años ’80, con las películas de Steven Spielberg y compañía como matriz y refrencia en la que apoyarse, como fuente de la que beber. La acción transcurre, mayormente, en 1962, pero su punto de vista –social, racial, político– es más actual. O, habría que decir, tomando en cuenta los giros políticos de los Estados Unidos, de hace algunos años. La de BIENVENIDOS A DERRY es –o podría ser leída– como una historia paralela de los Estados Unidos, un país en apariencia amable, gentil y generoso que esconde –o saca a la luz, como dice la leyenda, cada 27 años– sus zonas más oscuras y violentas.

Nota: un mínimo resumen de la trama puede involucrar cosas que algunos consideren SPOILERS.

Pennywise (Bill Skarsgard) casi no aparece en los cinco episodios adelantados a la prensa. La serie, en realidad, trata de encontrar la matriz que lo contiene y los efectos sociales que esa crueldad y violencia genera. Todo empieza en Derry, la inventada ciudad de Maine que es material creativo de base para King, en una secuencia brutal –Muschietti y compañía van por momentos por el horror puro y duro por más «familiar» que sea el concepto de la serie– en la que vemos a un chico de unos doce años ser prácticamente destrozado vivo cuando no tiene mejor idea que «hacer dedo» para escaparse de una situación difícil que comienza en un cine.

El incidente deja secuelas en el colegio y en la gente que lo conocía. Y allí la serie divide su interés en diferentes subtramas. Por un lado, la que acontece en el colegio al que iba el chico, la Derry High School, en la que Lilly (Clara Stack) y un grupo de amigos trata de investigar qué sucedió. El asunto, digamos, no termina bien y Lilly –que viene de estar en un hospital psiquiátrico– empieza a ser mal mirada por casi todos. Pero las autoridades, de un modo entre caprichoso y racista, culpan de las desgracias a Hank (Stephen Rider), proyectorista afroamericano del cine en el que el caos empezó, padre de Ronnie (Amanda Christine), compañera de clase de Lilly. Tras varias peleas y discusiones entre ellas, las dos chicas más otros dos compañeros –el recién llegado Will (Blake James) y el latino Rich (Arian S. Cartaya) se ponen a investigar qué pasó con los chicos desaparecidos.

Will es en realidad hijo de Leroy (Jovan Adepo), protagonista de la otra subtrama de la serie, que tardará un tiempo en conectarse con la de los chicos. Leroy es un oficial de la Fuerza Aérea que se ha mudado a Derry con su esposa Charlotte (Taylour Paige) y el tal Will. No sabe bien cuál es su misión pero descubre que sus jefes (blancos) y sus pares están lidiando con algo extraño y misterioso que parece manifestarse en la zona de Derry. Y uno de sus compañeros de la fuerza, Dick Halloran (Chris Chalk) –nombre familiar a los fans de King– parece tener algún tipo de poder para intentar descifrar qué se oculta o manifiesta allí, algo que tiene que ver con las comunidades indígenas de la zona y eventos extraños que –todos los que vimos IT sabemos– tarde o temprano terminarán llegado a Pennywise.

Es así que los primeros cinco episodios se presentan casi como un drama de tensiones raciales en Derry con un subtexto de terror que va apareciendo de modo esporádico pero brutal. Acaso para compensar la falta de escenas de ese tipo en la primera mitad de la temporada, Muschietti y equipo las hacen de alto impacto, con efectos especiales brutales y una violencia inusitada. Como se sabe, todo lo que vemos existe en una zona mixta entre lo posible y lo imaginado, pero de todas maneras las escenas tienen un alto impacto y modulan lo que de otro modo podría verse como un thriller social y racial en un particularmente extraño pueblo de Maine.

Es cierto que por momentos es demasiado. La serie abre muchas puertas, agrega personajes (algunos duran muy poco, aunque todos pueden volver), amplía los escenarios y empieza a jugar con una de esas mitologías que incluyen, bueno, ya verán… Es todo ese nuevo territorio al que se abre IT el que lo acerca a STRANGER THINGS y ese tipo de relatos en los que lo que se pone en juego es algo mucho más grande y universal que lo que de entrada parece. Muschietti –quien aprovecha para meter algunos localismos, como otro homenaje a Independiente y hasta una muy visible empanada de carne que parece ser el centro de una escena– logra conjugar muy bien las muchas subtramas y tonos que la serie propone, por lo que los episodios suyos (los cuatro primeros) son intensos y propulsivos aún cuando la historia tarde bastante en ponerse del todo en foco.

Llama la atención que el eje central de WELCOME TO DERRY pase por el tema racial, tanto en lo que respecta a la población afroamericana como a la nativa. No era –o no parecía ser– un tema central a IT, pero aquí se pone al frente y al centro, haciendo recordar por momentos al cine de Jordan Peele o de otros realizadores que en estos años han colocado la cuestión racial como eje principal de muchas historias de terror. En ese sentido, Pennywise y todo lo que lo rodea funciona más que nunca como manifestación física –metafórica, si se quiere– de ese lado brutal, racista y cruel que el país esconde en las alcantarillas de sus ciudades. El Mal con cara de payaso puede solo ser visto por muy pocos, pero en la serie queda en evidencia que la de «Derry» es una sociedad que se organiza a partir del miedo al otro y de los horrores que eso genera.